El verano de 2022 se está asemejando a los períodos estivales previos a la pandemia. La recuperación del gasto anticipa unas cifras de récord para el sector turístico. Se está produciendo una reactivación del consumo en determinadas partidas no relacionadas con bienes duraderos, consecuencia de un momento económico en el que las buenas cifras de empleo están consiguiendo sostener el empleo. Y todo ello pese a la inflación, que aunque ofrece signos de moderación sigue instalada en niveles altos.

Los datos del Banco de España revelan que ha habido un incremento del crédito al consumo de mayo a junio de este año del 6,3% respecto al mismo período del año pasado, un aumento que no se daba desde el año 2005, época previa a la explosión de la burbuja inmobiliaria. En total, supone que las familias españolas han requerido 11.240 millones de euros más de endeudamiento en tan solo un mes, una cantidad que, por las fechas, va destinada de forma principal al gasto en conceptos como viajes, restauración, ocio y cultura. Una señal, por otro lado, de que está descendiendo el ahorro embalsado por muchos hogares durante la pandemia, si bien estos remanentes se concentraron sobre todo en las familias de rentas más altas.

La creación de puestos de trabajo está permitiendo un repunte del gasto que contribuye también a impulsar la actividad económica, de la que el consumo es un pilar fundamental. Un artículo elaborado por Carmen Martínez-Carrascal, del Departamento de Análisis de la Situación Económica del Banco de España, pone de manifiesto que la “fortaleza” del mercado laboral y el aumento del peso de la contratación indefinida “han favorecido la disminución de la probabilidad de perder el empleo” percibida por los trabajadores, “lo que reduce el ahorro por motivos de precaución y eleva los niveles de gasto de los hogares”. El informe recoge, no obstante, diferencias entre géneros y grupos de edades. De esta manera, los trabajadores menores de 35 años y las mujeres son quienes perciben más probabilidades de perder su empleo, debido a que en líneas generales ocupan en mayor proporción ocupaciones temporales y más inestables en términos contractuales. Sin embargo, la confianza de esos colectivos en mantener su puesto de trabajo en los próximos meses ha recobrado fuerza.

De igual manera, como subraya el documento, los hogares con ingresos medios y bajos y con un cabeza de familia joven “ajustan más su consumo en respuesta a cambios en la incertidumbre sobre las rentas laborales futuras que los hogares de rentas altas o los formados por trabajadores de mayor edad”. Además, el repunte del consumo en partidas asociadas al gasto vacacional no tiene correspondencia en todo lo vinculado a los bienes duraderos, que son aquellos como los autómoviles, los electrodomésticos, tecnología o ropa. De nuevo, según el informe del Banco de España, está tendencia es más apreciable en los hogares con rentas bajas y en aquellos donde sus miembros trabajadores están por debajo de la barrera de los 35 años.

Estos ascensos en el consumo llegan también en un contexto en el que la inflación general se modera, pero no así la concerniente a los alimentos. De esta forma, crece el gasto en la cesta de la compra, pero el tamaño de la misma mengua. Mientras que la inflación generalizada se mantiene en un entorno del 2%, los precios por llenar la nevera y la despensa siguen aumentado, lo que deriva en una caída del volumen de hasta el 2,6% en el caso de los alimentos y de 1,1% en el de las bebidas durante el primer semestre, según un informe de la consultora Circana. Las familias españolas gastaron en los supermercados 42.755 millones de euros en alimentos en los seis primeros meses de este año, un 10,6 % más que en el mismo periodo de 2022. Un incremento que se debe, exclusivamente, a la subida de precios, de acuerdo con los datos de la consultora, puesto que el peso de los carros de la compra se contrajo un 1%. En este sentido, para mirar el bolsillo, la marca blanca o de distribuidor se ha convertido en un gran aliado. El INE dio a conocer esta semana el dato de inflación del mes de julio, en el que se constató un rebrote del IPC. Este indicador se aceleró en julio al 2,3%, cuatro décimas más que en junio, impulsada por el encarecimiento de los carburantes en un mes en el que el precio de los alimentos y bebidas subió un 10,8%. Con este repunte, la inflación deja atrás dos meses consecutivos de moderación, mayo (3,2%) y junio (1,9%), aunque se encuentra lejos de las tasas de dos dígitos registradas en el verano de 2022, en parte por el efecto de comparar con un periodo en el que los precios ya estaban subiendo.

Las previsiones de distintos centros de estudios económicos apuntan a una moderación de la inflación en el segundo semestre del año, pero lo cierto es que persisten incógnitas en este punto, ya que los alimentos no ofrecen signos de contenerse, como prueba la continua subida del aceite de oliva, y los carburantes acumulan ascensos de precios coincidiendo con un mes de masivos desplazamientos como es agosto. En este sentido, además, el mes de septiembre suele ser uno de los que representa más gasto para las familias por los desembolsos que implica la ‘vuelta al cole’.