José Luis Akarregi (Lekeitio, 1923) fue el primero. 1953. Antes: la nada. Antes: el Manomanista. Las txapelas eran para los pelotaris largos. Se puso una línea extra en mitad de los cuadros cuatro y cinco. Fue el horizonte. La regla, fácil: la pelota no puede botar más allá del cuatro y medio sin contar el saque. El nombre, fácil también: Campeonato del Cuatro y Medio. 69 años hace de aquello. Akarregi fue el primero en alcanzar el cetro. Nació como un invento. Los más puristas se echaron las manos a la cabeza. ¡Sacrilegio! De la generación del vizcaino fueron Miguel Gallastegi, Atano III, Chicuri… La novedad duró apenas cinco ediciones. Después de Akarregi, Miguel Soroa (1954), Abel San Martín Barberito (1955 y 1956) y José María Palacios Ogueta (1957) se llevaron el trofeo a casa. Y entonces, un parón de treinta años. Entre 1958 y 1988 no hubo más límites. El invento se deshizo. 

Empresas Unidas y Eskulari-Pilotaberri sacaron el Cuatro y Medio del baúl. El banco de pruebas fue el ya desaparecido Torneo de Elgeta de mano aficionada. Recuperaron la modalidad en 1969. Patxi Eugi ganó en 1989; Rubén Beloki, en 1991, Nagore, en 1992 y 1993; Asier y Aimar Olaizola, en 1995... 

"Fue una buena final aunque para mí creo que se ha exagerado. Lo que sí que tuvo aquella final fueron los ingredientes necesarios"

Julián Retegi - Pelotari

Las promotoras presentaron la edición de 1989 en el baserri Olandixo de Arrasate y le colocaron el nombre de su principal valedor: ETB. Compitieron Martín Alustiza, Ladis Galarza, Julián Retegi y Joxean Tolosa. Exprés. Dos semifinales y final, que ganó el mago de Eratsun. El navarro tenía 35 años. Repitió en 1990 y 1991. En 1992 y 1994 ganó Patxi Eugi. Galarza III se coronó en 1993; Jorge Nagore, en 1995 y Fernando Arretxe, en 1996. Hasta el Día D.

EL PRECEDENTE

23 de noviembre de 1997. Ogueta de Gasteiz. Tres cuartas partes de entrada. 2.000 espectadores en las gradas. Muchos de ellos, riojanos. Dicen las crónicas que abuchearon a Julián Retegi cuando “pateó enrabietado” una pelota que usan los corredores. El de Eratsun tenía 43 años y una vida atada al éxito. Más de 23 años de profesional. Tenía ya tres txapelas del Cuatro y Medio. Por entonces, no eran oficiales. No estaban homologadas.

“A un chaval joven puede desilusionarle, a mí ya no”, dijo entonces. Enfrente, Titín III: joven, lozano. 28 años y únicamente cinco en profesionales. El caracolero, nacido a un palmo de un frontón, ganó por 9-22 en 44 minutos de juego. Se registraron 248 pelotazos a buena. Titín cerró cinco saques y Retegi, solo dos. El veterano llegó a estar 8-7. El riojano tiró de desgaste. La moneda salió cara. La victoria de Augusto convirtió la final del Cuatro y Medio en una repetición. 

LA LESIÓN DE RETEGI

De nuevo los dos rivales enfilaban hacia el mismo frontón, sede de la cita por la txapela. El precedente, una losa para Julián, con muchos tiros en el ala como para verse fuera de foco. Retegi suspendió la primera fecha por una rotura de fibras. Se la había hecho en verano. Fue en Covaleda. Tuvo un problema en el isquiotibial derecho. En los encuentros previos, ante Beloki, reaparecieron las molestias. En alguna ocasión ha reconocido haber disputado ese partido vendado como una momia: rodillas, abductor, cadera...

No pudo entrenar al ritmo deseado hasta el encuentro. Antes de su final número 27, en la elección de material junto al seleccionador Fernando Tapia, el navarro declaró que no iba a salir “alocado”. “Hasta que juegue unos tantos no saber cómo estoy”, remachó. Titín, por su parte, quería dedicarle el triunfo a su hijo Adrián. “Trataré de moverle mucho y entrar de aire como a mí me gusta”, analizó entonces. A tres días de la disputa, que fue en sábado, las entradas estaban prácticamente “agotadas”. 

Antes del envite se especulaba con que iba a ser la final del año. Esa misma campaña, Fernando Arretxe había ganado el Manomanista ante Aitor Elkoro por un apretado 22-18 en el Atano III de Donostia. La cita de la jaula parecía levantar más expectación que la de todo el frontón. 700 riojanos cogieron entrada. El Ogueta estuvo a reventar. Por el camino, en sus diez citas anteriores en el acotado, Titín había jugado ocho en el frontón Adarraga de Logroño. 

