Además de la brecha de género existente, el mercado inmobiliario muestra otros rasgos de polarización: se está consolidando un escenario en el que conviven dos tipos de compradores muy diferenciados. Por un lado, el que necesita endeudarse cada vez más para acceder a una vivienda en propiedad, porque los precios no paran de subir, y, por el otro, el que la compra sin necesidad de solicitar un préstamo hipotecario. Este último perfil está subiendo. En Euskadi, los últimos datos del Consejo General del Notariado, correspondientes a mayo, indican que el 65% de los inmuebles se adquirieron a través de una hipoteca o, lo que es lo mismo, el 35% se compraron a tocateja.
En el Estado, el porcentaje es mayor porque también es mayor la cantidad de operaciones realizadas por inversores, fondos o personas extranjeras. Sobre todo en ciudades como Barcelona, Ibiza o Madrid. Pero los grandes tenedores o quienes adquieren una vivienda como inversión están creciendo en todo el Estado, también en Euskadi. Según un estudio reciente realizado por Metrovacesa, promotora inmobiliaria, el mercado residencial del Estado está cada vez más segmentado. “El comprador tipo tiene hoy 44 años y, en caso de necesitarlo, financia el 71% del precio mediante hipoteca. Además, el esfuerzo económico medio se sitúa en 4,8 años de ingresos familiares”, apunta Metrovacesa, que señala que, sin embargo, un 39% de los compradores no necesita financiación bancaria, lo que apunta a una realidad “cada vez más desigual”.
Precio. Según los datos del Consejo General del Notariado de mayo, el precio de la vivienda en propiedad subió en mayo un 14,5% en Euskadi, dejando el metro cuadrado en 3.094 euros en el caso de los pisos. Esto coloca el valor de un inmueble de 80 metros cuadrados en una media de 247.520 euros. Asimismo, la cantidad prestada por las entidades bancarias se incrementó un 10%, es decir, hay un mayor endeudamiento los compradores.
El acceso a la vivienda se ha dividido claramente entre quienes dependen del crédito y quienes disponen de liquidez previa –por ahorro, apoyo familiar o patrimonio acumulado–. La clase media sigue accediendo a la vivienda, pero con un esfuerzo creciente. A su vez, gana peso un grupo de compradores con capacidad para adquirir sin endeudarse, al tiempo que se consolida la compra como inversión –en los últimos años, este perfil ha pasado del 5% al 18% del total–.
Según Metrovacesa, la vivienda se está convirtiendo cada vez más en un activo refugio en un contexto marcado por la inflación, la incertidumbre financiera y la escasa rentabilidad de otras opciones. “Este auge inversor responde de forma racional al entorno actual, mientras el acceso a la vivienda como bien de uso se complica, su atractivo como valor financiero se refuerza”, señala el servicio de estudios de la inmobiliaria, que indica que “en este escenario, inversores y compradores residenciales conviven y compiten en un mercado de oferta limitada, lo que añade presión al sistema”.
El estudio también pone cifras a esa oferta limitada: el año pasado, el Estado español sumó 449.000 nuevos habitantes, pero solo se crearon 136.000 hogares. A pesar del repunte en la actividad de las promotoras –los visados de obra nueva aumentaron un 18%–, la oferta no responde al crecimiento poblacional ni a las nuevas formas de demanda. “El resultado es un encarecimiento sostenido (12% interanual en el precio de la vivienda, según el INE) y una transformación profunda en las formas de acceso a la propiedad”, apunta el análisis.