- Mikel Urrutikoetxea y Darío Gómez dieron el salto al profesionalismo con la sensación de que su especialidad fetiche era el mano a mano. El vizcaÍno debutó en el campo profesional en 2009 y su primera incursión en el Manomanista de Primera fue en 2011. En 2013 y 2014 fue semifinalista, cayó contra los ganadores del título, Aimar Olaizola y Juan Martínez de Irujo, respectivamente. En 2015 quedó campeón. En 2016 y 2019 perdió la final contra Irribarria. En 2017 cayó en semifinales contra el campeón, Bengoetxea VI. En 2018 y en 2020 cayó en cuartos contra el campeón, Altuna III y Jaka, respectivamente. Historias repetidas. En 2021, en cambio, fue Artola, finalista, quien le apeó de las semifinales.
El riojano, por su parte, se estrenó con Aspe en 2015. Tardó cuatro años en triunfar en Promoción. En 2020 entró por la previa en Primera y llegó a semifinales, eliminando incluso al campeón en curso Irribarria. En 2021, como cabeza de serie, José Javier Zabaleta le barrió en el primer partido por un claro 22-5.
Confluyen el viernes en Labastida en la primera eliminatoria del Manomanista. Todo o nada. Cara o cruz. Puerta grande o enfermería. Ellos dan el pistoletazo de salida a la competición más importante.
Se miran al espejo: pelotaris largos, de derechas eléctricas, acostumbrados al juego clásico y adaptados al frenetismo del patrón actual. Todo de aire. Sin oxígeno. Otra historia. “El Manomanista siempre se le ha dado muy bien. Se le ha visto físicamente muy fino, tiene muy buen saque y es tremendamente peligroso; sobre todo, porque viene rodado”, radiografía Urrutikoetxea sobre su adversario, del que advierte que “vestirte de blanco en un partido de campeonato, con lo que implica, siempre te hace estar con más confianza”. El de Ezcaray ha tenido que derribar tres muros para entrar al torneo: Aitor Elordi (22-6), Danel Elezkano (10-22) y Peio Etxeberria, campeón de Promoción en 2021 (22-2). Con todo, el nervio de Urrutikoetxea y su facilidad para el remate meten miedo a su contrincante. “No estamos acostumbrados a este frontón. Tiene sus peculiaridades y solo jugamos en verano. Veremos qué tal se nos da”, desgrana el de Zaratamo.
Darío, por su parte, llega pleno. Confirma que “he jugado tres previas y he tenido tres oportunidades de marcharme a casa. El objetivo principal era entrar en el campeonato”. “Intentaré aprovechar mi golpe de derecha. No creo que Mikel quiera un cuerpo a cuerpo; en cambio, yo busco endurecer lo máximo el partido. Él intentará terminar pronto el tanto”, augura. Malos socios.
El riojano es, junto a Ezkurdia, uno de los mejores sacadores del cuadro profesional, mientras que el vizcaino asume un papel de gran restador. “Mikel siempre ha sido un buen manomanista desde aficionados”, describe el de Aspe, quien confirma que el vizcaino ha recuperado sensaciones en el Parejas. “Urrutikoetxea era un pelotari más clásico, pero dio un buen cambio. Ahora es uno de los más puntilleros. Tiene más facilidad para terminar el tanto que yo”, remacha Darío, que disfrutará de una oportunidad de oro en el pueblo de su abuelo. “En Labastida estoy como en casa”, finaliza. Dos pelotaris. Dos historias. Dos perfiles. Una sola anatomía: la del manomanista nato.
Con retraso. “El material me ha gustado. Las pelotas elegidas por Mikel Urrutikoetxea son de piel más oscura y con salida de frontis. Las mías, en cambio, son más claras y que dejan jugar a bote”, describió ayer Darío Gómez en la elección de material del frontón Municipal de Labastida. El pelotari riojano de Aspe, que estuvo acompañado por el intendente de su empresa, Jon Apezetxea, se decantó por cueros más pesados que los de su contrincante: 105,1 y 104,9 gramos. Por su parte, el campeón de Zaratamo, aconsejado por el técnico Pablo Berasaluze, seleccionó un lote de 104,2 y 104,8 gramos. La liturgia se celebró con retraso por un malentendido.