BERGARA. Después de más de medio siglo en la pelea empresarial, le ha tocado ver unas cuantas crisis.

Sí, la primera, cuando todavía estaba estudiando, la del 57, con el Plan de Estabilización de Ullastres y una inflación del 20%. Luego vinieron la del 73, la del 83, la del 93... Todas fueron complicadas, pero en esta veo que nos hemos pasado unas cuantas traineras. El detonante fueron, como ya sabe todo el mundo, las subprimes en Estados Unidos, pero en España ya había un mar de fondo, algo que no se estaba haciendo bien: el boom inmobiliario. Yo entonces estaba en el consejo rector de Adegi y más de una vez comentábamos el riesgo que tenía el sector inmobiliario, donde se apreciaba una especulación impresionante, con los pisos subiendo de precio de año en año... y luego, sobre todo, que España estuviera construyendo el 60 por ciento de la vivienda residencial de Europa. Eso no nos cuadraba.

Pues los que tenían que haberlo visto no lo vieron

Yo hablé con políticos de alto nivel, con ministros, y ellos trataban de convencerme de que estaba equivocado. Me decían que ya el modelo español había cambiado, que estaba basado en los servicios, que la industria había perdido mucha importancia y que nosotros, los vascos, éramos un especimen muy raro donde la industria tenía el 30 por ciento del PIB, y que eso hoy en día ya no se llevaba. Fíjate cómo son las cosas, que ellos estaban convencidos de que lo estaban haciendo bien.

¡Vaya linces!

Nosotros no éramos ningunos expertos en alta economía, porque éramos empresarios a ras de tierra, pero veíamos con claridad que eso no podía ser, que no podía funcionar. Sin embargo, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Aquellos que deberían haberlo visto no lo vieron. Ahora estamos pagando las consecuencias de esas equivocaciones.

¿También en Euskadi?

Sí, también la economía y las empresas vascas están sufriendo mucho, pero dentro de lo que cabe, nuestra situación es mucho mejor que la del resto de la economía española. El modelo vasco es completamente distinto. Por la misma razón que nos tachaban a nosotros de obsoletos y nos decían que habíamos sido superados por el modelo económico español, este modelo nuestro basado en la industria nos está permitiendo aguantar mejor el golpe.

Pero aguantar mejor el golpe no significa no notarlo. Y mucho.

Ya te digo que no se salva nadie. Ocurre una cosa que a veces no tenemos en cuenta. Es verdad que en Euskadi no se ha hecho tanto ladrillo, no se ha construido tanto, pero hay que tener en cuenta que en Euskadi hemos hecho gran parte de lo que llevan esas viviendas dentro. Pensemos quién hace los electrodomésticos, los muebles de cocina, los perfiles sobre los que se construyen las casas, las cerraduras, los andamios, las grúas... Todo eso se hace en Euskadi. Ahí tenemos un sector que está muy orientado a eso, que había vivido épocas felices porque no había tenido necesidad de exportar, cosa que otros sí, y ahora ese sector lo está pasando mal.

Y la receta es...

Nosotros el esquema lo tenemos bastante claro en la mayoría de las empresas. Primero, cuando nos encontramos con aquella brutal pérdida de actividad en 2008, nos apretamos el cinturón. Hemos reducido todos los gastos. Luego, salir a vender como locos en mercados naturales y no naturales. Y después, cuidar a las personas que teníamos en la organización. Es verdad que aquí ha habido EREs, pero no al nivel de otras zonas del estado. Si te das cuenta, con una pérdida de actividad similar a la que hemos tenido nosotros, en Euskadi se ha generado un 10% de paro y en España, un 20.

Pero, aunque sea en proporción menor, se han perdido puestos de trabajo y también ha habido recortes de salarios. ¿Cómo han reaccionado los trabajadores, que son quienes lo han sufrido?

En época de tribulaciones, que decía San Inazio de Loiola, todo se complica por un lado, pero por el otro, la gente se da cuenta de que aquí no hay otra alternativa que sumarse al proyecto común que es la empresa y alinearse con esa visión. Dentro de lo que cabe, nosotros no nos podemos quejar de la respuesta que está llegando. Yo creo que la situación es completamente distinta dentro de las empresas de la que marcan los sindicatos fuera. Dentro de las empresas la gente es mucho más consciente y mucho más comprometida con el proyecto de lo que están diciendo los sindicatos. Nosotros, como empresas, vamos a tener que cambiar. Estamos frente a tiempos nuevos, vamos a tener que hacer las cosas de otra manera, pero creo que los sindicatos también se tienen que poner al día. Tienen que escapar de esa posición de confrontación permanente y buscar otras estrategias mucho más colaboradoras.

¿Cómo ve la respuesta que se le está dando desde la política a esta situación?

