En Cento, donde llegaba el Giro en volandas y curvas de circuito de bólidos para otra volata antes de la crono y de la montaña abrumadora de este domingo, nació Giovanni Francesco Barbiere, apodado el Guercino.

Le llamaron así porque el pintor barroco era bizco. Guercino es el diminutivo de guercio, que significa estrábico. Eso no impidió a Guercino desarrollar su arte pictórico con enorme destreza.

Además de las numerosas obras religiosas, Guercino también pintaba las imágenes de la fiesta de disfraces que animaba la Piazza, que era donde las gentes de Cento hacían vida, como si se tratara de la sala de estar.

El Giro es el salón de Jonathan Milan. Esprinta el italiano, abrumador, demoledor, en zapatillas de casa. Contó el velocista su tercera victoria en lo que va de carrera. Hat-trick. El mejor rematador de la Corsa rosa. Cento per Cento.

Es un cohete ciclamino Milan, sin rivales en Cento. Nadie se le aproximó. Trató de sorprender desde lejos Fernando Gaviria, antaño más explosivo, pero Milan lo trituró coceando los pedales. No es Milan el más fino estilista pero su efectividad es altísima. Es el mejor velocista de la carrera.

Apuros para Milan

Resolvió el duelo por aplastamiento, pero sufrió para encararlo porque estuvo a merced del viento, lacerado en un abanico provocado por el Ineos que le exigió otro esprint. Su primer arrebato fue por supervivencia y el segundo por la glroria.

El viento azuzado por los británicos no se lo llevó y su ráfaga huracanada apagó la chispa del resto de velocistas, convertidos en víctimas de su voracidad en la jaula del estrés, el riesgo y la adrenalina. Milan es una bestia en el cuadrilátero de la velocidad.

A su paso solo quedan escombros. En la danza guerrera y febril que se produce entre la vallas donde no sobra el espacio y todo sucede demasiado rápido, Milan no pedalea, noquea.

Es necesario un gramo de locura para adentrarse en la sociedad de los velocistas, donde todo es acción-reacción. Un acto reflejo. No hay tiempo para girar el cuello. Los velocistas, depredadores en un ritual salvaje, posibles presas de otros cazadores, juegan con la mirada.

El intento de Gaviria

Miran al frente para hacer los cálculos, para proyectarse, para visualizar la llegada mientras interpelan a las piernas, el corazón golpea el doble bombo de una batería, soportan el subidón del ácido láctico, el calor en los pulmones y estrujan el manillar hasta cortarle la circulación.

Milan, pleno de potencia, no dio opción. Efe

En esa sinfonía dolor y de frenesí, en la coreografía de los finales eléctricos, no dejan de observar lo que sucede a su alrededor. Bizquean. Como Guercino. Milan bizqueó y detectó a Gaviria. Le aplastó sin demora. Implacable. Después enfocó otra victoria. El tríptico de Milan.

El colombiano tuvo que desistir ante el italiano. Stanisław Aniołkowski, el velocista polaco, trató de seguir el rebufo de Milan. Claudicó. Bauhaus tampoco se acercó.

Milan, colorista, parecía una figura del carnaval de Cento. El evento es uno de los más antiguos de Europa, una celebración pagana con desfile de disfraces y carrozas realmente extraordinarias que alcanzan el cielo.

Desde esas construcciones caen premios y regalos, el conocido gettito que baña al público. El carnaval termina con la lectura del testamento de TASI, la tradicional máscara de Cento y la quema de la marioneta de paja y cartón piedra que lo representa. El fuego purificador. En el ardieron los rivales de Milán.

El Ineos busca los abanicos

La etapa era una llanura sin relieve alguno. 150 metros de desnivel positivo en 179 kilómetros. Una anomalía formidable. Tenía algo de mágico ese trazado. La palma de una mano tiene más escollos, sobre todo si tiene callos.

Pietrobon, Tonelli y Tarozzi se aventuraron a ganarse los planos de televisión y ondear su dignidad. El pelotón se despreocupó. No había motivo para alterar el pulso.

En el plato de sopa, la tempestad y los nervios los arrastró el viento, que entró de costado y el Ineos se puso a desmelenar el ritmo. Buscó cuneta y se encontró a Tadej Pogacar, entronizado, sobre sus sus chepas. El líder, refugiado en su equipo, mostró su jerarquía con suficiencia.

Relajado en el agobio. No le afecta el estrés. Viaja en carroza y a su paso saluda con la mano como un monarca a sus súbditos, entusiasmados con la idea de presenciar su desfile.

Daniel Martínez también ocupaba el frente. No obstante, se empeñó la escuadra británica para detectar alguna grieta de distracción. Cazó en un renuncio a medio pelotón, que no esperaba el acelerón, atrapado en la indiferencia.

El Ineos leyó el viento y el giro de la carretera para airear el paso y fomentar los abanicos. Eso acabó con Pietrobon, Tonelli y Tarozzi y obligó a Milan, señalado, en fuera de juego, a cicatrizar la herida. La maglia ciclamino se puso roja.

Los dos grupos se fundieron en un abrazo unos kilómetros después y regresó la serenidad, abierto el pelotón como el fuelle de un acordeón, ocupando el ancho de la carretera. 

De Pooter y Marcellusi brotaron más tarde. Flores sin tierra. Escaso arraigo. Se montó el andamiaje del esprint en el callejero burlón y repleto de curvas de Cento, donde al forzudo italiano le esperaba el gettino. Milan desfila en Cento.

Giro de Italia

 

Decimotercera etapa

1. Jonathan Milan (Lidl ) 4:02:03.

 2. Stanislaw Aniolkowski (Cofidis) m.t.

 3. Phil Bauhaus (Bahrain) m.t.

 4. Tim Van Dijke (Visma) m.t.

 5. Hugo Hofstetter (Israel) m.t.

 General

 1. Tadej Pogacar (UAE) 49:24:38

 2. Daniel Martínez (Bora) a 2:40

 3. Geraint Thomas (Ineos) 2:56

 4. Ben O'Connor (Decathlon) 3:39

 5. Antonio Tiberi (Bahrains) 4:27