donostia. A nivel personal, qué me puede decir de Jesús Uzkudun? ¿A qué le va a dedicar ahora el tiempo libre? ¿Dejará de ir a la sede?

No. Yo seguiré siendo sindicalista toda la vida. He hecho algunos pinitos en la política, pero siempre he vuelto al sindicalismo y creo que mientras el cuerpo me aguante, voy a estar ahí.

Lo que le dejen, por lo menos.

Como hay mucho que hacer... (ríe).

Y fuera del sindicato, ¿de qué sigue disfrutando?

De vez en cuando, de la huerta. Uno me dijo hace años, Jesús, ponte una huerta para que veas algo de fruto de tu trabajo. Y de vez en cuando algunas lechugas y tomates, ya da.

¿Le han despedido alguna vez?

Despedir, despedir..., lo de Orbegozo, cuando cerraron la fábrica, en 1993. Estuve dos años en el paro y luego ya empecé en el sindicato.

¿Dónde había trabajado antes?

Nada más terminar la escuela de formación profesional, empecé a trabajar de mandrinador en un taller pequeño de Urnieta, con 17 años. Antes, estuve de morroi en un caserío, haciendo de todo. Después de casi dos años en Urnieta, pasé de mecánico de mantenimiento a la Gureola-Scott. Allí, la mili entre medio (eran dos años), estuve unos cinco años, hasta que en 1972 pasé de mecánico a Pedro Orbegozo, también en Hernani.

¿Se ve más sindicalista o trabajador?

Siempre me he considerado trabajador y sindicalista. Algunos me dicen que soy un privilegiado por tener un trabajo que me gusta, como ha sido el sindicalismo. No me ha permitido un gran sueldo, pero para comer me ha llegado.

Y siempre en CCOO. ¿Qué significan para usted estas siglas?

Un colectivo al que le he dado mucho y que me ha dado mucho. Pero sobre todo, un valor: el aprendizaje de vivir diferentes sensibilidades colectivas y eso, en Euskadi, nos viene bien. Dentro del sindicato hemos tenido momentos de conflicto. Para algunos yo he sido un abertzale y para otros, hasta filoterrorista; en el pueblo (vive en Hernani desde los ocho años), incluso, un españolista; pero haber impulsado el primer plan de euskera en el sindicato, haber puesto en marcha en ese terreno diferentes sensibilidades, a mí me ha aportado mucho. Creo que es una enseñanza para este pueblo. Aprender a decir, tú de esta ideología y yo de otra, pero vamos a ver si hacemos algo juntos.

Cuénteme sus pinitos en la política.

Me inicié en el Frente Obrero de ETA, en 1969. Luego hubo una evolución, inmediatamente rompemos con ETA, hacia las corrientes marxistas, revolucionarias, el troskismo... Posterior, tuve un periodo en Ezker Batua. Fui candidato incluso, desde cuando Madrazo entró al Gobierno hasta el proceso de descomposición de Ezker Batua, en la cual, en la última asamblea, en la ruptura con Ezker Anitza, unos decidimos irnos y constituimos un colectivo que piensa que hay que ir a un frente amplio de la izquierda vasca.

¿Por qué CCOO y no LAB?

Para empezar, porque entonces no existía LAB. Eso para empezar. Tampoco ELA, o al menos no los conocía. O eran otra cosa. Pero bueno, entré en la dirección de CCOO como disidente; yo representaba a la corriente de izquierda sindical. No voy a decir que estuviéramos en todo de acuerdo, pero hemos alcanzado importantes acuerdos para el sindicato. Y en cosas que haya que actuar personalmente, pues lo hago a título individual. Y así he podido dejar mi cara en otras muchas batallas: con Lokarri, Elkarri, en defensa de los derechos humanos, la pacificación...

¿Soñó con ser secretario general?

Mira, alguien me ofreció ser coordinador de Gipuzkoa, pero parece ser que lo mío no era ganar más.

Se tuvo que conformar con menos.

Pues con 1.500 euros.

Pero ha llegado a la jubilación, que en estos tiempos no es poco...

Y encima me hacen entrevistas.

¿Alguna espinita clavada?

Hace años, cuando salí de Orbegozo, lo tenía en la cabeza y si la salud laboral me deja tiempo, me gustaría montar alguna cooperativa.