El IPC cayó en el mes de junio al 2,8%, seis décimas menos que en comparación con el mes anterior. Pese a que el dato supone cinco décimas más que la estadística interanual (2,3% en julio de 2023), la tendencia de los precios es a la baja, ya que el de julio representó el segundo mes consecutivo de descenso después de las subidas que se registraron en marzo, abril y mayo. 

En ese mes, el quinto del año, la tasa del IPC llegó al 3,6%, con lo que la caída del mes que se cierra hoy asienta lo que parece una senda de retroceso de los precios tras la rebaja de los tipos de interés que dictó el Banco Central Europeo en junio. Un pequeño respiro que podría verse respaldado en septiembre, si el organismo que preside Christine Lagarde considera aconsejable una nueva rebaja del 0,25%. En cualquier caso, además de este movimiento, también han influido otras circunstancias.

“Esta evolución es debida, principalmente, al descenso de los precios de la electricidad, mayor que el año pasado; a la bajada de los precios de alimentación, frente a la subida de julio de 2023; y también, aunque en menor medida, a los precios de ocio y cultura, cuyos precios suben, pero menos que en el mismo mes del año anterior”, explicó ayer el INE en su nota de avance de unos resultados que deberán ser confirmados, de todas maneras, el próximo 13 de agosto.

El INE incorporó también en el avance de datos del IPC una estimación de la inflación subyacente (sin alimentos no elaborados ni productos energéticos), que en julio igualó la tasa general del IPC, un 2,8%, tras ceder dos décimas respecto a junio. La alineación de las tasas de inflación general y subyacente es otro comportamiento de los precios que permite creer que la disminución va tomando cuerpo para ser sólida. El objetivo es que la inflación retorne a la cota del 2%, el valor que los analistas creen óptima para darla por controlada. Por debajo de ese indicador numérico ya se situó precisamente en junio del año pasado, cuando se situó en el 1,9%.

Sin embargo, entonces se achacó este descenso al llamado efecto base de los precios, lo que restaba credibilidad a esa disminución. Aquella caída se debió, principalmente, a que la subida de los precios de los carburantes, de la electricidad y de los alimentos fue menor que en junio del año anterior, cuando estaban desbocadísimos por el pleno impacto de las consecuencias de la guerra de Ucrania. De hecho, en los meses siguientes volvió a subir de forma sostenida y en septiembre, apenas tres meses después, llegó al 3,5%.

El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, destacó ayer la “moderación progresiva de los precios”, en la que han sido claves la bajada de los precios de la electricidad y de los alimentos, que confirma la “fortaleza” de la economía española. El consumo privado y, al mismo tiempo, la tasa de ahorro de los hogares, se están incrementando, gracias a la buena marcha del mercado de trabajo, pero los salarios siguen sin crecer al mismo ritmo.

Aunque de manera cautelosa, las grandes economías de la zona euro empiezan a vislumbrar el fin del problema de la inflación fuera de control y centran sus esfuerzos en otras tareas, como el crecimiento industrial y el estímulo de las inversiones. Francia y Alemania, por ejemplo, ya tienen sus IPC respectivos en las tasas más bajas desde 2021.