tal y como transcurren los días en Catalunya recomiendo leer el Trilema de Rodrik, un interesante ensayo que facilita entender mejor la fuga de bancos y empresas. Según asegura este profesor de Economía de Harvard, el sistema económico de libre mercado obliga a elegir entre dos de estos tres conceptos: democracia política, soberanía nacional y globalización económica. No pueden convivir todos al mismo tiempo y en plano de igualdad. En términos literarios, es como pretender que un mismo texto comparta la poesía lírica (democracia independentista), la épica (patriotismo unionista) y la prosa (pragmatismo financiero).

Es decir, el sistema económico basado en el juego de las fuerzas de mercado está en libertad condicional y el trilema de Rodrik sigue abierto, sin respuestas coherentes y ampliamente aceptadas. Catalunya reclama un Estado propio como instrumento para articular y defender sus intereses en el marco europeo y al mismo tiempo participar en la gobernanza de Europa que, globalizada por un proceso de integración, limita la soberanía de sus Estados, cuyas decisiones no siempre son resultado del diálogo democrático y acuerdos consensuados, sino el mandato unilateral del poder financiero (plutocracia), que aplica normas bajo razones tecnocráticas que ignoran la dignidad democrática y las consecuencias sociales. Surge el desequilibrio de los tres conceptos.

Un ejemplo paradigmático: el acuerdo de 323 ciudadanos diputados del PSOE y PP para cambiar el artículo 135 de la Constitución sin permitir a millones de españoles ejercer su derecho a decidir sobre sus prioridades de gasto, ajuste y recaudación fiscal. La pretendida y sacralizada épica de la soberanía nacional fue violada por la imposición de la Troika que, no nos engañemos, escribe en prosa.

Pero dejemos a un lado estas divagaciones para centrarnos en la fuga de bancos y empresas de origen catalán. Digamos, en su descargo, que la hipotética independencia de Catalunya proyecta incertidumbre y significa abandonar, aunque sea temporalmente, la zona euro y, por tanto, carecer de la protección del BCE, que presta dinero al 0% de interés y compra deuda, lo cual generaría problemas de liquidez y, en el caso de los bancos, pueden sufrir una retirada masiva de fondos.

Ahora bien, ¿son estas las únicas razones? Creo que no.

Muchas empresas y entidades financieras sobreviven gracias a las ayudas públicas recibidas a fondo perdido y/o por haber sido adquiridas por multinacionales o fondos de inversión, también conocidos como fondos buitre, que solo pondrán su dinero allá donde se garantice buenos dividendos, al margen de los conflictos sociales que puede generar. Sirva como muestra la compra masiva de viviendas sociales en la Comunidad de Madrid.

La pretendida épica patriótica es prosa servicial y obediencia debida a quien ejerce como portavoz de la plutocracia, dueña y señora del destino de los bancos receptores de ayudas públicas. Es el caso de Banco Sabadell y CaixaBank, sujetos a las órdenes del Estado tras recibir 26.302 millones de euros el primero, según el Tribunal de Cuentas, por hacerse cargo de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) con sede en Alicante, y unos 10.000 millones de euros el segundo por el Banco de Valencia. Pagaron un euro cada uno por las entidades intervenidas y el Estado les regaló el Esquema de Protección de Activos (EPA), por el que se hacía cargo de las pérdidas derivadas de los activos más problemáticos de las entidades quebradas y adquiridas.

CaixaBank también es determinante en Gas Natural y Agbar.

La energética tiene que ser obediente con el Estado, en la medida que lo está la entidad financiera, y consensuar sus planes estratégicos con un fondo de inversión con sede en Nueva York (GIP III Canary) al que vendió hace un año y junto a Repsol, el 20% del capital por valor de 3.800 millones de euros. La segunda solo tiene de catalán su nombre porque desde 2008 pertenece al 100% al grupo francés Suez a través de Hisusa (Holding De Infraestructuras Y Servicios Urbanos SA), en la que participa a su vez La Caixa con el 24,26%.

Dicho todo cuanto antecede, ¿alguien se cree que estamos ante un ejercicio de patriotismo? No hay lírica democrática en estas cuatro empresas, sino prosa sumisa a quien concede ayudas a fondo perdido o quien las compra. Intereses puramente crematísticos ponen el resto, mientras el Gobierno español aprovecha la eficaz dictadura de la globalización y la hace pasar como épica patriótica.