Vitoria. Hubo un plan B al proyecto inicial del Hiriko, un proyecto que tal vez llegó demasiado tarde y que, desde luego, pivotaba sobre un proceso de fabricación y diseño mucho más convencional que el original. Del resultado final de ese nuevo coche fue testigo este periódico no hace mucho, el pasado mes de marzo, circulando a razonable velocidad sobre el improvisado circuito que el Edificio Alas, sede del consorcio empresarial Afypaida, posee en su azotea. Durante varios minutos el prototipo cumplió con éxito su cometido ante los diferentes test a los que fue sometido. En teoría se trataba del mismo concepto que el 24 de enero de 2012 se presentó al mundo en Bruselas, sin embargo la sutil diferencia se encontraba debajo de la chapa, en el interior.

Ahí emergía el nuevo coche, un Hiriko mucho más convencional que el pergeñado para el proyecto inicial y desde luego desprovisto de gran parte de los sistemas que durante un tiempo convirtieron a este coche en una opción de futuro para garantizar la movilidad de las ciudades. Ese nuevo coche se creó, por ejemplo, sin el complejo sistema de robo ruedas y sin el joystick, que se sustituyó por un volante convencional. Y a cambio se le incorporó un chasis más robusto, un acelerador y freno clásicos, un freno de mano y dos marchas. Elementos comunes y tradicionales en cualquier mecánica que a estas alturas ya habrían facilitado la explosión comercial del vehículo.

Sin embargo, la apuesta por una tecnificación tan singular, novedosa y cara convirtió el producto final en una opción inviable. Al menos, desde el punto de vista económico, ya que el precio que se manejaba para su venta -en torno a los 12.000 euros- era imposible que casara con semejante tecnología. "Al final ocurrió lo que tenía que ocurrir; la I+D es tan buena como su funcionamiento", concluye uno de los ingenieros que participó en el otro Hiriko.