Y el 13 de diciembre de 1997 cambió la historia del Cuatro y Medio para siempre. Se cumple un cuarto de siglo en unas semanas. Se enfrentaba una leyenda, un pelotari veterano, en proceso de apurar sus últimos años en la élite, con un chico que destilaba juventud y descaro. El ídolo del ocaso y el que está amaneciendo. Dos locomotoras en un cruce de vías. Colisión. Los artekaris cantaron de salida mil azul y nueve a mil por abajo. Era previsible una cita de altos vuelos. En el retrovisor: el 9-22 de dos semanas antes. 

“Me arrepiento de no haberle colocado la txapela a él, pero en el calor del momento no me acordé”

Julián Retegi - Pelotari

El eterno Martín Ezkurra acompañó desde la silla al más grande. Javier Solozabal, por su parte, al de Tricio, que salió como un pitbull rabioso. Arrollador. Se puso 3-7, aprovechando el material rápido. Julián, con una tirita en el puente de la nariz, sufrió, cojeó y tuvo que sudar tinta china para elaborar los tantos. Se agarró al encuentro, siempre con el viento en contra. Titín se lanzó al infinito: 7-12 y 11-15. Olió sangre ante un mito que todavía no había colgado el gerriko. En las vitrinas de Julián, por entonces, estaban colgadas 21 txapelas logradas en 26 finales. El riojano estuvo 15-20. Entretanto, Retegi falló dos voleas fáciles. El 15-20 fue un tanto durísimo, físico, en el que Augusto cruzó una apertura. 

Titín se sentó en la silla y Solozabal le masajeó las pantorrillas. Retegi continuó peloteando. Cabe recordar las camisetas, diseñadas por la marca Adidas, y la fisionomía del frontón: repleto de pegatinas de publicidad, incluida la botella con chaquetilla roja, sombrero cordobés y una guitarra de Tío Pepe. Una dejada del ancho dio la alternativa a Julián. Jugó largo. Se acabó acercando 17-20. En un tanto de dominio colorado, con Titín III bailando en defensa de lado a lado, Retegi erró el besagain de zurda. Estaba forzado. 17-21. Una montaña de aplausos. 

SE DESATA LA LOCURA

Y la locura. El 18-21 fue un tanto de desgaste. El veterano, que llegaba con dudas físicas, se abonó a la defensa. Acabó en la pared (18-21). Julián se tocó el muslo con cara de dolor. Después: saque-remate, una dejada al ancho (19-21). Cerró el vigésimo cartón con una apertura que venía de un gancho y una volea (20-21). Retegi se quejó al juez de que Titín III había llegado tarde al bote. Tenía razón el eratsundarra. Los aficionados comenzaron a corear su nombre. ¡Julián! ¡Julián! ¡Julián! “Pensaba que me estaban provocando cuando la verdad es que me animaban. Cogí un cabreo tremendo”, reveló poco después de aquella final. 

Un exceso de vista del riojano sentenció el partido al 21 iguales. Julián ejecutó un saque largo. Titín restó a bote y dejó pelota servida. Retegi cerró la última txapela de su vida deportiva con una parada al txoko. Magia. El público despidió en pie a los héroes. “He sentido pinchazos desde el inicio”, concretó al terminar el partido el ganador. “Me arrepiento de no haberle colocado la txapela a él, pero en el calor del momento no me acordé”, apostilló Retegi días después. Se cruzaron 347 pelotazos a buena en 69:13 vibrantes minutos, 14:36 de juego real. 

“ Yo era el ídolo de retirada, o exídolo se podría decir, y llegaba una estrella, el ídolo del momento, al que todos daban como favorito, como tiene que ser en el cambio generacional”

Julián Retegi - Pelotari

En la pared izquierda del Ogueta había unos vinilos gigantescos de la BBK. Poco después, bajo el patrocinio de la entidad bancaria, se repartieron cintas VHS de un encuentro mítico. Consultado Retegi sobre aquel envite en alguna ocasión, le quita hierro. “¡Recuerdo hasta los tantos! Fue una buena final aunque para mí creo que se ha exagerado. Lo que sí que tuvo aquella final fueron los ingredientes necesarios. Yo era el ídolo de retirada, o exídolo se podría decir, y llegaba una estrella, el ídolo del momento, al que todos daban como favorito, como tiene que ser en el cambio generacional. Y fue como tuvo que ser, que llegamos a 21 iguales con su vuelta correspondiente. Nadie daba un duro por mí y gané 22-21. Para contar queda muy bonito pero me quedaría con el ingrediente de la edad, que yo andaba con 43 años y él, con 28”, desgranó. Cambiaron la historia de la modalidad. Bodas de plata de aquel maravilloso campeonato.

Ya lo dijo el maestro: “Fue como tuvo que ser”.