¿CRECER para crear empleo o crear empleo para crecer? ¿Expansión presupuestaria o ajuste extremo? ¿Un déficit público X como panacea o receta mágica para salvar el futuro? El debate está servido. Si bien todas las opciones parecen pretender varios objetivos convergentes (rescatar a las personas del desempleo, la marginación y la pobreza generando actividad económica competitiva y sostenible), más allá de sus diferencias teóricas, la controversia en el modo, el tiempo para lograrlo, y las prioridades y actores para conseguirlo determinan caminos absolutamente contrapuestos.

Es precisamente en este marco base en el que se requiere, sobre todo de los gobiernos, liderar una estrategia creíble a la vez que esperanzadora que señale una apuesta clara y convincente eligiendo un modelo de crecimiento y desarrollo. Así, hoy no parece cuestionarse que la innovación asociada al tejido productivo supone una llave clave para acelerar una prosperidad diferencial. Innovación que parta de suficientes garantías de bienestar (salud y servicios sociales) para todos y una nueva educación asociable a la empleabilidad futura, entroncando con las oportunidades que la tecnología ofrece al servicio de las demandas de las sociedades concretas en que vivimos y en las que las empresas desarrollan su actividad. Llaves maestras cuya implantación exitosa resulta imposible sin garantizar su financiación.

Ante esta posición de partida, observamos diferentes comportamientos a lo largo del mundo. Por una parte, la intensidad del debate presupuestario en el Congreso de los Estados Unidos que parece aplazar las decisiones clave mientras prolonga la agonía de las principales agencias y sociedades públicas norteamericanas, pendientes de una elección simplificada en términos de más impuestos y programas de inversión y acción social (Obama) o menos gobierno y menos impuestos de la oposición republicana, nos facilita señales para la reflexión. La insistencia de Obama en ganar el apoyo o comprensión de la opinión pública "fuera del ámbito natural del debate en el Congreso" cuestiona otras estrategias como la oficialista europea y su arrastre "obligado" al Estado español y, de su mano, a Euskadi afrontando problemas nunca idénticos pero sí relativamente similares. Obama dice apostar por la creación de empleos dignos para los norteamericanos, lo que obliga a un amplio plan de inversión en infraestructuras (puentes, carreteras, banda ancha, ferrocarriles, aeropuertos e infraestructuras industriales y tecnológicas) que posibiliten el desarrollo de un contexto de desarrollo a lo largo de todo el país; insiste en un nuevo modelo sanitario que permita el acceso cuasi-universal de su población; apela a la "vuelta a casa" de las principales multinacionales norteamericanas para "fabricar" en los Estados Unidos, prescindiendo de una mal entendida competitividad de costes laborales temporales en terceros países, y anima a extender una amplia cadena de valor en la América necesitada de recuperar su competitividad. Refuerza todo tipo de mensajes favorables a su propuesta y sugiere incentivos para promover la industria -o, en términos anglosajones actualizados, la Advanced Manufacturing o Manufactura (producción) avanzada- para la que reclama, además, interactuar con el corazón del K-12 (la educación primaria obligatoria) y de la formación profesional para el empleo en aquellas líneas de futuro que entiende harán de América un espacio de oportunidad: manufactura avanzada, energía -hacia la autoeficiencia de la mano del gas y petróleo no convencionales y de las renovables-, tecnologías verdes, biociencias, transporte y movilidad y las telecomunicaciones y tecnologías de la información, apostando por extender a lo largo del país en especial universidades, otros centros educativos y tecnologías y comercio- la red de banda ancha.

Adicionalmente, pretende la integración ciudadana de toda la inmigración ilegal. Lo hace con uno de los gobiernos más endeudados del mundo, confiando en que su país no quebrará, que la actividad generada a lo largo de los próximos años compensará los recursos a invertir hoy y, en consecuencia, ofrecerá empleo, prosperidad, dignidad y futuro a sus ciudadanos, y para lo que dispone de vías alternativas de financiación en una economía no tan dependiente del crédito bancario como otros escenarios (Europa, España, Euskadi, por ejemplo).

