uscrito por PNV, PSE y el lehendakari, Iñigo Urkullu, el acuerdo de gobierno que marca las pautas de la acción del mismo en la próxima legislatura, su concreción queda ahora en manos del propio Urkullu quien lo desgranará mañana ante el Parlamento. Hasta la fecha conocemos poco más que la definición de sus líneas maestras, siquiera enunciadas, que son consideradas de escasa concreción curiosamente por quienes no tenían prisa por que el nuevo gobierno se constituyera hasta entrado el otoño, en el mejor de los casos. De lo que se puede constatar en el enunciado de las líneas de actuación acordadas es que difieren de muchos discursos electorales escuchados en los meses anteriores. La lógica de esa distancia está en el hecho de que sus valedores, que tampoco aportaron concreción relativa al mecanismo de cumplimiento de sus promesas, no han recibo la encomienda ciudadana para materializarlos. Así, quienes hoy argumentan el perfil continuista como reproche olvidan que ese perfil es el que una mayoría de la sociedad vasca ha legitimado en las urnas, reforzando además la distancia sobre quienes ofrecían el cambio como única e inconcreta propuesta de alternativa. Por lo demás, el acuerdo ha optado en sus líneas maestras por el realismo. La transformación de la sociedad que se propugna como síntoma de evolución solo puede hacerse desde los mimbres de los que se parte. Ninguna imposición de voluntad puede soslayar el realismo. En ese objetivo, los cuatro ejes identificados por PNV y PSE hablan de las necesidades y preocupaciones inmediatas sin descuidar los retos pendientes a más largo plazo. Inmediata es la necesaria reactivación de la economía y el empleo, como se acreditan en las cifras de actividad y desempleo y el rescate de los sectores de actividad más castigados. Inmediata es también la protección sanitaria, la educación como activo social a preservar y el sistema de protección y asistencia, bases del modelo de bienestar. Y ya es tiempo de entender que algunas estrategias tradicionalmente asociadas al largo plazo, se han quedado sin tiempo. Ahí están la sostenibilidad ambiental con sus implicaciones en la economía y la vida social y, junto a ella, las constantes que precisan mejora: autogobierno, como base del bienestar, convivencia, clave para la normalidad, y seguridad. Retos todos ellos que nadie va a resolver desde la mera ideología sino de la gestión de la realidad.
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