El golpe, demoledor, llegó el 21 de enero. Fue entonces cuando ArcelorMittal informó a los trabajadores de la ACB que cerraba la planta vizcaína. En un principio era de manera temporal, hasta que escampase el vendaval al que se ve sometido el sector del acero en Europa. Pero esta semana se han cumplido 200 días desde ese fatídico anuncio y la planta sestaoarra sigue sin latir. Desde entonces, 600 trabajadores viven un castigo para el que todavía no se atisba solución.
Rubén Rodríguez es una barakaldarra que lleva diez años en la empresa. “Estas cosas nos llegan de un día para otro, pero no son fortuitas. Son cosas planeadas en una estrategia a nivel global. Los que estamos en la base de la empresa nos llevamos una sorpresa”, explica tras 200 días alejado de su puesto de trabajo, “en noviembre nos dijeron que íbamos a tener un montón de trabajo en el primer semestre. La gente estaba ilusionada después de varios años con ERE. Parar sin poner una fecha de reapertura, fue un poco raro”.
A finales de enero el propio lehendakari Urkullu se presentó en Bruselas para tratar con el comisario europeo de Energía sobre la competencia desleal del acero chino, la principal causa esgrimida por Arcelor para el cierre. El mes terminó con una multitudinaria manifestación en apoyo a los trabajadores. Más de 600 familias expresaron su indignación por la decisión de la acería.
Febrero fue un mes convulso. Por un lado, el Comité de empresa de Harsco Metal, la principal contrata de la ACB planteó la posibilidad de realizar una huelga indefinida ante el escenario de incertidumbre creado. Finalmente, el horno de la ACB se apagó el 4 de febrero, mientras Arcelor vendía su parte de Gestamp por 875 millones de euros amparándose en los 7.134 millones de pérdidas de 2015. La ACB cerraría el 17 de febrero.
Casi a la vez que Bruselas abría una investigación sobre las bobinas chinas de acero que llegaban a Europa, Arcelor cambiaba su discurso y no garantizaba que las medidas antidumping salvasen a la ACB. En marzo la planta propuso a los trabajadores retomar la actividad un par de fines de semana al mes, pero Arcelor echó atrás la propuesta al considerar que con 10.000 toneladas mensuales de producción no se cubrirían los costes.
La medida de los fines de semana sería retomada en abril y aprobada con vistas a julio, pero la empresa incumplió un acuerdo que Rubén Rodríguez no ve positivo: “Es una miseria y un anticipo al cierre. Estos están para ganar dinero y yo no estoy en contra, porque es muy lícito. Pero si los trabajadores somos los que les ayudan, la base de la pirámide, se nos tiene que tener en cuenta y no utilizarnos como una herramienta para presionar a los gobiernos y pueblos. Solo pedimos unas condiciones dignas. No entiendo por qué hay que cambiar a peor cuando sabemos que la empresa está ganando dinero”.
En mayo los ayuntamientos de la margen izquierda y de la zona minera realizaron una petición para que Arcelor garantizase el empleo en la ACB. Lakua, por su parte, reclamaba a la acería transparencia y que facilitase la entrada a otros posibles agentes que pudiesen estar interesados en dar continuidad al sector del acero en el país. Rubén también coincide en las lagunas del discurso de Arcelor: “Te hablan de las condiciones del mercado, pero luego ves que es una estrategia de la empresa para conseguir subvenciones de dinero público. Los resultados del primer semestre de ArcelorMittal decían que habían ganado entre 600 y 800 millones de euros. Por eso choca que le pidan al Gobierno Vasco 10 millones de euros sin ningún tipo de garantía para seguir a medio plazo. Su objetivo es reducir costes y plantilla y sacar dinero de ayudas públicas”.
negativa a vender A pesar de que Urkullu trasladó a la plantilla de la ACB que su futuro podría estar fuera de Arcelor, la empresa aseguró en junio que no tenía intención de vender la planta. La acería exigió a Lakua ayudas millonarias y medidas como que la Ertzaintza se hiciese cargo de la seguridad de la planta. El Gobierno Vasco lo vio inasumible y reclamó a Arcelor un plan de verdad con compromisos hasta 2020. El trabajador barakaldarra reconoce que el Ejecutivo vasco “ha hecho poco o nada” cuando otras empresas han cerrado o han tenido recortes importantes, pero entiende la postura de Lakua: “Para cuando empezaron con los contactos ya era un poco tarde, pero reaccionó. Aunque al principio han sido un poco blandos, luego se han puesto serios y han tenido en cuenta planes del comité. Pero Arcelor pasó de todo. Estaba obcecado en su recorte de personal y derechos laborales. El Gobierno Vasco creo que mantiene la posición que debe mantener. Como trabajador quiero que ACB funcione por mí, por mi entorno y demás. Pero no a cualquier precio. ¿Qué derecho tenemos en Arcelor que no tengan en otra empresa pequeña que le va mal? ¿Por qué nos van a dar dinero a nosotros y no a otros? No somos especiales y trabajamos igual que el resto. Encima, tenemos el añadido de ser una empresa grande que tiene muchos millones de beneficios y que no va tan mal como dicen”.
El 14 de junio la plantilla de la ACB aceptó el plan para reabrir en julio con la mitad de personal y solo dos fines de semana al mes. La votación se salvó con un 50,7% de los votos, lo que evidenciaba la brecha entre dos bloques sindicales: UGT y CCOO frente a ELA y LAB. Rubén Rodríguez lamenta el acuerdo: “Yo creo que no se tenía ni que haber votado, porque no tiene ni pies ni cabeza. Pero hay que aceptarlo. No han reducido sueldos, pero han reducido plantilla y han cargado más responsabilidades. Te pagan lo mismo, pero el trabajo es el doble y te dicen que hay que hacerlo con la misma profesionalidad y conocimiento que las que eran tus tareas”.
Mientras tanto, el pulso entre Arcelor y Gobierno Vasco se recrudece. La acería presiona afirmando que no reabrirá la planta sin ayudas y solicita 15 millones de las arcas públicas. La respuesta de Lakua es implacable: alega que Arcelor pide ayudas para cubrir las pérdidas estimadas en los próximos dos años. En julio la acería incumplió los plazos acordados con la plantilla para reabrir los fines de semana y propuso a los trabajadores coger vacaciones para regresar el 8 de agosto, donde podría realizarse la vuelta a la actividad.
Agosto arrancó con buenas noticias. Europa establece aranceles para el acero chino. Es un primer paso para proteger el sector, aunque desde Lakua se reclamó más medidas para proteger otro tipo de aceros, los realizados en la ACB. “A nosotros no nos afecta”, se lamenta Rubén Rodríguez, “la medida es buena, pero queda en polvo porque el indio (Mittal) también tiene fábricas de acero en Asia y trae el acero a Europa. ¿Él mismo pide aranceles para los productos que él está trayendo? Es contradictorio”.
El 8 de agosto vuelve a retrasarse la reapertura y se baraja para ello la fecha del 9 de septiembre. La empresa propone trasladar el departamento de I+D de Zamudio a Sestao y optar a incentivos por innovación. Desde las instituciones públicas, Unai Rementeria y Arantxa Tapia vuelven a invitar a Arcelor a vender la planta. Rubén Rodríguez, por su parte, desconfía de las intenciones de Arcelor: “Los primeros meses se hablaba de dumping y ahora eso se ha diluido. Ahora hace falta dinero para I+D y proponen que sea una planta piloto para probar nuevos productos. La empresa puede querer tenerla así unos años, medio destrozar la planta haciendo pruebas que dañan las instalaciones y luego, con la planta machacada sin mantenimiento, decir que no se puede vender. Con estos no te puedes esperar ninguna casa buena”. En cuanto a la posibilidad de vender la ACB, reconoce que es hablar sobre terreno desconocido: “Igual te coge un grupo que va bien o te cogen otros que son peores. Podría ser algo bueno porque ya vemos cómo va esto con Mittal. Eso sí, no porque cambies el collar va a ser mejor el perro”.