En Europa, sumidos en una grave y larga recesión, se convive con más políticas de ajuste y no-inversión pública y ausencia real de financiación bancaria -que es lo que soporta al 95% de nuestra empresa-, por un lado, y tímidas voces favorecedoras de "planes de futuro" que propicien la recuperación de la competitividad perdida. Así, contra lo que ha sido su práctica a lo largo de los últimos 25 años, proclama la imprescindible vuelta a la industria -bajo el vector directivo de la Manufactura Avanzada- y anima a los Estados-miembro a "construir partenariados con empresas, academias y centros tecnológicos" para acometer una "estrategia especializada inteligente" focalizada en determinadas áreas de futuro que permitan competir en un "mundo globalizado". Una vez más, olvida la enorme diferencia de partida entre más de 200 regiones de su "continente y unión en construcción".

Destaca, sí, la relevancia de la financiación para hacerlo posible si bien lo limita a una potencial "Unión Bancaria" a la vez que reconocen que "en el corto plazo, no habrá ni recursos ni vehículos adecuados" para financiar una economía que tiene en el excesivo crédito bancario y las limitadas opciones de gobiernos y empresas un grave impedimento. España, por su parte, entusiasmada con el seguidismo europeísta oficial que le facilita su ideología económica y recentralizadora, anuncia un nuevo plan semanal -esta vez el anunciado incentivo al Emprendimiento sobre todo juvenil- entendido más como autoempleo y la confianza en que el ajuste laboral ya está "casi concluido" y que la internacionalización será la panacea que traiga el tan ansiado crecimiento. Es decir, "todo el futuro esperado vendrá de terceros?". A la vez, insiste en que a los inversores y mercados no les afecta ni la corrupción, ni la sensación de no decisión del gobierno ni el excesivo desempleo, ni la deteriorada Marca España.

Ante estos escenarios distintos que no distantes, en Euskadi afrontamos un inminente "examen de los 100 días" de nuestro Gobierno y el inmediato debate presupuestario. Será un estupendo momento para el contraste con las políticas comentadas. La trayectoria de los últimos 30 años, en gran medida a contracorriente de las políticas seguidas por nuestros vecinos, ha validado una apuesta hacia la competitividad solidaria, la prosperidad y bonanza. Hoy, al parecer, otros señalan los factores de éxito en Euskadi como líneas de futuro a seguir. El programa del Gobierno fortalece estos planteamientos. Pese a las limitaciones reales (estado de cuentas públicas, recentralización y "unidad de mercado" pretendida por el Gobierno Rajoy, política cíclica negativa de la UE, ausencia de crédito y financiación ad hoc?) esperamos las señales positivas y de esperanza que necesitamos para este difícil recorrido.

Ahora bien, conviene no confundirnos. Los graves retos a los que nos enfrentamos no son tarea exclusiva de los Gobierno. Por el contrario, es momento de responsabilizarnos de nuestro propio futuro: el momento de los gobernantes, sí; el momento de los empleados públicos y cargos de designación; el momento de los empresarios; el momento de los ciudadanos. Son tiempos de compromiso, alianzas, colaboración y liderazgos compartidos.

De igual forma, la elección de la opción estratégica a seguir demanda nuevos instrumentos de financiación que ocupen el limitado espacio de un crédito bancario y un presupuesto público absolutamente restringidos que resultan incapaces de "rescatar al inversor" para generar la actividad, crecimiento y empleo necesarios. También aquí necesitamos recuperar la imaginación compartida al servicio de la innovación financiera y apelar al trabajo conjunto de nuestras haciendas, nuestras entidades financieras, los diversos agentes del amplio clúster económico-financiero, que posibiliten afianzar un nuevo camino hacia la prosperidad. Toda idea y contribución es poca.

Esta misma semana, en un encuentro internacional sobre Retos y Soluciones, líderes empresariales, sellando una alianza competitiva -sorprendente para muchos- que unía sus fuerzas para acometer conjuntamente la red de infraestructura 4G en Brasil para abordar los nuevos espacios de oportunidad que las telecomunicaciones ofrecen (en paralelo la UE dotaba con 50 millones a un paquete de subvenciones a los principales operadores de telecomunicaciones para abordar un programa de I&D para el desarrollo del 5G), recordaban los atributos de un liderazgo capaz de dirigir el cambio: inteligencia, coraje y corazón desde el conocimiento, la flexibilidad y el optimismo confiando en un futuro mejor. Eso sí, remarcaban, también, un mayor compromiso y protagonismo activo de la sociedad civil: "Nuevos retos, nuevas fórmulas, nuevos jugadores".