ras 45 años de invasión y exilio, de acoso cultural y represión política, el pueblo saharaui está sometido a una presión adicional derivada del desentendimiento de la comunidad internacional con sus legítimos derechos definidos por Naciones Unidas. El episodio más reciente de la manipulación de la historia a la que se ve sometido es el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre su territorio realizado por una administración estadounidense, la del presidente Trump, que en sus últimos estertores vuelve a ser perniciosa en sus intenciones y sus ejecuciones. Donald Trump no reconoce a Marruecos desde principios del derecho internacional, violado hasta la saciedad con la complacencia de las dos potencias que alimentan los intereses del reino alauita: Estados Unidos y Francia. El suyo es un utilitarismo que secuestra derechos para entregarlos a intereses particulares, económicos y comerciales pero también personales. Marruecos recibe el reconocimiento de la administración moribunda de Trump a cambio de formalizar unas relaciones con Israel que son a la vez un regalo al primer ministro hebreo, Benjamin Netanyahu, acosado por las investigaciones de corrupción, y una mera materialización de algo que ya venía consolidándose en la última década: la cooperación de Marruecos e Israel. Con el barniz de un discurso sobre la estabilidad en Oriente Próximo, Trump está invirtiendo en sus intereses particulares y los de quienes le han apoyado financieramente en el pasado. Pero, siendo esta una parte de la realidad, no lo es toda. El silencio internacional, la inoperancia de Naciones Unidas en un proceso de descolonización y autodeterminación de manual y la complicidad silenciosa de la antigua potencia colonial -España- configuran una traición sistemática a los saharauis y su legítima República Árabe Saharaui Democrática en el exilio. Los gobiernos españoles, desde el de Adolfo Suárez hasta el de Pedro Sánchez, comparten la responsabilidad de este estado de cosas y el abandono de su responsabilidad hasta resultar insignificantes en el tablero norteafricano. No lo está haciendo mejor la Unión Europea, que está asumiendo tácitamente la interlocución de Marruecos como socio y aliado obviando las violaciones de derechos y legalidad. Con todo, la gravedad del nuevo castigo es relativa. Lo que empieza a ser irreversible es el fracaso global. Y un peligro de conflicto bélico y exterminio físico real.
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