“La cerveza es la prueba de que Dios quiere que seamos felices”. El inventor y político norteamericano Benjamin Franklin lo tenía claro. Seguramente ayudó a redactar la constitución de los Estados Unidos entre trago y trago, sonriente por los efectos de la malta y el lúpulo fermentados. Y más que sonreiría si fuese él uno de los implicados en la espumosa macrofusión que se ha dado esta semana. SABMiller, la segunda empresa más grande del mercado de la cerveza ha aceptado las condiciones que el líder del sector, AB InBev, le ha propuesto para fusionarse. El pacto, que ronda los 105.000 millones de euros y que supondrá el control sobre el tercio de la cerveza que se venda en el planeta, bien merece un brindis.

El abrazo entre estos dos gigantes no ha sido algo improvisado. AB InBev, una compañía belga controlada por inversores brasileños, lleva tiempo inmersa en importantes operaciones que le han llevado en pocos años a lo más alto del sector. La británica SABMiller, por su parte, se olía desde hace tiempo que su mayor competencia intentaría absorberla. Incluso en septiembre de 2014 intentó comprar Heineken, el tercer imperio cervecero, como medida de protección, pero la compañía holandesa declinó la oferta para “preservar la herencia y la identidad” como compañía independiente. En las últimas semanas AB InBev dio forma por fin a sus intenciones y presentó una oferta a SABMiller. Sobre la mesa se pusieron 38 libras esterlinas por cada acción, pero aquello no impresionó a nadie. Se subió la cantidad a 40 libras y después a 42,15 por acción. “Sigue infravalorando sustancialmente a SABMiller, su huella única y sin igual, y sus perspectivas de independencia”, fue la amarga respuesta que recibieron a cambio.

El presidente de la compañía británica, Jan du Plessis, quiso dejar clara la valía de su organización y no dudó en catalogarla como “la joya de la corona de la industria cervecera”. Así que los belgas subieron su propuesta a las 43,50 libras por acción. Fue entonces cuando empezó a salivar el principal accionista de SABMiller, la tabacalera norteamericana Altria Group que maneja el 27% de la compañía. Se intuía que el acuerdo estaba próximo a culminarse, pero no se descorcharon los botellines de cerveza hasta que la oferta alcanzó las 44 libras por acción, lo que suponía una prima del 50% sobre el precio de los títulos de SABMiller al cierre de la Bolsa del 14 de septiembre, cuando surgió la posibilidad de la fusión.

Esta oferta supone valorar la compañía absorbida en 95.000 millones de euros, pero también se asume una deuda estimada en 10.500 millones de dólares, por lo que la operación alcanza casi los 105.000 millones de euros. En la oferta se contempla la opción de recibir una parte del pago en acciones de AB InBev. Esta oferta está pensada para Altria Group y la compañía colombiana BevCo de la familia Santo Domingo que hasta ahora manejaba el 13,9% de SABMiller. Esta fórmula podría suponer un máximo del 41% de las acciones de SABMiller. De este modo, evitarían el pago de elevados impuestos por las plusvalías en caso de cobrar en metálico. El valor de la oferta para estos inversores asciende a 39 libras por acción y tendrán también derecho a nombrar directores del consejo, pero no podrán vender sus acciones hasta que pasen cinco años.

Además, AB InBev se compromete a hacer frente al pago de una indemnización a SABMiller de 2.678 millones de euros en caso de que la transacción fracasara como consecuencia de la no obtención de los pertinentes permisos regulatorios o de la oposición de los propios accionistas de AB InBev. El primer trámite será formalizar la oferta ante el regulador de fusiones corporativas del Reino Unido, Takeover Panel, antes del 28 de este mes. Pero después la empresa resultante tendrá que desprenderse de varios activos en Estados Unidos y China para amoldarse a las respectivas exigencias de las autoridades de Competencia. Se espera que AB InBev realice próximamente una importante emisión de bonos para poder financiar la compra.

un nuevo gigante empresarial El acuerdo supone todo un golpe de autoridad en el mercado mundial de la cerveza. Es una de las mayores operaciones corporativas de la historia, no ya solo por el coste de la fusión, sino porque la empresa resultante crearía la primera cervecera mundial, con una capitalización de 246.130 millones de euros. Esto la coloca entre las diez mayores compañías cotizadas del mundo y se distancia de manera significativa de otros rivales, como Diageo y Heineken. El mercado tiene puestas ahora las miradas precisamente en Heineken y Carlsberg para ver cómo responden a esta fusión que condiciona el escenario mundial. No extrañaría a muchos que fuesen ellos los que comprasen los activos que se ven obligadas a vender las compañías fusionadas.

La de esta semana es, sin duda, la mayor operación empresarial del Reino Unido, dejando pequeños los 70.500 millones de dólares que al cambio actual desembolsó Royal Duch Shell por BG Group. De hecho, si se firma con éxito este acuerdo, se certificará la cuarta mayor operación corporativa de la historia, por detrás solo de las compras de Mannesmann, AOL y del 45% de Verizon Wireless. La nueva entidad, que tendrá sede en Bélgica, será una de las mayores compañías de consumo del mundo y se colocará como la cuarta multinacional con mayor capitalización por detrás de Apple, Microsoft y Exxon Mobil.

