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El euro digital despeja su camino, pero no las dudas sobre sus beneficios

El BCE avanza en su intención de que el dinero virtual, que cree necesario para la autonomía europea, esté listo para 2029

El euro digital despeja su camino, pero no las dudas sobre sus beneficiosEP

La Unión Europea se ha visto obligada a apostar por la autonomía estratégica. Consciente de que Estados Unidos y China están acaparando la carrera industrial, tecnológica y de influencia militar en todo el mundo, trata de no perder comba en la económica y financiera. Para ello prepara la entrada del euro digital, un dinero virtual que permitiría “proteger la soberanía monetaria y la seguridad económica” de Europa en un momento en el que los flujos de capital que se canalizan a través de Internet se están concentrando sobre todo en Norteamérica y Asia.

La semana pasada, en la misma reunión en la que el consejo de gobierno del Banco Central Europeo mantuvo los tipos en el 2%, deslizó nuevos plazos para el comienzo de la emisión de la moneda virtual en el año 2029. Aún así, son múltiples las dudas en torno a un proyecto que no termina de verse claro desde la óptica del pequeño consumo, pues se considera que podría dañar la privacidad y la inclusión financiera, al tiempo que podría dar pie a un excesivo control de los gobiernos sobre la economía. 

Tras la conclusión del periodo de preparación, que comenzó justo ahora hace dos años, la previsión que maneja el BCE apunta a una posible primera emisión en 2029 si la legislación pertinente se adopta a lo largo del próximo año y la institución que preside Christine Lagarde decide finalmente dar el paso definitivo. En este sentido, los bancos centrales de cada Estado de la Eurozona deberán primero dar su consentimiento, algo que a su vez tendrá una correlación política, ya que los gobiernos también jugarán su papel a la hora de decidir si impulsan con claridad una iniciativa que no termina de depejar dudas entre algunos agentes y sectores sociales.

El BCE trata en cada comparecencia de hacer pedagogia sobre el euro digital, destacando sus ventajas y tratando de despejar incógnitas, aunque estas persisten. Según el organismo que coordina la política monetaria de la Eurozona, el euro digital “sería una forma digital de efectivo emitida por el banco central disponible para todos los ciudadanos en la zona del euro”. Es decir, un “equivalente electrónico al efectivo”. Estaría disponible para los pagos electrónicos en tiendas, en Internet o entre particulares y se almacenaría “en una cuenta creada en tu banco o en un intermediario público”, indica el BCE en su página web.

En su exposición de motivos, el organismo subraya que “los hábitos de pago de los ciudadanos están cambiando rápidamente” y que “más de la mitad de los pagos minoristas son digitales y las compras en Internet van en aumento”. Aunque no alude a ello, entre los países europeos crece la preocupación a dejar toda la responsabilidad de la infraestructura digital del comercio eléctrónico a empresas de fuera de la Unión Europea. Ahí están los grandes gigantes tecnológicos, como Google o Apple, continuadores del dominio que inauguraron, gracias a las tarjetas, Visa o Mastercard.

En este sentido, y tal como ocurre con las empresas que poseen la propiedad de las redes sociales, se muestran esquivas, en muchos casos, a someterse a las legislaciones europeas y priorizan, en especial tras la llegada del poder de Donald Trump, dar explicaciones de sus procedimientos únicamente a las autoridades estadounidenses. Además, el número de ciberataques a la esfera financiera europea en los últimos años se está incrementando. Un euro digital “reduciría la dependencia de la zona del euro de proveedores no europeos”, según el BCE.

Y es que un reciente informe de la Agencia de la Unión Europea para la Ciberseguridad (ENISA), los ciberataques asociados a actores estatales continúan siendo una constante. Rusia fue identificada como responsable del 47% de estos ataques, mientras que los grupos vinculados a China representaron el 43% y los de Corea del Norte, un 36%. Estos ataques suelen dirigirse sobre todo a instituciones públicas, con el 38,2% de los objetivos, seguidos por el sector del transporte y también las infraestructuras digitales y financieras, con un 7,5%, 4,8% y 4,5% respectivamente.

Por otra parte, y otro motivo no menor, es que el fomento de las nuevas criptomonedas, las llamadas stablecoins, por parte de la Administración Trump constituye otro factor que puede desestabilizar un equilibrio financiero mundial en el que además, la banca europea está perdiendo posiciones frente al poderío de las entidades chinas, que cuentan con el aval, casi sin límites, del propio Estado.

En cualquier caso, el BCE se está esforzando en todo momento en matizar que el euro digital “favorecería la inclusión financiera, protegería la privacidad y contribuiría a que los pagos fueran más fáciles y seguros para todos”. Es precisamente la vertiente de la inclusión financiera la que más preocupa, puesto que el dinero en efectivo –que el BCE insiste en asegurar que no va a desaparecer– es considerado por los expertos como la mejor garantía de evitar la exclusión de los circuitos financieros de los colectivos con menores rentas, así como de las personas de mayor edad, que ya sufren en mayor medida que otros grupos, más familiarizados con el empleo de los canales digitales, el cierre de sucursales bancarias y cajeros automáticos.

Además, se teme que las medidas de privacidad no cumplan con su función y que, por otra parte, se comprometa la libertad individual financiera, puesto que los Estados podrían tener la capacidad de imponer restricciones a los flujos de euros digitales en aras de proteger la estabilidad financiera.