Íntimamente, aunque cueste reconocerlo por eso del egoísmo, más de uno, tal vez una legión, se alegró de la ruina económica de Leonard Cohen. Su representante, Kelley Lynch, que también fue su amiga, le dejó en la bancarrota tras llevarse los 5 millones de dólares que el cantautor canadiense había ahorrado para su jubilación después de haber tocado el cielo con Hallelujah (una de las canciones más versionadas de la historia) y otras de sus bellas creaciones: I’m your man, Suzanne, Take this waltz, Dance me to the end of love...

De cumbre en cumbre de la canción, Cohen era una cordillera de la excelencia. Sin blanca para vivir con calma la senectud, Cohen tuvo que regresar, obligado, a la carretera y a los escenarios.

Con más de 70 años completó unas giras formidables, epidérmicas y oníricas. Experiencias hipnóticas de las que dejó constancia en dos discos maravillosos que conectan con la piel, el espíritu y el alma sin intermediarios.

Su voz cavernosa, su sombrero fedora, su elegancia y su enfoque vital le convirtieron en un artista inmortal. Alguien dijo que la sensación de ver en directo a Cohen puede ser parecida a visitar Venecia antes de su hundimiento definitivo. Cohen no sólo recuperó el dinero. Vivió en el éxtasis de un reconocimiento perpetuo incluso después de la muerte.

Campeón del Tour en 2012

Una historia similar abraza a Bradley Wiggins, de 43 años, orgulloso campeón del Tour de Francia de 2012. El primer inglés en conquistar semejante plaza. La Union Jack ondeó orgullosa en los Campos Elíseos de París.

Hasta ese instante, el ciclista inglés más conocido en el Tour fue Tom Simpson, que pereció en el Mont Ventoux. Su corazón no pudo soportar la carga dopante que hizo que reventara camino de la cumbre del Gigante de la Provenza.

El logro de Wiggins, a un viaje lunar de aquel hecho dramático, situaba al inglés en la cima del mundo. Wiggins abrió la puerta al domino del Sky, el equipo que después coleccionó el Tour como si se tratara de la adquisición de un souvenir que pegar como un imán en la nevera. 

Con la victoria en París, el inglés se convirtió de inmediato en una celebridad en su país, cuyo apego hacia el Tour había sido escaso hasta entonces. El héroe Wiggins elevó el entusiasmo de la nación por la carrera francesa. La reina Isabel II condecoró al ciclista, un pionero, con la distinción de Sir.

"He tenido problemas económicos desde hacer varios años pero no veo el final. ¡Es un asunto que se debe a una negligencia profesional por parte de otros que han dejado un montón de mierda a mi nombre!"

Bradley Wiggings - Exciclista

El ciclismo se había metido en el corazón del palacio de Buckingham, en sus salones. El mismo año de su hazaña en Francia, Wiggins se bañó de oro en los Juegos Olímpicos de Londres. Logró la medalla de oro en la prueba de crono. Wiggins, excelso pistard, también acumuló cuatro oros olímpicos y siete títulos mundiales en el velódromo. 

Popular y con equipo propio

Cuatro años después de su mejor victoria de siempre, entregado el relevo a Chris Froome, Wiggins dejó el Sky en 2015 para crear su propia formación (el equipo siguió hasta 2019) con talentos británicos. Wiggins se retiró en 2016. Tenía 36 años.

Tremendamente popular en su país, carismático y uno de los comentaristas estrella de Eurosport, Wiggins vivía apaciblemente después de amasar un buen dinero en su periplo ciclista hasta que hace escasos días se supo que está cerca de la bancarrota.

En una entrevista concedida a Cycling Weekly, el excampeón del Tour reconocía sus apuros económicos. Debe un millón de libras debido a la negligencia profesional de sus asesores financieros con su compañía.

Problemas financieros

“He tenido problemas económicos desde hacer varios años pero no veo el final. ¡Es un asunto que se debe a una negligencia profesional por parte de otros que han dejado un montón de mierda a mi nombre! Les pasa a muchos deportistas mientras tratan de hacer vida normal y por eso realizaré una serie de demandas legales por parte de mis abogados”, relata Wiggins, que se acogió a un acuerdo voluntario individual desde 2020 para tratar de pagar estas deudas.

Sin embargo, su pasivo es tal que Wiggins se ha visto obligado a vender los derechos de sus marcas comerciales (Wiggo o Bradley Wiggins) para evitar la quiebra. En esa dinámica para tratar de salvarse de la ruina, Wiggins también habría puesto a la venta una propiedad que dispone en suelo español por valor de 600.000 libras para tratar de hacer frente a las deudas.

A pesar de ello, el requerimiento para el pago de la deuda continúa vigente y Wiggins corre el serio riesgo de padecer la bancarrota. A diferencia del cantautor canadiense, el exciclista inglés no puede regresar a los escenarios en los que amasó fortuna a pedales. A Wiggins no le esperan giras en las que pueda recuperar el dinero. No es Leonard Cohen.