No, no hablamos de leche de hipopótamo, ni tampoco del combinado rosa de los sábados.
El tono del algodón de azúcar está de enhorabuena, pues según el último estudio publicado en Reino Unido, este color nos da fuerza.
Sí, así como lo lees. La Universidad de Westminster ha demostrado cómo las bebidas rosas pueden aumentar el rendimiento del ejercicio físico un 4,4%.
Mediante la prueba se trato de evaluar si el efecto del color interfería en la productividad física.
El color rosa en la línea de meta
Esta conjetura salió a la luz tras la realización de un experimento, por parte del Centro de Nutracéuticos de la Universidad de Westminster.
En dicha prueba, los participantes debían correr en una cinta durante 30 minutos.
La velocidad la elegían ellos mismos, con el único requisito de tener un ritmo siempre constante.
Durante la prueba, se le ofreció una bebida rosa, endulzada artificialmente, baja en calorías y la misma bebida, pero de color más claro. Pues bien, aquí viene la sorpresa.
Los participantes corrieron una media de 212 metros más con la bebida rosa, además de aumentar su velocidad en un 4,4%.
Los deportistas afirmaron haber disfrutado más de la actividad y su sensación de placer también había aumentado.
En cuanto a la explicación, los expertos aseguran haber escogido el color rosa por cuestión de percepción.
Este color se asocia a la dulzura y por consiguiente, aumenta las expectativas y el esfuerzo de los deportistas.
Además, trataron de evaluar si las bebidas rosas, con cero estímulos, podría llegar a provocar beneficios a raíz de un posible efecto placebo.
“La influencia del color en el rendimiento deportivo ha sido objeto de interés con anterioridad, desde su efecto en el equipo de un deportista, hasta su impacto en la testosterona y la potencia muscular”, sostenía en la web el Doctor Sanjoy Deb, autor del estudio.
Del mismo modo, gastronómicos han recibido interés en esta conjetura y tratan de investigar si señales visuales o el color de los alimentos, puede o no, influir en nuestra percepción culinaria.
La cuestión, todavía sigue sin resolver pues estamos jugamos contra uno de los contrincantes más duros, el cerebro.