A veces uno más uno es más que dos. Con esta unión las dos empresas consiguen llegar a mercados que hasta ahora se les resistía por separado. “Ambas compañías tienen una presencia geográfica complementaria”, explicaba esta semana Carlos Brito, el consejero delegado de AB InBev. Por supuesto, sabía de lo que hablaba, ya que su compañía tiene una fuerte presencia en América latina, Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia, sobre todo en Corea de Sur, pero esta unión le permite expandirse a otros países de Sudamérica en los que SABMiller está fuertemente implantada y, sobre todo, a África, un continente en el que la compañía británica está bien arraigada. “Ahora seremos la única cerveza realmente global, con presencia en los cinco continentes”, se congratula.

Este mes AB InBev da un paso de gigante en su proceso evolutivo particular, pero la semilla de este crecimiento se encuentra en Brasil. Un quinto de su capital pertenece al fondo de inversiones brasileño 3G Capital, donde maneja los hilos el multimillonario Jorge Paulo Lemann. Este fondo también es dueño, por ejemplo, de Burger King, Heinz y Kraft, en sociedad con el norteamericano Warren Buffett. Lemann se asomó al mundo de la cerveza en los años 80, cuando compró la brasileña Brahma. Consiguió hacerse con el mercado brasileño y en pocos años se expandió por América del sur. En 2004, cuando ya era el quinto grupo cervecero, absorbió la belga Belge Interbrew para convertirse en InBev y alcanzar el liderazgo mundial. Este estatus en la cúspide lo confirmó al aliarse ese mismo año con la belga Anheuser Busch. Ahora, en su afán por seguir absorbiendo la competencia, decidió mover ficha empujado por la caída del 20% del valor de SABMiller y por unos tipos de interés históricamente bajos. Los expertos auguran que en los próximos dos o tres años la empresa resultante se podría dedicar a comprar marcas pequeñas para dominar mercados locales.

el extraño caso español Esta fusión casi no tendrá repercusión en el mapa cervecero del Estado. Las principales marcas del mercado español son independientes y no están dentro de los ocho grandes grupos que se pelean por el pastel mundial. Tan solo la sevillana Cruzcampo, creada en 1904, pertenece a Heineken. La marca andaluza tomó este camino en el año 2000.

Entre las referencias estatales está Estrella Damm, fundada en 1876, Estrella Galicia, que nació en 1906, y el binomio Mahou-San Miguel, que unieron sus fuerzas en 2000. La única casa española afectada por la fusión entre AB InBev y SABMiller es la Compañía Cervecera de Canarias, que cuenta con dos fábricas en el archipiélago, en las que embotella las marcas Dorada y Tropical, y que factura anualmente 120 millones de euros para SABMiller, lo que la convierte en líder del mercado canario y la séptima del Estado.

Además de ser ajena a las grandes alianzas, España también es un actor extraño en cuanto al consumo. Es el cuarto productor europeo y décimo del mundo, con más de 33,6 millones de hectolitros producidos en 2014, pero solo es el 26º consumidor europeo per capita, lejos de la República Checa, Alemania y Austria, los líderes absolutos en este concepto.

La cerveza representa actualmente el 1,4% del PIB estatal gracias a los impuestos y a los empleos generados, una cota que no alcanza ninguna otra bebida alcohólica. Además, su exportación encadena cinco años consecutivos de crecimiento, siendo Guinea Ecuatorial, Portugal, Reino Unido y Francia los principales destinos de la cerveza española. Influenciada o no por las grandes fusiones del sector, es sin duda una política que casa a la perfección con el análisis que hacía el guitarrista Frank Zappa: “No se puede vivir en un país de verdad a menos que se tenga cerveza y una aerolínea. Ayuda si hay un equipo de fútbol o armas nucleares, pero lo mínimo que se necesita es cerveza”.

Marcas. Con sede en Bélgica, pero inversores brasileños, aglutina 200 marcas de cerveza. Entre ellas destacan Budweiser, Corona, Stella Artois o Becks.

Referencia. Cuenta con 16 cervezas que generan ingresos superiores a los 1.000 millones cada una.

2013. Sumó 33.384 millones de euros en ingresos, un volumen de producción de 425 millones de hectolitros y una capitalización de 124.097 millones de euros.

Marcas. Con sede en Reino Unido, sus principales inversores son una tabacalera norteamericana y una familia colombiana. Aglutina 200 marcas de cerveza. Entre ellas destacan Peroni, Pilsner, Miller, Coors o Castle.

Referencia. Cada minuto se venden más de 140.000 botellas de sus cervezas en todo el mundo. Cuenta con 70.000 empleados en más de 80 países. Es uno de los mayores embotelladores de los productos de Coca-Cola.

2013. Vendió 315 millones de hectolitros de cerveza, refrescos y otras bebidas alcohólicas. Produjo 20.556 millones de euros en ingresos y su beneficio, antes de impuestos, fue de 4.945 millones de euros.

30%

La empresa resultante controlará el 30% del mercado mundial de la cerveza, superando en 20 puntos al segundo del mercado, Heineken.

La cerveza global. El nuevo grupo tendrá una fuerte presencia en los cinco continentes. En Estados Unidos será el actor dominante cubriendo el 70% del mercado. Ocupará el primer o el segundo puesto en 24 de los 30 mayores mercados mundiales.

Por empresas

AB InBev19,8%

SABMiller12,2%

Heineken9%

Carlsberg5,6%

Molson Coors3,1%

Otros49,2%

Operaciones en millones de $

AAB InBev & SABMiller (2015)115.000

InBev & Anheuser-Busch (2008)61.800

Gran Met & Guinness (1997)21,.100

Carlsberg/Heineken & S/N (2008)20.200

AmBev & Interbrew (2004)16.400

AB InBev & Modelo (2012)15.800

SABMiller & Fosters (2011)11.700