Donostia - El 16 de octubre de 2013 fue un día aciago para el cooperativismo vasco, que veía incrédulo como Fagor Electrodomésticos, durante años uno de los referentes de la economía guipuzcoana, presentaba en el juzgado de Donostia un preconcurso de acreedores para tratar de refinanciar su deuda. Una medida desconcertante y sin precedentes. La Corporación Mondragon, el primer grupo empresarial vasco y el séptimo del Estado, con 80.000 trabajadores, dejaba caer a la cooperativa de la que empezó a construirse el gran grupo que aún hoy es Mondragon.

Solo unos meses antes, en mayo, la Corporación había decidido inyectar 70 millones de euros para mantener a flote Fagor, pero finalmente el grupo cedía ante el peso de los 1.000 millones de deuda acumulados tras años de pérdidas desde 2008. El martes se cumplirán cinco años de ese momento, triste efemérides de un día de infausto recuerdo al que siguieron otros igual de malos.

Gipuzkoa vivió un terremoto con epicentro en Arrasate, localidad que daba nombre a Mondragon Corporación Cooperativa (MCC). Solo en la comarca de Debagoiena, Fagor-Edesa daba empleo a unas 1.800 personas; 600 de ellas, en Arrasate.

Las instituciones trataron de mediar, se planteó un plan de viabilidad, el cooperativismo, herido, se echó a la calle, pero el 30 de ese mismo mes, llegó la sentencia. La Corporación consideraba inviable la nueva propuesta para sacar a flote al fabricante de electrodomésticos.

Fagor-Edesa, con 5.700 empleados, 2.000 de ellos en Euskadi, pasaba a manos de un juez, y de ahí, a unos administradores concursales. Atrás quedaban años mejores de una cooperativa que lo fue todo y en 2007 llegó a tener 9.400 operarios y una facturación de 1.750 millones de euros.

Cinco años después, el caso Fagor mantiene vertientes en los tribunales por la reclamación de 940 socios que luchan por recuperar 47 millones invertidos en aportaciones voluntarias y préstamos mercantiles, “pero el cooperativismo ha demostrado haber sorteado la crisis mejor que las empresas convencionales de capital. Claramente, además”, asegura el asesor para la creación de cooperativas Beñat Irasuegi. “Lo que más duele, es que muchos aprovecharon la caída de Fagor para ir contra del cooperativismo y eso sí que no”.

made in Euskadi Un modelo, el cooperativo, “surgido en el siglo XIX en respuesta a la explotación más dolorosa de un capitalismo salvaje, en su momento más duro”, afirma Aitor Bengoetxea, director del Instituto Gezki de Derecho Cooperativo y Economía Social; y que además tiene su particularidad en Euskadi.

“El cooperativismo vasco tiene un carácter propio, diferenciado del resto de cooperativas que hay en el mundo, donde los socios son usuarios, y no productores, como aquí. El cooperativismo en Euskadi es de naturaleza diferente y sí tiene futuro pese a que hay elementos que necesitan ser repensados porque vivimos en un mundo cambiante”, añade Antonio Cancelo, expresidente de MCC.

Su gran valor, apunta, Aitzol Loiola, investigador de Lanki (Instituto de Estudios Cooperativos de Mondragon Unibertsitatea), es que las cooperativas son “empresas basadas en la propiedad de los trabajadores, en cuyas manos recae el poder de decisión, y el objetivo prioritario es el empleo. Son empresas enraizadas al territorio y que aplican criterios de solidaridad a la hora de repartir la riqueza generada. Y para ello, Mondragon ha creado mecanismos como la reubicación de trabajadores cuando no tienen trabajo en su cooperativa”, resume Loiola.