LOS últimos datos macroeconómicos españoles conocidos sobre exportación, balanza de pagos, turismo y recaudación de impuestos, pueden invitar a la esperanza, que no debemos confundir con optimismo, aunque ambos términos tengan en común la confianza. Es tan sencillo como entender que una cosa es confiar en que ocurrirá o se logrará aquello que deseamos (esperanza) y otra cosa es la confianza que nos inspiran las personas (en este caso el Gobierno de Rajoy) para ver, juzgar y esperar que las cosas cambien para bien considerando como piedra angular los aspectos favorables que publicitan esas personas.
En este sentido, deseamos que los datos macroeconómicos respondan a una realidad objetivo (como también deseamos que nos toque la lotería o que el club de nuestros amores gane la Champions), pero no podemos dejar a un lado la desconfianza que nos inspira un gobierno que ha incumplido todas las promesas electorales y cuya trayectoria también está en duda en instituciones como el BCE que esta misma semana ha hecho público un dictamen en el pone en tela de juicio que se pueda cumplir con la cifra de déficit público estipulado hace unos meses (6,5%), mientras, según el Banco de España, se dispara la deuda pública hasta los 942.000 millones de euros con un incremento del 17% respecto a las cifras registradas hace doce meses. Esta situación significa que, pese a los recortes sociales en sanidad, educación o dependencia, el gasto público sigue descontrolado. Más aún, coincidiendo con esta algarabía optimista del Gobierno de Rajoy, que ya habla con claridad y temeridad del final de la recesión, estos últimos días también hemos conocido los rumores que hablan de nuevos impuestos. Concretamente, el 'IVA sanitario' e 'impuestos verdes'. Bien, esta posibilidad podría ser aceptable si la nueva recaudación tuviera una finalidad en los mismos sectores de donde sale, por ejemplo: abriendo nuevos centros sanitarios rurales o de investigación o para desarrollar una política medioambiental más agresiva y eficaz.
Pero no, la única finalidad de estos nuevos impuestos será recaudar más para tapar las goteras presupuestarias, sin tener en cuenta que la solución impositiva sólo agravará más el problema que la origina y que se resume en una nueva disminución de la renta disponible o, lo que viene a ser igual, en un mayor descenso del consumo en el mercado interior que es el motor principal para que pueda despegar esa aeronave llamada 'recuperación económica'.
En este contexto de promesas incumplidas y medias verdades, me gustaría traer a colación una frase de Albert Einstein, que dijo: "Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica, yo sugerí la mejor de todas: La Paz". Evidentemente no estamos en guerra ni en riesgo de padecer los efectos de una bomba atómica, aunque en ocasiones, los responsables gubernamentales estigmatizan el gasto social como si fuera la bomba que ha destruido millones de puestos de trabajo. Mejor haría el Gobierno de Rajoy en dejar a un lado el mantra del gasto social y entender que la mejor fórmula es restablecer la paz social rota por los recortes sociales.
Algo así parece que han pensado el PNV y el PSE al acordar un pacto fiscal, cuyas principales virtudes residen en proporcionar cierta estabilidad política y en garantizar el mantenimiento de las actuales prestaciones sociales. No debemos ser tan ilusos como para creer que se van a crear puestos de trabajo directos al igual que el prestidigitador saca un conejo de su chistera. La creación de empleo corresponde a las empresas, siempre y cuando encuentren estímulos financieros (créditos) y el incuestionable incentivo del mercado. Por tanto, aquí también debemos separar el pacto fiscal de la recuperación económica.
Habrá que conocer más en detalle el citado pacto fiscal y la eficacia en su operatividad. Ahora bien, no es desdeñable una política recaudatoria más ajustada a la realidad que vivimos porque, merced a ella, se establecer esa garantía respecto al mantenimiento de las prestaciones sociales existentes en la actualidad. De alguna forma, se devuelve a la sociedad cierta tranquilidad, ya que se retira del escenario socio-económico la preocupación, aunque no sea la más importante, respecto a aspectos tan sensibles como la sanidad o la educación.
Por otro lado (aquí está el quid de la cuestión), según señaló el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, el texto afecta a áreas que constituyen aspectos "nucleares" de la acción de gobierno, como la economía y el empleo. Suena bien, pero el movimiento se demuestra andando y su eficacia llegará de la mano de ese juez inexorable llamado tiempo. De momento, confiemos en que se alcanzarán los objetivos que todos deseamos, pero sólo será una brisa y por muy favorable que sea para la navegación (pacto fiscal) no significa que podamos reparar todos los destrozos sufridos por la mayor tormenta que hemos vivido.