un nuevo curso tras el paréntesis veraniego obliga tanto a resituarse con renovado espíritu optimista, propósitos de enmienda y nuevos retos (propios e impuestos) como a someterse al impacto de múltiples mensajes, consejos y propuestas.

En esta ocasión, como no podría ser de otro modo, si dejamos aparte la inminente nueva invasión bélica (una vez más la fuerza unilateral de los halcones -incluido el pacifista Obama- domina el mundo por encima de gobiernos y democracias), de consecuencias imprevisibles salvo la evidencia real del asesinato masivo y la destrucción generalizada del proyecto vital de seres inocentes, al margen de sus secundarias consecuencias en la economía mundial (algunos dirán que la posterior reconstrucción y la ordenación selectiva de los beneficios de la guerra también influyen en la reactivación económica de algunos -nunca de los sacrificados ajenos a la dirección de la intervención-), el debate destacado no es otro que la potencial "salida del túnel" en referencia a una previsible finalización de la recesión (en la economía española), tras la recuperación tractora de Alemania y Francia y la tranquilidad aparente de la otrora desestabilizadora eurozona, anunciando un punto y aparte hacia la progresiva recuperación y, con la esperanza en una lenta y desigual generación de empleo.

Así las cosas, no es mi intención sumarme a la discusión sobre la valoración de determinados indicadores que reforzarían la tesis de "los nuevos rayos de esperanza" que anuncia el Ministro de Economía y Competitividad español, Luis de Guindos, vaticinando el fin de la recesión en el trimestre en curso, ni al "histórico verano turístico", ó al "milagroso salto cualitativo validador de las políticas y reformas del Gobierno" traducible en 31 empleos más que en el último período atendiendo a la información del paro registrado. Tampoco me uniré al coro difusor de cientos o miles de noticias positivas (sin ninguna duda las hay y son de enorme valor y significado). Bienvenidas sean y ojalá se materialicen antes de lo previsto. Tampoco, por el contrario, repasaré los datos e indicadores negativos ya ampliamente comentados a lo largo de los últimos 4-5 años, traducidos en el doloroso desempleo, empobrecimiento generalizado, descapitalización (financiera, infraestructural y de talento), desgobierno y desafección Sociedad- Política y Sociedad-empresa. Tampoco es momento de destacar el deteriorado escenario político-institucional del Estado que perdurará más allá del comportamiento de la economía.

Hoy, demos por buena una próxima "salida del túnel" (tampoco me detendré en precisar el cuándo). Pero si esto es así, la pregunta clave que debemos hacernos no es ya el cuándo sino el cómo y el hacia dónde. ¿Cómo habremos salido del túnel y, sobre todo, qué escenario ha de esperarnos a la salida?

Si no caemos en el olvido, recordaremos qué cuando hace 4-5 años entramos en este largo, oscuro, tortuoso y desconocido túnel de las sucesivas crisis entrelazadas (financiera, inmobiliaria, bancaria, económica, industrial, de valores, de gobernanza, de credibilidad, del estado de Bienestar, de ideas, de confianza, de modelo de crecimiento?), nuestros diagnósticos venían acompañados de retos y compromisos para el cambio radical. Se sugería reinventar el capitalismo, redefinir el rol de las empresas y la participación de los trabajadores en ellas, repensar el gobierno y las administraciones públicas, romper la dualidad de la empleabilidad pública indefinida versus la privada y la fija versus temporal, adecuar la educación a la posible empleabilidad, destruir/reconstruir el estado de bienestar, renunciar a la UE "volviendo a la originaria Europa democrática de personas y pueblos", devolver el protagonismo a los países emergentes, definir estrategias inteligentes, especializadas y diferenciadas para distintas regiones y ciudades atendiendo a su especificidad, fortalezas, ADN y, sobre todo, propósito de futuro. Futuro que, en el caso específico del Estado español requería una absoluta recreación de un modelo económico distinto superador del monopolio inmobiliario-turístico de escasa competitividad, reformular el estado autonómico, afrontar los verdaderos retos-largamente aplazados-que las reivindicaciones vascas y catalanas -sobretodo- demandan. Todo esto resultaba imprescindible ya que lo que nos esperaba del otro lado del túnel ya no sería lo mismo que habíamos dejado a la entrada. Decíamos que no volveríamos al mismo lugar de partida ni tampoco a un espacio conocido y vivido. Todos estos cambios radicales resultaban imprescindibles en el marco de un nuevo escenario de desarrollo humano sostenible al servicio de las personas. Un nuevo espacio que no vendría dado sino que sería fruto de nosotros mismos. No hacerlo así sería equivalente al cuento del borracho que tras una larga noche de borrachera buscaba sus llaves extraviadas bajo una farola encendida. Dicha farola distaba kilómetros del lugar en el que las había perdido pero las buscaba "porque aquí hay luz y allí no", según su despistada y simplista valoración de la situación.

Hoy, cuando es probable que nos aproximemos a una aún distante salida, deberíamos preguntarnos sobre lo que hemos hecho de todo ese largo conjunto de asignaturas pendientes. ¿Qué hemos hecho -diferente- en estos años para re situarnos en un escenario distinto? Sin duda, salir es imprescindible -en especial para todos aquellos que se han visto mas castigados por la larga e intensa crisis- pero no suficiente para el largo plazo. Hoy, bastante tenemos con abandonar la oscuridad pero no olvidemos que todas aquellas apuestas que entendíamos inevitables siguen aún pendientes. Saldremos de la recesión sin tocar el modelo en sus raíces y esencias, habremos superado demandas coyunturales, parcheando la industria financiera, adelgazando estructuras-empresariales y en las administraciones públicas, paralizando el crecimiento, aumentando el desempleo y suprimiendo parcelas de bienestar. También, por supuesto, ha sido enorme la contribución del esfuerzo de las familias, de las empresas en "buscarse la vida" abriendo nuevos espacios de actividad? La tan deseada salida posibilitará retomar el crecimiento (ó no según el modelo que se elija), crearemos-repartiremos empleo, y, desgraciadamente, muy probablemente pensaremos que hemos "superado" la fatalidad de un ciclo que nos ha venido dado, y acentuado por lo mal que lo han hecho los demás.

No caigamos en el error. Lejos del "determinismo económico", ciclo a ciclo, que parecería no tener nada que ver con nosotros mismos, con lo que hayamos hecho o dejado de hacer, asumamos nuestro propio futuro. Decidamos nosotros mismos el escenario deseado. Tenemos una estupenda agenda de necesidades y propósitos. Recibamos con alegría y esperanza la salida del túnel y utilicemos la nueva luz observable para acometer aquellos cambios radicales que juramos imprescindibles. Quizás no sea demasiado tarde para afrontarlos.