Una estatua recuerda en Dunkerque a Jean Bart, corsario francés a servicio de Luis XIV, el Rey Sol. Bart, marino y navegante, fue un gigante de los mares. Imponente su figura, colosal. Bart, que comenzó a navegar a los 15 años, medía 2,04 metros de ferocidad y audacia. Contó numerosos éxitos acechando y capturando otros navíos. De asalto en asalto.
Tim Merlier, indetectable, fugaz, que asomó en el momento exacto, sin padrinos en la llegada, celebró en tierra de corsarios su mejor abordaje cuando superó en el último golpe de riñón al hercúleo Jonathan Milan.
Al italiano, especialista criado en la pista, heterodoxo, que cabecea los esprints, le robó la felicidad Merlier, que le rebañó el triunfo sobre la línea. En la foto-finish, Merlier tuvo mejor pose. Fotogénico.
Derrotó a Milan por el perfil de la rueda, estirado el cuerpo al máximo. Sus 1,88 metros pudieron con Milan, que mide 1,96.
El belga, campeón de Europa, arrugó al italiano, que masculló la derrota por unos centímetros escasos en un esprint al límite, accidentado. Varios ciclistas se estrellaron en la última curva. El triste remate a uno de esos días en los que nada sucede pero que levantan hospitales de campaña.
El 7 de julio, cuando el Movistar se puso el pañuelo rojo para honrar al santo moreno, el final tuvo ese deje de San Fermín, de la manada de toros enfurecida, en estampida, curveando Estafeta en el encierro.
Camino de Dunkerque se retiró Jasper Philpsen, víctima de una dura caída que le supuso la fractura de la clavícula derecha y de, al menos, una costilla. Se golpearon varios con más o menos severidad. Remco Evenepoel se raspó en la aproximación a meta. Las desgracias se acumularon.
En Dunkerque siempre suceden hechos extraordinarios. La memoria recuerda el milagro que se produjo en Dunkerque entre el 26 de mayo y 4 de junio de 1940. El milagro fue la Operación Dínamo, la que rescató a 338,000 soldados aliados en una movilización sin precedentes durante la Segunda Guerra Mundial.
Las tropas británicas, francesas y belgas, aisladas por el ejército nazi, que las empujó hasta el mar, no tenían futuro. Estaba escrito que caerían. Solo un idea arriesgada, sin precedentes, podría salvarles.
El almirante Bertram Home Ramsay ideó, planificó y organizó la evacuación del contingente mediante un movimiento desesperado, arriesgado e inesperado. La poderosa voz del primer ministro Winston Churchill dio luz verde a la operación.
Con la colaboración de John Vereker Gort, comandante en jefe de la Fuerza Expedicionaria Británica, el ejército, que estaba preso, a un dedo de la capitulación, fue rescatado por una movilización sin precedentes.
Miles de compatriotas se hicieron a la mar, cruzaron el Canal de la Mancha mediante lanchas, yates de recreo y barcos pesqueros, protegidos por la marina británica, y de ese modo revivir a la soldadesca, cercada por el ejército alemán y el mar. Dunkerque fue el símbolo de un milagro.
En su discurso del 4 de junio, Winston Churchill celebró aquel salvamento con un celebre discurso que título: Lucharemos en las playas.
Caída de Philipsen
Incluso en los días de tregua y paz, hamacada la carrera, el Tour es un caos que cuenta víctimas inesperadas y cuenta bajas en su parte de guerra. Philipsen, sonriente en Lille, de verde, tuvo que abandonar con la espalda abrasada tras caer de mala manera, por encima del manillar, cuando disputaba un esprint por los puntos de Isbergues, un lugar de paso.
Tour de Francia
Tercera etapa
1. Tim Merlier (Soudal) 4h16:55
2. Jonathan Milan (Lidl) m.t.
3. Phil Bauhaus (Bahrain) m.t.
4. Søren Wærenskjold (Uno-X) m.t.
5. Pavel Bittner (Picnic) m.t.
6. Biniam Girmay (Intermarché) m.t.
7. Kaden Groves (Alpecin) m.t.
8. Pascal Ackermann (Israel) m.t.
129. Ion Izagirre (Cofidis) m.t.
167. Alex Aranburu (Cofidis) m.t.
General
1. M. Van der Poel (Alpencin) 12h55:37
2. Tadej Pogacar (UAE) a 4’’
3. Jonas Vingegaard (Visma) a 6’’
4. Kévin Vauquelin (Arkéa) a 10’’
5. Matteo Jorgenson (Visma) m.t.
6. Enric Mas (Movistar) m.t.
7. Joseph Blackmore (Israel) a 41’’
8. Tobias H. Johannessen (Uno-X) m.t.
50. Alex Aranburu (Cofidis) a 3:22
90. Ion Izagirre (Cofidis) a 7:27
Nunca se sabe que quedará en la retina de los recuerdos, si el viaje, el destino o un apeadero. Bryan Coquard, que buscaba una rendija que le tapió con el hombro Laurenz Rex, se desestabilizó y su espasmo generó un desplazamiento brusco que desequilibró al belga, que cayó descontrolado sobre el asfalto, que no hace concesiones, solo deja heridas.
El efecto dominó arrastró a Philipsen, que acabó con una fractura de clavícula y al menos, otra de costilla. El rayo belga lijó el cuerpo contra el alquitrán a gran velocidad. En carne viva la parte superior de la espalda. Acabó en la cuneta, atendido por los doctores de la carrera.
Su Tour, que comenzó con la dicha, vestido de amarillo, finalizó con el brazo derecho en cabestrillo tras el accidente provocado por la mala praxis, una línea delgada cuando se trata de los los velocistas, tipos de codos afilados. Cortaron el relajo que gobernaba hasta entonces el tercer día de la Grande Boucle.
El incidente enrareció el ambiente y se abrieron los frentes de las discusiones a viva voz entre los ciclistas del Alpecin, que había perdido a su hombre bala, que recriminaron a Coquard –caído más tarde en el esprint final– su actuación y también señalaron al Rex –otra víctima a las puertas de Dunkerque– que contribuyó al descalabro de Philipsen.
Wellens ahorra el podio a Pogacar
Después, Tim Wellens, pidió permiso a la sociedad de la carretera y se aventuró en una suerte de performance en solitario para distraer a la concurrencia y recoger el maillot de la montaña de Pogacar tras descontar la Côte de Cassel y evitar así la ceremonia de podio del esloveno. Una estrategia para que el esloveno tuviera más tiempo de descanso.
La arquitectura del esprint inició su liturgia sin prisas, muy presente aún en el recuerdo al caído Philipsen, que alteraba la correlación de fuerzas. El pelotón abrió el fuelle del acordeón de costado a costado de la carretera, impactados los rostros por el viento de cara.
Achatadas las narices en ese combate contra un enemigo implacable, un muro invisible que frenaba el entusiasmo en una jornada vaga, queda, que arrastraba los pies después del frenesí del fin de semana.
Los lunes, al sol. En barbecho los organismos. El premio a la combatividad quedó desierto. El jurado determinó que nadie se había ganado semejante honor. La constatación de un día de escasa ambición, de distracción y muchos accidentes. Los más peligrosos, donde reina la incertidumbre. Merlier celebra el caos.