Vitoria - Entre listones de madera, tablones de aglomerado y montañas de viruta de arce, nogal y abeto duerme desde hace tres años el sueño de un puñado de emprendedores vascos empeñados en cambiar la movilidad de las ciudades a partir de ese “vehículo mágico” que es la madera. Probablemente, aseguran, el más noble y primitivo de los materiales al que de un tiempo a esta parte se ha tratado de desprestigiar alegando que se trata de un elemento con poco glamour tecnológico o, al menos, un material carente de ese barniz high tech que sí ofrecen el aluminio, el acero o el carbono. Pero no importa. Absolutamente convencidos de que sí es posible hacer las cosas de otra manera, este grupo de emprendedores vascos -siete para ser exactos- acaba de poner el contador a cero para iniciar un proyecto empresarial con aspiraciones internacionales que está llamado a sacar provecho del sinfín de oportunidades que presenta a pesar de que el ejército de incrédulos que arrastra no aprecie más que problemas, reconocen en el grupo con cierta resignación.

Para situar este proyecto con ramificaciones en los cuatro Territorios vascos hay que remontarse a 2006 y fijar las coordenadas en la parte más boscosa de Zerain, la localidad guipuzcoana donde se asienta una serrería-taller de más de 500 metros cuadrados decorada con fresadoras, prensas, calibradoras y sierras de tamaño industrial. En este frondoso e inhóspito enclave de esta comarca del Goierri que linda con Segura y Mutiloa y al que se accede después de serpentear un pequeño puerto sin apenas espacio para dos vehículos es donde dos hermanos de la zona, Andoitz y Aitzol Telleria, comenzaron hace veinte años a moldear la madera por puro deleite personal. El primero, arquitecto de carrera aunque sin el título oficial al restarle aún el proyecto final, abrazó el aroma de los troncos, la viruta y los tarugos influenciado probablemente por su hermano, un ingeniero agrónomo que tampoco certificó su paso por la universidad con un título pero que, a cambio, sí atesora varios grados de FP que entonces y ahora le dieron las claves para comprender porqué la madera, no se sabe muy bien cómo, le cambió hace años la vida.

Con 19 se cortó un dedo por andar donde no debía y un año después ya tuvo claro que este noble material formaría parte de su trayectoria “sí o sí”, responde con contundencia desde el taller a medio terminar -en madera, claro- que hace un año levantó a puro pulmón con su hermano y que alberga hoy la sede productiva de este singular proyecto empresarial que lideran junto a otro ingeniero alavés como Aitzol Fernández y otros tantos “chiflados” de la movilidad urbana como Aritz Iturrioz, Iban Lizarralde, Iñigo Ruiz de Apodaca y Enrique Ardura. Un sueño que en 2017 se hizo realidad en Bilbao y que alumbraron como Axalko Bizikletak S.L.

De la vasta experiencia profesional de todos ellos en aspectos vinculados con este campo y después de dos años largos rumiando diseños, prototipos y una primera tanda de ventas por medio mundo (Japón, Italia, Francia, Suiza...) enfocada a modo de testeo entre los primeros clientes, acaban de pisar a fondo el acelerador para impulsar un proyecto de país tan singular como ambicioso: diseñar y fabricar en Euskadi una bicicleta de madera de alta gama destinada a un público selecto y exportar la idea, de momento, a Europa. Todo ello a partir de una estructura empresarial sólida y un modelo de negocio tan real como ambicioso. “Es el paso lógico de un modelo artesanal que ha sido testado y homologado a uno industrial que ya cuenta con la madurez suficiente para asumir, por fin, el reto”, sostiene Aitzol Fernández, gerente y director comercial de Axalko, además de consultor especializado en movilidad urbana sostenible con liderazgo en proyectos desarrollados al uso como el Evolo, el triciclo alavés de pedaleo asistido que desde su salida al mercado en 2010 está revolucionando el sector del reparto de mercancías en las principales capitales de Europa, especialmente en esos tramos críticos que el sector denomina última milla.

Las bicicletas de Axalko, que son bicis “con alma”, en palabras de sus creadores, son la consecuencia de un trabajo concienzudo donde artesanía y alta tecnología se entremezclan con increíble acierto, ofreciendo como resultado un proyecto de país con un potencial de crecimiento considerable vista la demanda que existe en Europa de este tipo de productos tan elitistas. Así, Bizkaia asumirá el montaje definitivo del resto de procesos que conforman el cuadro de la bicicleta a cargo del Grupo Urbegi, un proyecto de alto compromiso social surgido en 2002 con la vocación de aportar soluciones competitivas y de alta calidad a empresas y, de este modo, generar oportunidades de empleo para personas en situación de vulnerabilidad. Álava, por su parte, ostentará la gerencia y la dirección comercial de la empresa, que contará además con otro punto de promoción comercial en la localidad labortana de Baiona, desde la cual se liderará la expansión en este país.

Y en Gipuzkoa, concretamente en Zerain, estará el taller donde se diseñan y ensamblarán los cuadros de madera. “Es la parte industrial más delicada de todo el proceso, pues estamos hablando del encolado de las piezas y el ensamblaje final del cuadro a partir de mecanizado de alta precisión”, explica Aitzol Telleria.

holanda, la capital de la bici Una propuesta a cuatro bandas, en definitiva, que anhela dar respuesta a las necesidades del mercado de la bicicleta y cuyo valor diferencial estriba en la metodología propia desarrollada por Axalko para elaborar series muy cortas y exclusivas de un cuadro de madera de entre 1,5 y 2 kilos, según la talla, tan resistente como el acero y el aluminio y que este grupo de ebanistas tarda en fabricar dos meses (unas 600 horas). “Un cuadro compatible con piezas de altísimas prestaciones tecnológicas que además es más estético, cómodo, elástico, biodegradable y funcional que el resto, pues absorbe mucho mejor las vibraciones”, se felicita Aitzol Tellería mientras sujeta entre sus manos con suma delicadeza una de sus últimas creaciones.

Aunque el portfolio de Axalko contempla de momento solo tres modelos de bicicletas (carretera, gravel y fixi), en el horno está ya una cuarta opción para un molde más urbano, “pero vamos a ir poco a poco”, desliza el gerente. “¿Y el futuro?”, interpela el periodista. “Si este medio es la manera más eficiente de transportarse en las ciudades, ¿por qué la gente no lo utiliza?”, se pregunta desde hace años Fernández con la vista puesta, “ojalá”, en un país como Holanda, la capital mundial de la bicicleta con más de 18 millones de unidades, cuando la población es de 17 millones. “Sólo en Amsterdan, la capital, existen alrededor de 800.000 bicletas y 500 kilómetros de carriles bicis”, envidia el gerente.