Ni los economistas en general ni los políticos en general han estado a la altura, sobre todo en los niveles más altos. Yo creo que los políticos en los niveles más bajos han sido los que de alguna manera más se han comprometido y han hecho las cosas mejor, dentro de sus competencias. Creo que este momento requiere medidas extraordinarias y no acaban de ponerse de acuerdo. Nosotros, desde el mundo de la empresa, estamos haciendo mil maravillas para sobrevivir, porque la supervivencia es clave, pero vemos que a los más altos niveles hay unas reticencias que hacen imposible llegar a acuerdos. ¿Cuándo van a llegar? ¿Cuando la cosa ya no tenga solución? ¿No es mejor llegar ahora?

De los bancos, mejor ni hablamos.

No te puedes imaginar lo que está sufriendo la empresa vasca con el asunto de los bancos. Menos mal que tenemos entidades como Elkargi y que también las administraciones vascas se han mojado. Pero la cosa va para largo y se está complicando. A los bancos convencionales no puedes ir a pedir un crédito porque no hay.

Algo tuvieron que ver esos bancos ahora secos en el comienzo de esta pesadilla.

Aquí, culpables, todos. Pero unos de ellos han sido los propios bancos, que han generado esa situación con préstamos no adecuados. Todos sabemos cómo se ha prestado el dinero, con qué facilidad. Los bancos fueron a sacar un rendimiento económico a toda velocidad, sobre algo que no existía y arriesgando excesivamente. Y aquí, tres cuartos de lo mismo. No era normal que en España se estuviese haciendo el 60 por ciento de las viviendas de Europa. Ni la facilidad con la que se concedían los créditos y las hipotecas. Ibas a buscar una hipoteca y no sólo te daban para la casa al cien por cien, sino que te daban para el coche. Eso no es normal, eso nunca ha sido así. Cuando vas a comprar algo, alguna parte tienes que tener tú disponible para enfrentarte a esa deuda.

¿Se aprenderá alguna lección de todo esto?

Deberíamos aprender, pero mucho me temo que la especie humana es muy olvidadiza en estos asuntos. Yo tengo presente lo que solían hablar los antiguos empresarios y los antiguos economistas, que siempre recordaban que había que tener mucho cuidado con el endeudamiento. Y nos hemos endeudado alegremente todos. ¿En qué cabeza caben hipotecas a 30, 40 y más años, cuando sabemos que la vida da unos bandazos tremendos?

Muchos sostienen que esta crisis es, además de económica, de valores.

Hay que hablar de valores individuales y colectivos. Es algo que echo de menos o que se ha perdido mucho. Y no digo que no existan porque hay gente, hay jóvenes, que verdaderamente los tienen. Uno de los datos que a mi me induce a pensar que se han perdido valores es que hoy en día la gente tiene una preferencia por ser funcionarios. No están pensando en la vida difícil, en crecer, en hacerse a sí mismos personalmente y profesionalmente. Incluso los chavales que están estudiando o acaban de terminar la carrera.

Usted, sin embargo, lo tuvo claro desde muy joven: lo suyo era la empresa.

Se puede decir que soy empresario por necesidad. Es verdad que en nuestra familia había una tradición de empresarios. Mi abuelo fue empresario, mi padre también. En tiempos de la guerra las cosas se le complicaron porque estaban en el bando perdedor. Prácticamente les dejaron arruinados. Cuando terminé los estudios profesionales a finales de los años 50 eran épocas muy malas también, duras, pero entonces vi que en casa había que hacer algo y le animé a nuestro padre a poner un pequeño taller mecánico. Y así empezó todo.

Si hubiera sido otra cosa, la de noches sin dormir que se habría evitado...

Gracias a Dios, he sido de buen dormir, pero sí que ha habido noches sin pegar ojo. Por algún proyecto que se te está torciendo, algún cliente que tienes preocupación de que no te va a pagar... Eso te lo llevas a casa. A veces he tenido que poner dinero de mi bolsillo particular para los salarios. Los motivos son mil en una empresa.

Y a esos mil, en Euskadi durante tiempo se le unió uno más: ETA.

Ese sí que ha sido un motivo para no dormir, esas cartas que recibíamos. No se olvida. Me tocó vivir épocas muy tristes. El asesinato de Jose Mari Korta o de Inaxio Uria. Fue una catástrofe, fue algo muy duro estar animando a su familia y al resto de los empresarios. Fue una lacra. Lo que no entiendo es que si ahora ya la lucha armada no tiene sentido por qué lo tenía entonces. Con esa pregunta me quedo yo. ¿No se podían haber evitado tantas muertes y tanto sufrimiento?

Pero ahora mira hacia delante y es optimista.

Sí, en ese sentido, lo soy. Puede haber algún conato, pero creo sinceramente que eso no va a volver.