Aestas alturas de la globalización ya son pocas las dudas que quedan, o más bien ninguna, de que sólo sobrevivirán aquellas empresas que afronten el reto de la internacionalización. El tsunami global desatado en la última década sigue provocando unos cambios tan profundos, complejos y rápidos que, o se lleva a acabo un análisis correcto o el impacto será, simplemente, colosal. El mensaje no es baladí. Lleva la firma de una de las voces más autorizadas en materia emergente como el vasco Josu Ugarte, director de Operaciones Internacionales y presidente de Mondragón Internacional. Empeñado y forjado en esta tarea desde hace tiempo -estuvo expatriado cinco años en Marruecos, seis meses en Londres, cuatro años en Polonia y otros tres en París- el pasado jueves volvió a incidir en este asunto como ponente en la mesa redonda Innovando en una gestión globalizada, que organizó en Bilbao la CEDE (Conferencia Española de Directivos y Ejecutivos).
De forma paralela, el Observatorio de Coyuntura Internacional, una iniciativa dependiente del departamento de Industria que aglutina a 22 entidades, hacía públicos los resultados de su último semestre. Y al igual que el discurso del cooperativista, el foco de atención fue un calco: hacer las maletas ya no es una opción. Contagiadas como lo están las empresas desde hace un tiempo por un clima de absoluta desconfianza y falta de recursos, sólo la frialdad de los datos justifica el discurso de la emigración empresarial. Hoy por hoy, la realidad es certera y las compañías y clusters que han decidido abrir nuevos mercados en el exterior están logrando capear la crisis mejor e incluso lograr crecimientos significativos en términos de facturación o empleo. Y hay más. A pesar de la incertidumbre económica que está lastrando las ventas y que previsiblemente se extenderá a lo largo de 2012, y el desplome del mercado doméstico, las empresas agrupadas en el Observatorio de Coyuntura se han mantenido este año con menos expedientes de regulación. Al tiempo, los resultados han sido buenos o muy buenos en sectores como el de los accesorios para la máquina herramienta (incremento este año de la facturación de hasta un 30%), el sector de la forja (+35%) o la automoción, que en Euskadi da empleo a 35.000 trabajadores.
También queda constancia, según el análisis de la SPRI, de la recuperación de Estados Unidos -"es urgente buscar negocios allí", recoge el informe- así como de la necesidad de continuar impulsando la colaboración interclusters para "ganar tamaño" y aportar "mayor valor añadido" en los mercados. Para alcanzar este nivel, sin embargo, fue necesario antes que un grupo de "emprendedores" decidiese abordar procesos de internacionalización en la década de los 90, matiza el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán. "Gracias a eso contamos hoy con líderes mundiales en sectores clave como el turismo, la energía, las telecomunicaciones, el textil, la máquina-herramienta o los servicios financieros", añade.
Sin embargo, a pesar del exitoso camino recorrido, no es suficiente. La necesidad de anclar en su país de origen a estas compañías tractoras está empenzando a chocar con otro fenómeno imparable, el de la deslocalización, motivado por la pérdida de competitividad de la economía nacional. Según Sánchez Galán, desde 2006 España ha descendido 31 puestos en el ranking mundial y ocho puestos respecto a los países de la Unión Europea, un toque serio de atención que en Álava, en los últimos meses, cuenta con ejemplos reales. Esmaltaciones San Ignacio y Daewoo acaban de cerrar sus respectivos centros para trasladar su producción a Marruecos y Corea, respectivamente.
En este contexto, con un mercado interno e incluso europeo lastrado por la recesión, sólo los denominados BRIC (Brasil, Rusia, India y China) parecen ser capaces de asegurar tasas de crecimiento por encima de los dos dígitos merced a su diabólica fórmula: producción a un mayor nivel y con un menor coste que los países occidentales. "Ahí está la oportunidad, el reto", asume Isidre Fainé, presidente de CEDE.
Más apoyo a las pymes Pero Mondragón Internacional va más allá. Ugarte, su embajador en el exterior, vuelve a tirar de datos para demostrar que una empresa que cuenta con una fábrica en el extranjero tiene un valor añadido nueve veces superior que la que no, un detalle sustancial al que acompaña otra garantía: en términos de empleo, aguantan más y mejor las compañías expatriadas que las que sólo se encuentran en el Estado, donde perdieron, de media, el 2% de su capital humano. Por lo tanto, el mensaje es claro: "Es indispensable internacionalizarnos". Tanto las compañía de gran tonelaje como las pymes y micropymes, un sector mayoritario en Euskadi para el que Ugarte exige cuatro herramientas: capacidad cooperativa avanzada, facilidades en las compras de materiales en países emergentes, una buena financiación y estudios de mercados "avanzados" para poder competir en el mundo con garantías. A partir de ahí, sugiere, el mundo es enorme y las oportunidades, infinitas. El resurgimiento de nuevas clases medias -70 millones de personas se incorporarán anualmente con salarios de entre 6.000 y 30.000 dólares-, la necesidad de miles de proyectos de infraestructuras y, sin duda, los mejores costes salariales (hasta 16 euros por hora más baratos) llevan al responsable de Mondragón Internacional a afirmar que "tenemos que multilocalizar para tener un apuesta de valor competitiva".
"Hay que correr más riesgos" Por su parte, la prestigiosa analista de productos y nuevas tecnologías y CEO de Guidwire Group, Chris Shipley, presente también el viernes en el VII Congreso de CEDE, focalizó su discurso en la importancia que tendrá la movilización como uno de los ejes del futuro de la economía. En este sentido, remarcó que la inversión de las empresas "debe ser buscar soluciones para nuestros clientes lo que nos llevará a encontrar nuevas generaciones para nuestros mercados". La analista de producto norteamericana invitó a los empresarios a "mostrarse dispuestos de correr riesgos" como sucede entre los directivos norteamericanos. "El temor a cometer un error atenaza a las grandes empresas y tenemos que estar dispuestos a fracasar de vez en cuando", afirmó Shipley.