“Ahora ya no pides trabajo, ahora lo mendigas y encima te tratan de esa manera”. A punto de cumplir los 50, este parado bilbaíno está de “calentón”. Muy quemado. Mucho. Y no solo porque le hicieron un contrato de un año en pruebas, como si fuera un principiante, para terminar echándolo a la calle, sino por los “sueldos ridículos que pagan algunos empresarios aprovechándose de la situación” y lo “engañado” que se siente cuando en un anuncio te prometen “el oro y el moro y luego llegas allí y resulta que al sueldo fijo que ofrecían le ponen la coletilla de sujeto a unos objetivos”. Vamos, que si no vendes tantas pólizas de seguros o lo que quiera que sea al mes, te vas a tu casa, asegura, con los bolsillos vacíos. “No es ético jugar así con las personas. Hacerle a un tío que está cobrando 400 euros gastarse 4 en ir a una entrevista para llevarse un chasco es una falta de respeto”.
Él ahora ya no acude a las ofertas que no garantizan una retribución fija, pero no hace tanto picó el anzuelo. “En un trabajo estuve un mes, no llegué a los objetivos y me fui a la calle sin cobrar un duro. En otro estuve ocho días y lo dejé porque no vendía nada. Encima me gasté 50 y pico euros en un bono de transporte, más los cafés que tuve que tomar para poder ir al baño en los bares porque tu oficina es la puñetera calle”, protesta. Si algo aprendió de aquello, dice, fue que “no hay que quemar a tu entorno”. “A no ser que consigas muchos clientes, lo que les importa de ti es que explotes a tu círculo: que le enchufes un contrato al del bar, a tus padres, a un cuñado... Luego, como no vendes, no llegas al tope y no cobras, te desesperas y tú mismo te vas. Son tan elegantes que ni siquiera te echan”, censura con ironía. Al menos, reclama, “te podrían pagar la comisión de cada contrato que consigues”.
Visto lo visto, que le ofrezcan poco más de 400 euros fijos, más comisiones, por un contrato de 3 horas, “aunque luego tengas que trabajar 8 o más si eres comercial”, le parece un clavo ardiendo al que agarrarse. “De lo malo, malo... Me han dicho en la entrevista que ya me llamarán. Está tan mal el asunto que tragas porque tienes que dar de comer a tus hijos”, se justifica, como si tuviera que darle explicaciones a alguien.
Si estas condiciones laborales son para echarse a llorar, el trato que reciben los candidatos también deja a veces mucho que desear. Lo mismo reciben una llamada de una web de empleo a las once de la noche que acuden a una entrevista pensando que es personal y se encuentran con una reunión en grupo, por no hablar de quienes les responsabilizan de no alcanzar la meta de ventas fijada para percibir un sueldo. “Te dicen que vas a ganar un montón de pasta, que te van a apoyar, y cuando no lo logras, el problema no es el producto, que la venta a puerta fría esté quemada y la gente no compre. No, el problema es que tú eres malo, que no funcionas... Yo tengo la cabeza bastante bien amueblada, pero te pueden hundir. No es ético”, critica.
Bordeando el umbral de la pobreza, hay otros puestos, “a comisión pura y dura”, a los que ni puede optar por el desembolso. “Para televenta desde casa te piden ADSL, línea de teléfono, móvil y ordenador con internet. La pega es que te tienes que hacer autónomo y dejas de percibir la ayuda. Empiezas el mes con menos 400 y pico euros de autónomo más los gastos del teléfono, el ADSL...”. Impensable para quien ya se mueve entre números rojos.
Si de cada diez anuncios que ve en las webs solo se postula en uno no es porque sea “un vago”, aclara, sino por “pura supervivencia”. “El problema es que de lo que hay trabajo no te genera beneficios, al contrario, te genera pérdidas. Yo para trabajar así me quedo en casa porque, por lo menos, no gasto dinero. Cuando decimos que no a una oferta no es por culpa nuestra, sino por lo que nos ofrecen. Y no es que estemos pidiendo puestos de ingeniero, no, solo un trabajo de 1.000 y pico euros. Quién los pillara. Ahora un mileurista es un privilegiado”, reconoce.
Tras pedir “al Gobierno o la Seguridad Social” que investiguen todas estas situaciones, extiende su llamamiento a los sindicatos, que “solo están para las grandes empresas”. “La mayor empresa que hay ahora somos los desempleados. Alguien tendría que llevar esta denuncia adelante. No un panchito como yo, que no tengo ningún poder”, demanda, al tiempo que pide sensibilización a la opinión pública. “Parece que lo único que mueve es el Athletic. Se celebra la final de la copa y sale todo Dios a la calle. Cuando hay niños que no tienen qué comer no se hace nada. Eso me indigna mucho”.
