- Stephan van der Zwan explica que su nueva vida arrancó hace ya ocho años y que continúa disfrutándola. ¿Mereció la pena embarcarse en este proyecto? El neerlandés contesta a la pregunta formulando otra. “¿Has visto mi foto del lunes en Hondarribia?”. Aparcó la autocaravana el domingo en la subida al faro, en torno al kilómetro dos de la contrarreloj. Y desde allí asistió a un maravilloso amanecer que iluminó poco a poco la desembocadura del Bidasoa. “En momentos así, me siento un privilegiado”, asegura en el interior de un vehículo que planea sustituir por otro nuevo dentro de un mes.

“Me sorprende que este cacharro todavía siga funcionando. Está muy viejo. El de la Itzulia es el último viaje largo que hago con él. A principios de mayo estaré en Hungría, en la salida del Giro, y allí espero haber cambiado ya”. Con su nueva casa a cuestas, seguirá cubriendo carreras in situ, lo que le ha llevado a ser casi famoso dentro del pelotón. “No existe una cuenta de Twitter más seguida entre los ciclistas del World Tour que la nuestra. Se trata de una estadística que alguien ha estudiado, no se sabe muy bien por qué, pero que está ahí”, explica entre risas Van der Zwan.

Ilustra su relación con el mundillo explicando alguna que otra anécdota. “Mi autocaravana es una especie de punto extra de residuos para los corredores. Muchas veces, cuando me ven, empiezan a lanzar bidones y recolecto unos 30 o 40. Saben que se los voy a dar luego a niños, porque si me los quedara no cabría aquí dentro”. Los directores deportivos de los equipos también le conocen. “En una etapa de la Volta a Catalunya, todos me saludaron a su paso. Un agente de policía que estaba a mi lado pensó que se dirigían a él y se marchó a casa todo orgulloso”.