HOY, cumplido el obligado trámite asambleario de la Kutxa para integrarse en la fusión fría de las Cajas vascas, les propongo hablar de la economía vasca y de las oportunidades que, a partir de la nueva y musculosa entidad resultante, se presentan para evitar el cierre de empresas en unos casos, consolidar su expansión tecnológica en otros o mejorar la posición de grandes compañías vascas en el escenario internacional. Puede resultar paradójico hablar de oportunidades de crecimiento y expansión empresarial estando al borde de una nueva recesión. Sin embargo, entre las ruinas que está dejando esta crisis afloran oportunidades que no deben desaprovecharse

Oportunidades, sí, pese al caos financiero existente en Europa con la probable suspensión de pagos de Grecia. Pese a las necesidades de recapitalización de la banca, cuya cuantía se cifra entre 200.000 y 300.000 millones de euros. Y pese a la evidente incapacidad de los líderes de la UE para articular medidas conjuntas y coherentes que eviten lo que algunos consideran inevitable: una nueva recesión.

Pese a todo eso hay oportunidades para la economía vasca. Incluso con el obstáculo añadido por el retraso que han supuesto las zancadillas políticas desde que, en 2005, los presidentes de las tres entidades de ahorro decidieran presentar el proyecto de una fusión caliente. No es momento de ensoñaciones ni de utopías. Hay que mirar al futuro, aunque no podemos abstraernos a la lógica de una especulación sobre lo que habrían podido hacer las tres cajas en favor de la economía vasca si la fusión se hubiera realizado hace 6 años.

En este sentido, hay que recordar lo que manifestó el entonces presidente de BBK, Xabier de Irala, "BBK no puede conceder más crédito a Iberdrola porque está en el límite de su capacidad de riesgo", y agregó que tampoco podría acudir a una eventual ampliación de capital de la compañía eléctrica (cuando pretendía hacerse con activos de Gas Natural), con lo que vería reducida su participación del 7,5% en la eléctrica. Los empresarios, por su parte, reclamaron más implicación y apoyos hacia las pymes y las empresas familiares vascas.

Y tampoco podemos olvidar cómo, un año después de la fallida fusión de las cajas vascas, la constructora ACS inició su presencia en Iberdrola con la compra del 10% de sus acciones (octubre de 2006) que se amplió en otro 2,4% en los primeros meses de 2007. Comenzaba así la pugna por el control de la eléctrica vasca y el riesgo de perder la sede central en Bilbao como podía ser el objetivo de Florentino Pérez, presidente de la citada constructora.

Pues bien, hechas estas salvedades históricas, resulta evidente que la fusión de las cajas de ahorro vascas pone en valor ese mayor "músculo financiero" al ampliar cuantitativamente su capacidad de riesgo para invertir en aquellos proyectos industriales vascos que considere oportunos, porque no estamos hablando sólo de Iberdrola, sino de cualquier otra empresa, grande, mediana o pequeña, necesitada de una inyección económica al objeto de mantener su posición y cuotas en el mercado.

Por otra parte, la propia obra social que caracteriza a las cajas no se vería perjudicada por esas hipotéticas inversiones sino todo lo contrario, porque ayudarán a la creación de riqueza y empleo, condiciones necesarias para que el pretendido ajuste presupuestario con déficit cero no dependa sólo de una mayor carga fiscal y de la reducción de servicios esenciales en el estado de bienestar. Estamos en crisis, sí, pero lejos de caer en el victimismo hagamos caso a Albert Einstein, quien hacía un llamamiento a la imaginación para salir de la crisis y señalaba: "No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla".