n refrán popular dice que nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Pues bien, la tormenta perfecta que ha azotado -continúa haciéndolo- al mercado mundial de semiconductores omnipresentes hoy día se desató con toda su fuerza en 2020, al calor de la pandemia, revelando la gran dependencia de Europa de la producción asiática. Hasta el punto de que la UE acaba de presentar un plan para recuperar terreno y lograr hacerse con el 20% del mercado mundial de microchips en 2030 -hoy apenas alcanza el 10% y ha retrocedido diez puntos desde la década de los 90-, un objetivo que pretende paliar futuros problemas de abastecimiento, pero también situar a Europa en la vanguardia de las transición digital y la transición verde. La cuestión ahora sobre la mesa es si el impulso de esos 43.000 millones de euros que la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula Von der Leyen, ha anunciado será suficiente para abordar un reto que se antoja mayúsculo.
Un dato: un informe de abril de 2021 de Boston Consulting Group citado por la propia Comisión en su comunicación al Parlamento y el Consejo europeos afirma que en los próximos diez años, la industria necesitará invertir alrededor de 3 billones de dólares en I+D y capital, a nivel mundial a lo largo de toda la cadena de valor, para afrontar la creciente demanda de semiconductores.
Las cifras mareantes no acaban aquí. Los expertos calculan que levantar una megafábrica avanzada de chips puede llegar a suponer una inversión de unos 20.000 millones de dólares y tardar entre tres y cinco años. Si el mercado global de chips alcanzó en 2021 los 550.000 millones de dólares, la CE calcula que llegará en 2030 al billón de dólares en 2030. Según IC Insights, firma estadounidense dedicada al análisis de mercado de semiconductores, las ventas de este producto en 2022 crecerán un 11% después de aumentar un 25% el año pasado.
¿Y qué es un semiconductor para generar tanto interés? Un semiconductor es un material que, en función de las circunstancias puede actuar como conductor, permitiendo el paso de la corriente, o como aislante. Actualmente, el silicio es uno de los semiconductores más utilizados. Y estos semiconductores se utilizan para producir transistores, circuitos -chips o microchips- y diodos. Así que de ellos depende la fabricación de una lavadora o de un coche; de un smartphone a un desfibrilador; de aplicaciones de infraestructuras energéticas o de mecanismos de automatización industrial.
Álava tiene un claro ejemplo del impacto de los problemas en la escasez y suministro de semiconductores y microchips en la planta de Mercedes-Benz, que acaba de aprobar ya su segundo ERTE en apenas un año para hacer frente a las dificultades en su cadena de producción. Pero la factoría de la calle Las Arenas no es una isla. “A nivel mundial, debido a la escasez de chips, no se pudieron producir 11,3 millones de automóviles en 2021 y en algunos Estados miembro (de la UE) la producción disminuyó un 34% en comparación con 2019, volviendo a los niveles de 1975”. Así lo recoge la citada comunicación de la CE.
La Comisión advierte: hoy solo dos compañías en el mundo, ubicadas en Taiwán y Corea del Sur, son capaces de producir los chips más avanzados. “Sin inversiones rápidas y suficientes, la cuota de mercado de Europa se reducirá a menos del 5%, dada la duplicación del mercado y la magnitud de los esfuerzos que se están realizando en otras partes del mundo -sentencia la CE-. También podría retrasar la adopción de chips de próxima generación por parte de la industria europea, poniendo en riesgo su mayor competitividad y autonomía tecnológica”. La Comisión es clara: “Los esfuerzos deben comenzar ya”.
Y la CE incide en la necesidad de acortar la brecha entre su liderazgo en investigación y las líneas de producción, apuntando a la vanguardia tecnológica -como la denominada computación en el borde, la inteligencia artificial o el 5G y 6G- y teniendo en cuenta aspectos de reciclabilidad y sostenibilidad.
Con el objetivo de alcanzar el 20% de esta tarta mundial del mercado de semiconductores en crecimiento, la Comisión ha anunciado la movilización de 43.000 millones de euros. 30.000 están ya contemplados en los fondos Next Generation EU, Horizonte Europa y presupuestos de los Estados miembro. Otros 11.000 millones de euros provendrían de la inversión público-privada para “financiar el liderazgo tecnológico en capacidades de investigación, diseño y fabricación”. Y otros 2.000 millones están previstos en el nuevo Fondo de Chips, cuyo fin es apoyar con capital a empresas nuevas o que estén en fase de crecimiento, así como a pymes.
Actualmente, las empresas europeas de semiconductores invierten del orden de los 6.000 millones de euros anuales. El objetivo es que una inversión pública de magnitud amplifique también la inversión privada.
La cuestión es ¿es suficiente este impulso que ha previsto Bruselas? Porque en la actualidad, Europa apenas produce el 10% del mercado mundial y sus competidores parten con ventaja. Y no paran. Estados Unidos ha puesto en marcha un plan con objetivos similares al europeo dotado con 52.000 millones de dólares para fabricación e investigación hasta 2026.
El plan de la Administración Biden responde directamente al de China, que está avanzando para recuperar el terreno en este ámbito: se calcula que en 2025 habrá invertido en torno a 150.000 millones de dólares en diez años. Japón acaba de anunciar 8.000 millones de dólares de inversión pública en este sector y Corea del Sur impulsará incentivos fiscales e inversiones en I+D y fabricación de sus empresas nacionales que supondrían 450.000 millones de dólares hasta 2030.
Un elemento interesante del plan europeo, que da medida de la relevancia que la CE concede a esta cuestión es que prevé suavizar sus normas relativas a la ayudas de Estado. De esta manera, la Comisión afirma que estudiará “caso por caso” si está justificado “cubrir con recursos públicos hasta el 100% de un déficit de financiación comprobado, si de otro modo tales instalaciones no existirían en Europa”, teniendo en cuenta, entre otros, el concepto firs-of-a-kind (el primero en su clase).
Ya hay quien vaticina que precisamente el apoyo público a través de ayudas y subvenciones puede convertirse en el nuevo campo de batalla para atraer la instalación de este tipo de fábricas. Uno de los gigantes del sector, Intel, ha avanzado planes para instalar dos fábricas en Europa, presumiblemente en Alemania, que negocia con la taiwanesa TSMC -líder mundial del sector- la construcción de otra.
La CE también se fija objetivos de formación, subrayando que la industria microelectrónica en Europa concentraba en Europa 455.000 empleos directos altamente cualificados en 2018. Un sector en el que, sin embargo, se advierte una creciente falta de mano de obra y una baja presencia femenina. Por todo ello, la Comisión pretende atraer y retener a este ámbito talento altamente cualificado, apoyando iniciativas de formación y capacitación e impulsando una red europea de centros de competencia.