bilbao - Euskadi vivió un 2019 especialmente convulso en el terreno laboral. El número de jornadas perdidas por huelgas se multiplicó por cuatro el año pasado para escalar hasta niveles insólitos desde la primera parte de la década de 2000. El principal foco de conflictividad ha sido el Metal de Bizkaia, y de hecho es este territorio el que concentra la amplia mayoría de los días perdidos por huelga, más de un 85%. Los conflictos en la enseñanza concertada y en las residencias de ancianos de Gipuzkoa también contribuyen a engrosar los datos de 2019.
Euskadi cierra así la década con una fotografía más parecida al escenario sociolaboral de hace veinte años que lo que ha sido la época más reciente. Y es que, con cerca de 400.000 jornadas de trabajo perdidas por huelgas el año pasado, habría que retroceder hasta 2004, quince años atrás, para dar con un ejercicio con más conflictividad.
En general toda la primera mitad de la década 2000 registró valores de conflictividad muy abultados. 2002 estableció el récord de este siglo con 658.828 días de trabajo perdidos por conflictos laborales -el registro histórico del Consejo de Relaciones Laborales (CRL) recoge, como único valor más alto, las 663.000 jornadas de 1999-. Solo dos años después el listón quedó muy cerca con 606.155 jornadas perdidas.
En cambio, ya en los años inmediatamente anteriores a la crisis y durante la propia recesión el nivel descendió con fuerza para acomodarse en torno a 100.000 jornadas perdidas. La curva toca suelo en 2015 cuando se dejaron de trabajar 18.000 días a causa de las reivindicaciones laborales, con una participación mínima de trabajadores en conflictos (poco más de 10.000).
huelgas y negociación colectiva La conflictividad suele ser un reflejo de la situación de la negociación colectiva. Si esta coge velocidad lo normal es que el termómetro laboral gane temperatura. Y es que la apertura de negociaciones del convenio es en muchos casos el paso previo al inicio de medidas de presión sindical. Y, normalmente, una situación económica de bonanza suele favorecer la disposición tanto de empresarios como de sindicatos a la negociación colectiva, motivo por el que los periodos más convulsos en las empresas no tienen por qué coincidir con épocas de crisis sino que suelen hacerlo con periodos en los que se han encadenado varios años de crecimiento.
A esa lógica responde la fotografía de Euskadi. Al contrario de lo que podría parecer, durante la oleada de EREs y despidos del periodo 2008-2012 la conflictividad se mantuvo dentro de unos márgenes más o menos controlados. Sí hubo un repunte en 2010, pero la conflictividad volvió enseguida a decaer hasta ese entorno de 100.000 jornadas perdidas por año. Y es que ante una situación económica y social delicada es lógico que crezcan los temores a perder el empleo y las resistencias a participar en protestas.
La propia realidad de muchas empresas no invitaba a la parte sindical a hacer planteamientos demasiado ambiciosos en las mesas de negociación. Y es que cuando lo que está en riesgo es el empleo la renovación del convenio y la subida de los salarios quedan en un segundo plano. Es más, en muchos casos, sobre todo en el sector industrial, se produjeron cambios en el convenio pero a la baja.
despegue en 2016 A medida que el escenario macro ha ido mejorando el dibujo de la conflictividad laboral ha cogido otro color. El número de jornadas perdidas empieza a despegar a partir de 2016, cuando el nuevo contexto económico empezaba a asentarse. A ese primer repunte los sindicatos le han dado continuidad en los siguientes ejercicios, aunque lo ocurrido en 2019 rompe todas las previsiones. El incremento de los días perdidos por conflicto es del 291%, es decir, cuatro veces más que en 2018, según los datos del CRL hasta noviembre.
Como ocurrió en el inicio de la década de 2000, el ascenso de la conflictividad está muy relacionado con los movimientos en el Metal. En este caso han sido los metalúrgicos vizcaínos -el convenio engloba a más de 50.000 trabajadores- los que han realizado diez días de huelga repartidos en dos bloques, uno previo al verano y otro en el inicio de octubre, cerrándose el conflicto con la firma de un acuerdo hasta 2021. Hay que tener en cuenta que los paros nunca tienen un seguimiento del 100%, de ahí que no se pueda computar a todos los trabajadores del Metal a la hora de hacer el cálculo global de jornadas perdidas.
Otro de los grandes conflictos en este pasado año ha sido el de la enseñanza concertada de la CAV, que se arrastraba en realidad desde 2017, cuando arrancó una dinámica de movilizaciones que ha incluido hasta 29 jornadas de paro. Otro conflicto, en este caso aún abierto, es el de las residencias de Gipuzkoa, ya con un volumen más bajo de trabajadoras. Además, hay que recordar que el 8 de marzo de 2019 algunos sindicatos vascos llamaron a parar en los centros de trabajo con motivo de la huelga internacional feminista.