Vitoria. Por azar o por capricho el subsuelo alavés hace años, siglos, que esconde bajo sus pies un maná energético. Al menos eso es lo que siempre han pensado geólogos e historiadores. A comienzos de siglo fue el petróleo, que llevó por ejemplo al vitoriano Bernabé Guevara a solicitar en 1901 la primera licencia para construir un pozo petrolífero de la que se tiene constancia. Le seguirían después otros tantos paisanos que protagonizarían, tal vez sin quererlo, la fiebre de por el entonces llamado ya oro negro. Sólo el paso de los años acabaría desmostrando que el sueño de convertir la Llanada alavesa en un nuevo Texas fue flor de un día. Extraer el petróleo alavés era y sigue siendo hoy una alternativa industrial y empresarial muy poco rentable. Lo reconocía el propio Gobierno Vasco la semana pasada en un encuentro con periodistas para explicar los pormenores del nuevo maná energético que ahora se pretende explorar, el gas no convencional o de esquisto. "Es altamente improbable que pueda obtenerse petróleo en Álava bajo un prisma mínimo de rentabilidad; está descartado", sostenía el director general de la sociedad de Hidrocarburos de Euskadi, Juan Cruz Vicuña.
La rotundidad de dicha sentencia es precisamete lo que llevó al propio Gobierno hace ya varias décadas a iniciar una nueva fiebre en busca del autoabastecimiento energético. Después de años de análisis e investigación, la determinación fijó el gas no convencional como nuevo reto energético vasco: 185.000 millones de metros cúbicos, ser autosuficientes durante los próximos 50 ó 60 años y obtener un potencial valor en el mercado de 30.000 millones de euros. "Un proyecto de país que no podemos dejar escapar", advirtió el viceconsejero de Industria, Xabier Garmendia.
Historia de 'petróleo alavés' Para llegar a esa conclusión, han hecho falta en Álava más de un siglo de fracasos y decepciones en busca del petróleo que se iniciaron en 1871. Aquel año, el canónigo donostiarra Vicente Manterola, diputado a Cortes del Partido Carlista por Gipuzkoa, escribió una pequeña pero densa obra política, Don Carlos o el Petróleo, en la que hacía referencia a un inflamado discurso que pronunciara en la sesión de las Cortes del 27 de abril de 1869 y en el que planteaba a la sociedad la necesidad de optar entre uno u otro. Se refería Manterola a la ineludible exigencia de restaurar un orden social justo, puesto que el liberalismo había arrastrado al pueblo a un estado de miseria en beneficio de una minoría de potentados. "Eso que llamáis orden social no es para el pobre más que un desorden injustamente ordenado", decía Manterola. Para tal fin, el diputado carlista veía dos medios, el del socialismo comunista que propugnaba la violencia política y que utilizaba el petróleo para llevar a cabo los incendios que formaban parte de su acción violenta, o el de los seguidores de don Carlos, inspirados en los principios del cristianismo. Palabras premonitorias, ya que el petróleo fue protagonista de los acontecimientos de la Comuna de París (de marzo a mayo de 1871), que se llevaron por delante 30.000 vidas humanas. El petróleo no tenía entonces el valor relevante que adquirió más tarde, con la invención y desarrollo del motor de explosión, calidad que desató una verdadera locura por el hallazgo de sus yacimientos, también en Álava.
Collado de Zumarraundi Quienes frecuentan los entornos naturales de Zalduondo y Araia conocerán el collado de Zumarraundi, denominado también Los petroleros. Entre 1964 y 1965 la empresa Empesa realizó una serie de prospecciones en busca de petróleo. Desde el punto de vista geológico, Álava y particularmente la Llanada está situada en el borde norte del llamado geosinclinal vasco-cantábrico. Hace unos 150 millones de años, todo el valle del Ebro era un entrante del mar Mediterráneo, cuyo fondo luego se elevó. Esa es la razón de que en los montes alaveses se encuentren fósiles de animales marinos y también de que, en teoría, resulte un terreno propicio a la existencia de sedimentos en forma de asfaltos, materiales bituminosos, gas o petróleo.
Kepa Ruiz de Eguino, estudioso de la historia y la etnografía de Agurain y la Llanada, leyó el libro de Kepa Baquedano La búsqueda de petróleo en Álava, y decidió rastrear los lugares descritos en dicha publicación. De esas investigaciones surgen las informaciones que se describen a continuación. La fiebre del oro negro en Álava comenzó en 1901, cuando el vitoriano Bernabé Guevara solicitó una licencia para buscar petróleo, que no sé tramitó, porque el interesado no pagó las preceptivas tasas. Ese mismo año otro vitoriano, Cecilio Egaña, solicitó a la Diputación permiso para una "mina de petróleo, nafta y betún" en Salvatierra, pero el permiso caducó sin que hubiera realizado ninguna prospección, como ocurrió con la licencia solicitada, también en 1901, por el médico vitoriano Gabriel López de Guereñu. En 1911 fue Ignacio Murua, conde del valle y vecino de Bergara, quien inició una nueva campaña que esta vez sí se llevó a la práctica, aunque dividida en dos partes: una en Agurain, en el paraje denominado como El Cristo, y otra en Gastiain, en la Merindad de Estella. En aquellas prospecciones se hicieron pozos de unos 20 metros de profundidad, espaciados por unos 300 metros.
En su particular árbol genealógico sobre el petróleo alavés, Ruiz de Eguino recogió el testimonio de vecinos de la villa como el de Dionisio Preciado, quien fuera fundador de la empresa Pinturas Preciado, que arrendó en 1959 a unos alemanes una huerta situada en el Barrio del Rosario donde hasta hace pocos años hubo un barracón y un pozo. Como el petróleo no aparecía, los alemanes se desanimaban y anunciaban su marcha. Entonces Dionisio echaba por las noches petróleo en las perforaciones, lo que devolvía el ánimo a los técnicos alemanes, consiguiendo así que prolongasen su estancia en Agurain. Los técnicos eran alemanes, pero contrataban a trabajadores de la zona. El supervisor era conocido como Papá Otto y los sueldos iban desde las 7.000 pesetas mensuales del jefe de cada prospección, hasta las 2.000 de un peón.
Hallazagos inviables Aquellos alemanes realizaron prospecciones entre los años 1959 y 1968 en Opakua, Entzia y Urbasa. Entre agosto de 1959 y agosto de 1960 se alcanzaron los 3.835 metros de profundidad, hallándose bolsas de gas e indicios de petróleo, pero en tan pequeña cantidad que no hubiera resultado rentable su explotación. Entre mayo de 1967 y octubre de 1969 se realizó otra prospección, esta vez hasta los 5.842 metros de profundidad, aunque también sin resultados positivos. De las construcciones que hicieron los buscadores de petróleo, subsiste hoy en día un viejo barracón que es refugio de la Sociedad Montañera Manu Yanke. En las sierra del norte de la Llanada también se hicieron prospecciones petrolíferas, igualmente sin éxito, como la mencionada al principio en Zumarraundi, entre octubre de 1964 y noviembre de 1965, en la que se llegó a los 3.000 metros de profundidad. Tampoco hubo resultados.