Ver el Tour de Francia por la televisión es un espectáculo, pero es difícil hacerse a la idea de lo que mueve esta carrera hasta que se presencia en directo. Esta mañana, los alaveses tuvieron el privilegio de presenciar un evento deportivo sin parangón en el que los ciclistas, evidentemente, son las estrellas, pero la cantidad de vehículos, personal, voluntarios, medios de comunicación y patrocinadores implicados es incalculable. Disfrutar de la caravana del Tour en los pequeños pueblos de la periferia de Vitoria-Gasteiz impacta.
La carretera permaneció cortada desde primera hora de la mañana, por lo que el principal método para acercarse a Elorriaga y a Arkaute, punto en el que terminó el tramo de salida neutralizada y comenzó el fuego real, fue caminando o, al igual que los protagonistas de la jornada, pedaleando.
Tras el paso de vehículos policiales y de la organización encargados de abrir el camino, algo después de las 10.00 horas comenzó el auténtico espectáculo. Una extensa caravana de coches publicitarios –más bien carrozas– pasaron en fila por Elorriaga, para deleite de los miles de vecinos de la zona que se acercaron a presenciar el extraordinario evento, y especialmente de los más pequeños. Música, gritos por los altavoces incitando al público a animar e incluso a hacer la ola, saludos y empleo constante del claxon.
A su paso, fueron lanzando todo tipo de regalos a los asistentes: folletos, lápices, pequeñas viñetas, alguna camiseta y varios sombreros y gorras publicitarias, que hicieron un gran favor a los agraciados en los pocos momentos en los que el sol se asomó entre las nubes. Fue, en definitiva, un pequeño carnaval con originales carrozas financiadas por los patrocinadores de la carrera, con mención especial para las aclamadas figuras de los galos Astérix, Obélix y el druida Panoramix.
El paso de la caravana, eso sí, se le hizo corto a más de uno, ya que a la velocidad a la que pasó apenas duró cinco minutos y a partir de las 10.30 horas solo pasaron algunos vehículos de la organización y lo hicieron con cuentagotas. Eso sí, sin olvidarse del recurso del claxon.
Hubo que esperar hasta las 11.30 horas para que regresara la actividad con el paso de los coches de los equipos con las bicicletas enganchadas en las bacas, invitados, cuerpos policiales y las tiendas portátiles de merchandising. Los asistentes se volvieron a animar, aplaudieron a todos los vehículos, sin importar su equipo. Cuando se vieron los dos helicópteros llegando a lo lejos a las 12.10 horas los presentes comenzaron a mirar con impaciencia hacia el horizonte de la carretera y la fiesta aún fue mayor cuando, diez minutos después, una charanga arrancó a tocar el Ikusi mendizaleak, que fue cantado a coro por los aficionados.
Al fin, a las 12.27 horas llegaron los ciclistas. Como era de esperar, su paso fue un visto y no visto, ya que iban todos juntos en pelotón salvo algún rezagado como Christophe Laporte que estaba conversando con el coche de su equipo a la cola. Eso en cualquier caso, no evitó que se llevaran una sonora ovación de los seguidores, que ocuparon ambos arcenes de la carretera desde Vitoria hasta la salida de Arkaute. Tras los corredores, pasaron rápidamente los vehículos de los equipos, coches de asistencia médica y mecánica, una grúa y, por último, dos motos policiales cerrando definitivamente una extensa caravana con más de dos horas de diferencia entre la avanzadilla y la retaguardia.
Una experiencia inolvidable
Con el paso de la última moto, toda la marea de aficionados fue poco a poco disolviéndose rumbo unos a sus hogares y otros a cafeterías o bares para potear. A Koldo Fernández de Pinedo, uno de los vecinos de Elorriaga que decoró su balcón para la ocasión con su bicicleta y sus maillots, le tocó recoger las sillas que había sacado para ver la carrera desde una posición privilegiada. “Ya había visto el Tour en otras ocasiones, pero verlo pasar por delante de casa es muy especial”, comenta. “Es una barbaridad todo lo que mueve esta carrera, está muy bien organizada. Hoy no me esperaba que hubiera tanta gente viéndola aquí en Elorriaga, me ha sorprendido el gran ambiente que había”, añade.
Lo mismo opina su vecina, que quedó impresionada “por la cantidad de vehículos” y por “la ilusión de los visitantes que acudieron a ver el evento. “Nosotros llevamos poco tiempo viviendo en este pueblo, pero no había visto antes tanta gente aquí. Entre eso y la charanga ha sido muy divertido”, asegura. Ella, eso sí, lo ha tenido más fácil que otros para coger un buen sitio: “En cuanto han empezado a pasar los coches por delante de casa a las diez de la mañana hemos sacado las sillas fuera y desde ahí lo hemos visto”.
Eso sí, no todos tienen la suerte de que el recorrido del Tour pase por delante de su casa. “Nosotros venimos de Arkaiate. Hemos quedado a las 9.30 para tomar un café y a las 9.45 ya estábamos en la carretera preparados”, cuenta Ana Jiménez, cuya previsión se vio premiada con algunos obsequios: “El despliegue es enorme, aunque han lanzado pocas cosas. Aun y todo hemos conseguido una gorra, una pulsera fluorescente y algunos folletos”.
Con menos tiempo llegó Vicenta Pérez, que pese a ello no se perdió el momento cumbre. “Somos de Vitoria y hemos venido aquí porque nos parecía un sitio bonito para verlo. He llegado a las 11.45 para presenciar el paso de los ciclistas y el ambiente me ha parecido espectacular, es algo que no estamos acostumbrados a ver”, destaca.
Raúl Sáenz, por su parte, llegó desde Vitoria a primera hora. “Hemos venido muy preparados, con las sillas, el agua y todo para el calor, aunque al final nos ha sobrado, casi nos llueve”, bromea. Aunque ya conocía otras carreras como la Itzulia o la Vuelta a España, asegura que no ha visto “nada igual”. “El Tour juega en otra liga, es impresionante todo lo que mueve”.
Por último, Javi Muñoz y Loli Moreno, que se acercaron caminando desde Salburua, no quisieron perderse “uno de los acontecimientos más famosos del mundo”. “Es la primera vez que lo vemos en directo y ha sido una pasada ver a la gente animando, es una experiencia muy bonita”, comenta Loli. A Javi, lo que más le ha sorprendido es “la cantidad de coches” que transitan en la caravana: “Me pregunto dónde los aparcarán luego... No sé si merece la pena pagar tanto dinero para que pase el Tour por aquí, pero desde luego es algo increíble de presenciar”. Y es que la ronda gala no deja indiferente a nadie.