uropa encara la crisis en la frontera ucraniana con la necesidad de actuar desde la cautela pero con la obligación de mostrar principios firmes en relación a un país que llama a las puertas de la Unión. Ucrania es un polvorín en el que los intereses rusos han actuado en el pasado y provocado que se desgaje una parte de su territorio y población y, en paralelo, ha dado lugar a una tensión política interna en la que el imprescindible desarrollo democrático del país y el asentamiento de los principios que le permitan homologarse como candidato a la Unión Europea también se han visto afectados. En este marco, la Unión Europea deberá manejar una firme y cohesionada política exterior sin perder de vista que esta es una crisis en el dintel de su puerta oriental. Por ello, el liderazgo que en estos momentos ejercen públicamente Estados Unidos y Reino Unido con su alineamiento explícito frente a Rusia no debería ser el factor que determine la postura europea. El pulso de Washington con Moscú tiene características muy diferenciadas de las necesidades e intereses europeos. La estrategia de reforzamiento militar se traduce, en la práctica, en negocio para las potentes industrias armamentistas británicas y estadounidenses pero no coincide con la prioridad europeísta de apostar por una firme acción diplomática. Se ha hecho evidente que Moscú juega la baza de denunciar la escalada militarista que su propia estrategia ha provocado, proyectando la carga de la tensión fuera de sus fronteras. La firmeza que requiere el expansionismo ruso dota de protagonismo a la OTAN y al vínculo atlántico, que tiene raíces históricas, sociales, democráticas y culturales compartidas. Pero salvaguardar ese valor no colisiona con el hecho de que Europa tiene sus propios intereses geoestratégicos en juego y la dependencia energética del suministro del gas ruso no es el menor de ellos. Sin embargo, cabe exigir una defensa cerrada de los derechos individuales y colectivos para no reproducir amenazas a la integridad de un estado soberano o las lamentables imágenes que el pasado reciente ha dejado en relación a procesos de limpieza étnica. Es oportuno el respaldo a esos valores y conjugar la firmeza con la mediación, pero para ello es imprescindible una postura conjunta de los socios de la Unión Europea y una voz propia diferenciada. La Unión se ha dotado de mecanismos y debe hacer un uso inteligente de los mismos con una diplomacia de la firmeza.
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