Resulta complicado llevarse mal con tipos como Juan Luis Cañas. Prácticamente podría decirse que es imposible. El director general de Bodegas Luis Cañas pertenece a esa privilegiada estirpe, gente que camina por la vida con la verdad por delante y que huye del escaparatismo social en el que demasiadas veces se esconden los rostros que mueven el cotarro empresarial, ése precisamente en el que Cañas sabe desenvolverse sin renunciar a su esencia. Tal vez por eso, por esa forma de ser espontánea y franca, por ese don de gentes innato, pero sobre todo por su acertada gestión profesional al frente de esta bodega, forma parte hoy en día de colectivos influyentes como SEA, Confebask, Araex, la Cámara de Comercio y todo cuanto se le ponga por delante. Porque si hay algo que Cañas anota en su inseparable agenda con tinta roja, es más que probable que llegue a buen puerto. "No necesito esforzarme en aparentar ser de otra manera; soy como soy y eso siempre me ha beneficiado", acostumbra a decir cuando se le pregunta porqué cae tan bien.
El motor vital de este maestro industrial, forjado a golpe de internado entre las aulas y paredes de Jesús Obrero, siempre ha rugido con esa gasolina intangible que nace junto a un emprendedor: las ganas por hacer. Por eso tras aplicar durante un tiempo sus conocimientos en electrónica en la fábrica de electrodomésticos Zanussi, decidió a los 33 años dar un giro sustancial a su vida para dedicarse de lleno al mundo del vino. Dicen quienes le conocen que una pregunta rutinaria de un empresario que visitó la bodega de su padre Luis le pilló tan en fuera de juego que aquello le marcó profundamente. Abandonó los frigoríficos y las lavadoras y empezó de cero en un sector en el que hoy cumple 21 años.
Se apuntó Cañas entonces al primer curso de enología que se impartió en Rioja Alavesa, en 1989, y viajó después a Burdeos para completar su formación. De Francia vino con aires nuevos y la maleta cargada de proyectos. Fue el punto de inflexión que marcó la historia de esta bodega familiar. El único hijo de Luis y Ángeles abandonó el tinto cosechero que su padre vendía en garrafas y dio el salto a la elaboración de caldos diferentes y exquisitos. Su obsesión por la calidad comienza precisamente aquí. Cañas patenta entonces una fórmula para su bodega que contempla cosechas medianas pero tremendamente selectas y cuidadas. No escatima gasto alguno en beneficio de la uva, a quien mima como a sus dos hijos, y pronto da otro salto de calidad con la nueva bodega, en cuyo diseño participa activamente. Los resultados no tardan en llegar. Los nuevos vinos gustan, llueven los halagos y se suceden los reconocimientos, muchos de ellos internacionales. El patrón Cañas los encaja bien; ni pierde el norte ni el éxito nubla su perspectiva. Pero ansía más. Por eso marca en 1993 el nuevo rumbo de la empresa, el mercado exterior. Desde entonces, los caldos de Villabuena viajan por toda Europa, Asia y América. La brillante trayectoria de este bodeguero, con pinta de todo menos de bodeguero y con un punto de sibarita que en el fondo esconce una personalidad extraordinariamente sencilla y humilde, llama la atención de los organizadores del premio Euskal Manager al mejor empresario vasco, que en 2007 le conceden este galardón. "Para alguien que sólo sacaba buenas notas en dibujo y geografía viene a ser un diploma de honor por el trabajo bien hecho en una empresa familiar", dice. Los frutos del trabajo siguen cuajando y los rendimientos se reinvierten en la empresa. Es otra de las marcas de la casa. Surgen entonces el pequeño hotel y el txoko "para que disfruten mis amigos", la modélica residencia para los temporeros o el último de sus sueños cumplidos, la nueva bodega Amaren (en euskera, "de la madre"), que presentó en sociedad hace unos días como homenaje a su madre. Es, hasta la fecha, el último ejemplo de su tenacidad. Quienes le rodean y conocen bien advierten de que en 2010 su imaginación seguirá intacta; su agenda volverá a echar humo y su capacidad de trabajo estará de nuevo a la altura. Es lo que se espera de Juan Luis. Desde hace dos décadas.