Tuvo el comienzo en Gasteiz el aire solemne, litúrgico, de los grandes momentos. La visita de Christian Prudhomme, director del Tour de Francia, al corazón de la Itzulia subrayaba el flechazo, el idilio, entre la Grande Boucle y Euskal Herria, hermanados ambos para la gran fiesta amarilla de 2023. Entonces, el 1 de julio, el Tour se pondrá de pie en Bilbao, tocará Gasteiz, acariciará Donostia, abrazará Amorebieta y se extenderá por incontables recovecos de Euskadi. Las arterías del ciclismo bombearán entusiasmo. Un verano para la memoria. Prudhomme, que se reconoce aficionado antes que director de la carrera más grande del planeta, disfrutó del pasaje que unía la capital de Euskadi, la que desnudó el recorrido vasco del Tour, con Zamudio, donde años atrás se apostó por la modernidad y el futuro a través del Parque Tecnológico. La alta tecnología de la foto finish resolvió el final apretadísimo.

Daniel Martínez lució la mejor pose en Zamudio. Alaphilippe, segundo, se quedó con la mueca. La misma sensación que vivió en Amurrio. Se estiró más el colombiano que el campeón del Mundo, otra vez con la hiel de la derrota amargándole el caramelo del final. Un tubular le estranguló la alegría, que se la quedó el colombiano. Un día bacanol. El esprint, al límite, le concedió una victoria rotunda. Explosivo, Daniel Martínez no se arredró. Le gusta la pólvora. "Hasta que me exploten las piernas", dijo. Estalló de alegría ante Alaphilippe. Roglic también se midió a ellos, pero a su turbo le faltó algo de potencia. Pello Bilbao se emparejó al esloveno. La Itzulia es cuestión de centímetros y chasquidos de segundos. También de fe.

El porvenir, esa idea que siglos atrás era una línea en el horizonte que demandaba arrojo, valentía y pasión porque se trataba de un viaje hacia lo desconocido, invoca a los ciclistas, tipos que miran hacia delante, que persiguen el futuro. Las fugas representan ese anhelo de trastear en la incertidumbre, como zahoríes del asfalto que olfatean el viento para dar con la tierra prometida. Se embarcaron catorce en esa aventura, que se tiró hacia la costa de Bizkaia. Tipos como Mikel Iturria, Óscar Rodríguez, Geraint Thomas, Ruben Guerreiro, Armirail, Grmay, Lafay o Cristian Rodríguez pertenecían a la expedición, que soltó amarras poco después de que Prudhomme fuera recibido con honores de jefe de Estado.

UNA BUENA FUGA

Rodríguez e Iturria, que compartieron pasado en el Euskadi Murias, el equipo que sostuvo la antorcha del ciclismo vasco cuando se extinguió la llamarada de Euskaltel-Euskadi, esperaban un día de gloria como aquellos de la Vuelta a España. Lo días felices. Rodríguez conquistó su Oscar con una actuación memorable en La Camperona. Éxtasis. Iturria saboreó la gloria en Urdax en una jornada extraña, con el pelotón colgando las piernas en barbecho. Iturria labró la tierra y cosechó su mejor triunfo. El urnietarra, una de los estandartes del Euskaltel-Euskadi, deseaba ondear en el hogar del equipo, donde se situaba el final.

Los fugados, una reunión de la ONU, se entendieron con la mímica del esfuerzo. El Jumbo de Roglic se instaló en la torre de control en un trazado picajoso, siempre dispuesto a pellizcar las piernas y calentar los pulmones. No se alteró en exceso el esloveno tras el centrifugado de la jornada anterior. Roglic es difícil de descifrar. Es refractario a las muecas y al histrionismo. Dijo estar cansado el día anterior. Nunca se sabrá si jugaba al póquer. Con Vingegaard compartiendo sidecar, ajenos al bullicio, se instalaron en el chaise longue en la cuerda costera. Ensayaron los planos para el Tour desde el helicóptero. San Juan de Gaztelugatxe, tan pictórico, famoso y fotogénico, una belleza Stendahliana, recreó las vistas. Prudhomme pudo constatar su fisonomía en una toma de 360º. Ensayo general para el Tour. Primera toma.

LAFAY LO INTENTA HASTA EL FINAL

Tsgabu Grmay decidió abandonar la compañía del resto de fugados. Maratoniano. Etíope. Mejor en solitario. Ante Urruztimendi, el Ineos y Bahrain de Pello Bilbao iniciaron el cortejo. Cada chincheta del camino ponía en guardia al pelotón, provocaba un estado de ansiedad. El Jumbo pastoreó la ascensión. Vingegaard ordenaba a unos y a otros. Evenepoel y Alaphilippe, unidos. Yates, con el maillot abierto, pidiendo aire. Roglic, mudo. No necesita abrir la boca. Thomas, Guerreiro, Armirail y Lafay desconcharon a Grmay, arrugado en la subida, una corbata que asfixiaba. En los costados, el pelo sobrante de los pinos, por el suelo, establecía el tipo de subida. El cuarteto disponía de casi dos minutos en la bisagra del puerto. La renta engordó. En el limbo se quedó Óscar Rodríguez, en tierra de nadie. En la indefinición. Iturria, Formolo y Vansevenant conectaron nuevamente con la sintonía donde zapateaba presuntuosa la victoria.

El Vivero presentó su nueva cara, desconocida, una vertiente sin huella ni rastro anterior. Un descubrimiento. Lafay no tardó en mostrarse en la fuga. Iturria no pudo resistir. Se encogió. Higuita, por detrás, volvió a penar. El colombiano, penitente desde que arrancó la Itzulia, no tenía un día bacano. Roglic, que en Aiara se cubrió con el esmalte del conformismo, se quitó el óxido de encima. Daniel Martínez envidó. Roglic le negó. A Brambilla, bamboleante, le concedió permiso, pero se apagó como una vela sin oxígeno. Lafay coronó por delante de Thomas, Guerreiro y Armirail. Entre los mejores, Evenepoel se agitó con ese estilo tan bruto. Entonces se estiró Alaphilippe por una canalón. El francés es como el agua, siempre encuentra un camino alternativo. Martínez le tocó el hombro. Reaccionó Vingegaard, el pulpo de Roglic. El líder no pestañeó. Obligó a que se moviera el resto para suturar la pequeña herida en el altiplano.

ESPRINT AL LÍMITE

El descenso hacia Larrabetzu, donde nació Jesús Loroño, uno de los más grandes de la historia del ciclismo vasco, atizó el fuego. Hoguera de las vanidades. Alaphilippe, un polvorín inquieto, se enfurruñó. También Evenepoel. Roglic siguió su estela. Mandó parar. Embridó el grupo de favoritos. Lafay seguía con su lucha particular, en solitario. No estaba dispuesto a esperar a nadie. Tenía prisa. El cuarteto que le perseguía se quedó sin vida, embolsado por el grupo de senadores y sus colaboradores. Lafay peleaba contra el UAE, que contaba con cinco relevistas para catapultar a Diego Ulissi. La persecución se comprimió. Un final rodado por Hitchcock. Restaban 1.000 metros y Lafay se quedó sin perspectiva. Ejecutado. Daniel Martínez mostró su garras en una llegada con el mentón elevado en el Parque Tecnológico. El colombiano derrotó a Alaphilippe por un tubular. Foto finish. Daniel Martínez es el más fotogénico.