“Aquí hay esclavitud”
Llevaba 35 años montando ascensores, convencido de que se jubilaría en su empresa, cuando se vio con 52 años y una carta de despido bajo el brazo. “Emocionalmente es muy duro pasar ese trago después de una vida dejada ahí”, confiesa ahora que tiene 54 y “un trabajo de seis días al mes en una empresa de limpieza”.
Miembro del colectivo de desempleados de Santurtzi, conoce la precariedad laboral muy de cerca. “Tú antes ibas a cualquier empresa del Metal y te aplicaban el convenio de Bizkaia. Ahora van a países del Este y les traen con unos convenios de 800 o 900 euros, una miseria por diez horas de trabajo a destajo. En la construcción igual te aplican el convenio de León, Santander o Portugal, lo que conlleva cobrar menos dinero y trabajar muchas más horas”, denuncia. También hay subcontratas, añade, que te “hacen trabajar una hora más para la empresa o que te dicen que entras a las ocho, pero sales cuando se acabe. Y ahora no se niega nadie porque si no, te van a decir: Mira, esa cola está para entrar aquí. Cuando te vayas tú, ese va a ganar menos todavía”.
Como ejemplo de esa “explotación” cuenta el caso de un extranjero que estaba comiéndose el bocadillo a escondidas en el tajo. “Un chico le dijo: ¿Qué pasa? Era la hora de comer. Es que si me ve el jefe? Tenemos la esclavitud aquí mismo”, señala y se hace eco de otro caso. “Uno fue a pedir trabajo a una empresa que está construyendo unos pisos y le dijeron que tenía que estar empadronado en Portugal. Estamos viendo cosas alucinantes”, afirma y pide que se controlen “todos los desmanes que hay en el mundo laboral”.
Todo esto se multiplica, dice, en el sector servicios, donde algunos horarios son intempestivos. También llama la atención sobre el desembarco de ciertas compañías. “Nos dicen: Verás qué competencia y luego lo que nos traen es miseria, sueldos de 400 o 500 euros. Es sangrante. Cuando vienen te venden que van a coger a gente del pueblo para trabajar y al de unos meses ya han echado a unos cuantos”, lamenta, apenado también porque, a su juicio, se está perdiendo la lucha obrera. “Antes nos movilizábamos y estábamos a ver qué mejorábamos del convenio. Ahora el miedo nos atenaza. Ya no se hacen huelgas. El que tiene trabajo no quiere saber nada”.
“Trabajan sin contrato”
Trabaja los fines de semana en hostelería y está implicada en movimientos sociales, por lo que sabe del “nivel de paro, la precariedad y las dificultades que se sufren en Ezkerraldea”. “Los sectores feminizados -grandes superficies, peluquerías, supermercados, hostelería...- soportan un nivel de pobreza muchísimo mayor y en unas condiciones mucho más deplorables porque el contrato que más se da es el parcial. Solo trabajas unas horas a la semana, con lo que eso repercute a la hora de cobrar el paro -que es irrisorio-, la jubilación u otras ayudas”, explica. El que una empleada de una peluquería “tenga un contrato de 4 horas y trabaje 8 también puede pasar en otros sectores, pero en los feminizados pasa mucho más”, reitera y añade que “muchas mujeres mayores de 45 años trabajan sin contrato”.
Dice un desempleado que “la gente que se salvó de la crisis no es consciente de lo mal que lo están pasando los que no se han salvado”. Tras las cifras del paro, conviene Javier, hay personas que sufren. “El desempleo no es quedarte sin trabajo, es quedarte sin familia, sin piso, tener una depresión, suicidarte, vivir de la caridad y un montón de cosas”.
La Organización de consumidores vasca alerta de los anuncios de academias que parecen ofertas de empleo, pero en realidad ofrecen cursos. “Es vergonzoso que hagan esta publicidad engañosa y que los periódicos la inserten entre las ofertas de trabajo”, denuncian. Las estafas viajan por mail, así que “no hay que facilitar nunca la cuenta corriente ni hacer un ingreso para que te manden un contrato redactado”.
Dice un parado, por propia experiencia, que desconfía de los anuncios que se repiten a lo largo del año. “Cuando realmente buscan a gente para puestos estables está 15 días o un mes y no lo vuelves a ver”, explica.