lo peor del dicho popular El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra no es el tropiezo en sí mismo, sino la arrogancia (o estupidez) de quienes siguen empeñados en mantener las mismas promesas que luego no cumplen y las mismas políticas que alimentan la decepción, el miedo y la indignación de la sociedad. Tenemos un buen ejemplo en este año en curso que pasará a la historia por tropiezos como el Brexit o las elecciones en EEUU, cuya sonoridad amortigua el estruendo de otros disparates europeos como la crisis de los refugiados, la corrupción y la desigualdad.

No deja de ser paradójico que, cuando aún no se han apagado las consecuencias de la grave crisis económica sufrida desde 2007, parece olvidado que el epicentro de la misma, es decir, el mayor responsable de los millones de puestos de trabajo destruidos y del empobrecimiento de la sociedad es el supuesto sistema de autorregulación del poder financiero. Recordemos que, no hace mucho tiempo, se criticaba al sector financiero por querer imponer la injusta medida de socializar las pérdidas y privatizar los beneficios con el argumento de evitar una crisis sistémica tras la caída de Lehman Brothers. Algo así como que si no se salva a los bancos el enfermo (la sociedad) se muere.

Pues bien, ¿hemos aprendido la lección? Me temo que no. En 2010 el G-20 encargó un informe al FMI para “estudiar distintas alternativas para que el sector financiero haga una justa contribución y pague la carga realizada por el sector público para reparar el propio sistema financiero”. En abril de 2010 se reunieron en Madrid los ministros de Finanzas del G-20 para debatir las recomendaciones del FMI. Se debatió sobre una posible tasa Tobin para la banca y la posible instauración de Fondos de Rescate Bancario destinado a mitigar el riesgo sistémico del sistema financiero. Pero nada ha cambiado, salvo el fortalecimiento del sistema de autorregulación financiero. Por tanto, nuevas crisis ocurrirán de igual manera.

Llega un día en que un demagogo se proclama protector del pueblo y de la democracia amenazada. Un argumento tan versátil que permite hacerlo desde posiciones antagónicas, las llamadas izquierdas o derechas, sin variar un mensaje que, en ambos casos, primero la emprende contra los ricos, después contra todo hombre de bien, para no tener jueces ni rivales. El tirano utiliza la fragilidad de la democracia para sus deseos más crueles y desenfrenados, acude al fraude, al engaño y a la violencia para conseguir sus propósitos.

Llegados a este punto, rescato en estas líneas la reciente entrevista de Juan José Ibarretxe en ETB-2 no tanto por su acertado diagnóstico de la situación actual, definida como “desigualdad obscena que es una enfermedad terminal para los partidos políticos tradicionales”, sino por su preocupante pronóstico ya que “si no se lucha contra ella, veremos nacer más y más Trump en el mundo”. No sorprende semejante posibilidad, quizás se deba a que “Trump no es novedoso, hemos visto ya en Europa este tipo de movimientos sin darnos cuenta”.

Tras el diagnóstico y el pronóstico, parece evidente que si queremos evitar el eterno retorno al tropiezo (crisis económica) en la misma piedra que es la desigualdad, Ibarretxe nos deja su recomendación: “Tenemos que tomar conciencia de todas estas cosas”, a la que añado: sin caer en la tentación de creer lo que prometen los demagogos.