Los seres humanos somos dados a polarizar en extremo nuestros gozos y sufrimientos. Tanto es así que los datos conocidos esta pasada semana sobre la creación de empleo y la recaudación fiscal podrían llevarnos a un escenario eufórico si no valoramos en su justa medida los síntomas negativos o, si lo prefieren, síntomas menos positivos, porque haberlos haylos en la economía vasca, que sigue progresando en el restablecimiento de sus constantes vitales, pero el proceso se ve enturbiado porque la rehabilitación no llega a todos por igual. El escenario me recuerda al principio de Arquímedes, aunque planteado en sentido inverso.
Como se recordará, la leyenda dice el físico y matemático griego, mientras tomaba un baño, observó que el nivel del agua de la bañera subía cuando él entraba, razón por la que salió corriendo desnudo por las calles gritando eureka (lo he encontrado) en referencia a la ley o norma física que viene a decir: “Un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo, experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al peso de la masa del volumen del fluido que desaloja”. Naturalmente, cuando ese mismo cuerpo sale, el nivel del fluido vuelve a ser el inicial.
Pues bien, cuando la crisis se sumergió en la economía vasca provocó un empuje vertical igual al peso de los miles de puestos de trabajo destruidos, el empobrecimiento general y la pérdida de poder adquisitivo. De modo que ahora, cuando el cuerpo del delito, es decir, la crisis, abandona su empuje vertical la economía debe recuperar los niveles (empleo, recaudación, poder adquisitivo, etc.) que tenía en tiempos de bonanza. De no ser así, la recuperación no puede darse por realizada, como ocurre en la economía vasca, tal y como podemos ver a continuación.
Ahora bien, un desempleo que afecte a una de cada diez personas incluidas en la población activa es una tasa preocupante porque afectará, fundamentalmente, a cuatro colectivos muy vulnerable: parados de larga duración con más de 50 años; jóvenes; personas con escasa o nula preparación y, naturalmente, las mujeres. Todo ello, sin olvidar la precariedad laboral en muchos de los empleos creados en los últimos años.
Hay un dato que muchas veces pasa desapercibido o, simplemente, no se menciona para no romper el idilio mediático entre la política y los buenos datos económicos. Se trata de la inflación. La carestía de vida acumulada desde enero de 2007 hasta la última noche de San Silvestre es de un 19,8% para la cesta de la compra vasca. La pregunta obligada es: ¿Se han recuperado lo salarios en igual porcentaje? Evidentemente no. Resumiendo, el principio de Arquímedes, observado en sentido inverso, no se cumple en el caso de la economía vasca porque no se ha recuperado toda la masa de fluido (empleo, consumo y poder adquisitivo) que fue desplazada cuando la crisis se sumergió en nuestras vidas.
Dicho con otras palabras, todavía no podemos salir a la calle y gritar: eureka.