- Como si todo estuviera interconectado, el día después de que el corazón se le parase a la Volta a Catalunya con el infarto de Sonny Colbrelli, que se encuentra bien, el tiempo que fue lluvioso, oscuro y frío, como el que sintió la carrera con el desplome del italiano, viró a luminoso y soleado cuando el italiano amaneció con una sonrisa. Continúa Colbrelli en el Hospital Universitari de Girona en observación, aunque está bien y sereno. Según anunció su equipo, la parada cardíaca se debió a una arritmia. De cuándo volverá a la competición nada se sabe, aunque las pruebas a las que fue sometido su corazón descartaron cualquier anomalía. Respiró el ciclismo, aliviado. Con el bienestar danzando en la piel del pelotón, relajado el rostro de la incertidumbre, alejado de la preocupación y del susto que se insertó en el tuétano, partió el día estupendo al lado del mar.

La brisa jugueteando y las piernas recibiendo el sol de primavera. Era todo tan calmado, una decoración tan perfecta, que resultaba inquietante. La tormenta regresó a la Volta, que puso un pie en Francia. Un vendaval de sensaciones hilaron un desenlace con muchos flecos. Valverde, Quintana, Carapaz, Soler, Higuita y O’Connor, entre otros, se blindaron en un final tumultuoso, donde se les abrieron las costuras a Simon Yates, víctima de una caída, y a Carlos Rodríguez, al que le mordió un pinchazo cuando la carrera era pura agitación. Ambos perdieron medio minuto en la antesala de las montañas. Porte tampoco las escalará. El australiano, enfermo, abandonó. El consuelo para Yates fue el triunfo de Kaden Groves, un camarada de equipo. Matthews, que lanzó a su compañero, se quedó sin liderato. Jonas Hvideberg, que sacó petróleo de la fuga en la que rodó, manda por un segundo. Las bonificaciones le vistieron de líder.

Bou, Moreno y Hvideberg aletearon desde el nido de L’Escala. Caminante no hay camino, se hace camino al andar, dejó escrito Machado, que descansa en Colliure, cerca de la meta. Los tres agarraron el petate de la ilusión hacia un destino transfronterizo, Perpiyà. Una aventura de ilusión, pura utopía. Bou, valenciano del Euskaltel-Euskadi, se alistó con la determinación habitual de los muchachos de naranja, siempre dispuestos a la pelea. Guerrilleros. Los fugados adquirieron una estupenda renta, pero con el acento menguante de la tradición de las huidas sin meta. En Perpiyà encontró refugio e inspiración el arte y la pintura. A unos palmos de allí, Colliure y Ceret inspiraron a grandes artistas del siglo XX como Dalí, Picasso y Matisse. El pelotón, acelerado, no estaba para exposiciones.

Antes de impregnarse de la musa mediterránea, en el Coll Des Belitres, se revolvió el estómago del pelotón, de repente turbado, anudado. Richie Porte, uno de los actores principales de la Volta, izó la bandera blanca. Atrapado por la enfermedad, abandonó. En el ascenso, Sosa se enganchó. Los ciclistas caían subiendo y bajando. Soler, Skjelmose, Adrià y Tolhoek se desconcharon en el descenso. El danés se fue por el barranco. Bienaventurado, cayó en terreno mullido. Un colchón de hierba. Se incorporó de inmediato. Escaló el terraplén, gritó que estaba bien y exigió una bici para seguir.

Poco después se ataron a la normalidad salvo por el desvío de Bizkarra, Benedetti y Dombrowski, que se confundieron en una bifurcación. Tomaron la curva por el lado equivocado. Corrieron en paralelo al pelotón pero sin poder incorporarse a él hasta que se bajaron de la bici y saltaron el muro de la mediana. Una anécdota para la sobremesa. La fuga pereció unos fotogramas más tarde. El peso del pelotón les cayó encima. La ley de Newton del ciclismo. Otra de esas reglas dice que cuando la carrera está lanzada, nadie espera. Lo maldijo Carlos Rodríguez, que pinchó. Al granadino se le llevaban los demonios. Kwiatkowski y Castroviejo rapelaron para que Carlos Rodríguez progresara. No pudieron socorrerle del todo. Simon Yates también padeció la liturgia de la competición. Se fue al suelo. Otro corte entre carreteras laberínticas.

El inglés era una pieza de caza mayor porque todos le temen en la montaña. El resto de rivales se aliaron para avivar el fuego. Unidos contra Yates. Carapaz, Valverde, Quintana y Soler, de nuevo amigados por la misma causa, aunque con maillots distintos. Se trataba de anular a Yates. En el akelarre también participaron Almeida, O’Connor o Higuita. Matthews, el líder, compañero de Yates, estaba delante. Dennis sostuvo el empuje del grupo, que se lanzó al esprint. Bauhaus quiso regalar la etapa a su camarada Colbrelli, pero en el reparto se coló Groves, al que impulsó Matthews. Celebraron la victoria al unísono. Medio minuto después, Simon Yates y Carlos Rodríguez, atrapados entre los dedos de la locura, agacharon la cabeza.

Competición. Mauro Schmid (Quick-Step) es el primer líder de la Semana Coppi e Bartali al imponerse en la primera etapa, con salida y llegada en Riccione, de 164,6 km de recorrido. El joven suizo de 22 años se impuso por delante de dos ciclistas del Ineos, el irlandés Eddie Dunbar y el británico Ethan Hayter, segundo y tercero, respectivamente. Mathieu Van der Poel (Alpecin), una de las grandes atracciones de la prueba italiana, se clasificó en la cuarta posición. Schmid fraguó la victoria en una escapada compartida con Dunbar a 19 km de meta que les llevó a disputarse la gloria entre los dos, con ventaja para Schmid, quien celebró su bautizo triunfal en Riccione, provincia de Rímini, en Emilia-Romaña.

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