- Los Juegos de Tokio levantaron hoy el telón con una ceremonia que mezcló tradición y tecnología en un estadio a puerta cerrada y rodeado de manifestantes y curiosos, a la altura de una cita olímpica que promete ser la más extraña hasta la fecha.
Un año y cuatro meses después del aplazamiento de Tokio 2020, que transcurrieron con un constante runrún sobre su cancelación debido a la pandemia y con incontables traspiés de la organización, la ceremonia inaugural dio por fin inicio oficial al evento deportivo, con un espectáculo que se prolongó durante casi 4 horas.
El silencio de las gradas vacías jugó una mala pasada, ya que dejaba oír las enérgicas protestas de los manifestantes que se congregaron en los alrededores del Estadio Olímpico de Tokio y que culminaron las concentraciones, minoritarias pero persistentes, que se suceden desde hace semanas en contra de los Juegos.
El espectáculo inaugural arrancó con un homenaje a la soledad y al aislamiento causados por la pandemia, con actores haciendo ejercicio sobre máquinas separadas a una enorme distancia entre sí sobre el terreno de Juego del estadio. Le siguieron diferentes exhibiciones de las artes escénicas tradicionales y contemporáneas japonesas. También hubo homenajes para los Juegos de Tokio de 1964.
Durante el desfile de los atletas sonaron las bandas sonoras de populares videojuegos nipones como Victory Fanfare o el tema principal de la franquicia Final Fantasy, Sonic The Hedheog, NieR o Pro Evolution Soccer, mientras que en el tramo final hubo una actuación de kabuki a ritmo de jazz contemporáneo.
En uno de los puntos álgidos de la ceremonia, cerca de 2.000 drones dibujaron sobre el cielo del estadio olímpico una gigantesca esfera en azul índigo para representar el emblema de los Juegos, que se transformó luego en un globo terráqueo mientras sonaba una versión de Imagine interpretada por músicos de los cinco continentes, entre ellos el gaditano Alejandro Sanz.
Los atletas desfilaron ataviados con mascarillas y respetando la distancia social de dos metros que recomiendan los anfitriones en sus protocolos de prevención de contagios durante los juegos, conocidos como Playbooks. Unos pocos lo hicieron sin mascarilla, componentes de los equipos de Kirguistán y Tayikistán, lo que les podría valer una sanción por parte de los organizadores. Por primera vez en unos Juegos, cada delegación estuvo encabezada por dos abanderados, un hombre y una mujer, y en total participaron unos 5.700 deportistas de 207 comités olímpicos nacionales, en un desfile lleno de colorido como es habitual en estas citas.
Afuera del Estadio, rodeado por un perímetro de seguridad de vallas y un despliegue de miles de policías y tropas niponas, los japoneses seguían la celebración con sentimientos encontrados, mientras miles de personas se manifestaron durante la jornada en distintos puntos de la capital.
De la rareza rusa a la pareja de abanderados. Rusia, que tiene prohibido emplear sus símbolos por connivencia con el dopaje, desfiló tras la bandera del Comité Olímpico Ruso y sus deportistas agitaron banderitas monocolores blancas, azules y rojas. Por primera vez el COI autorizó y alentó la pareja de abanderados, hombre y mujer. Las equipos con abanderadas pasaron de un 38 % en Río a una amplia mayoría en Tokio.
Por vez primera, el juramento abraza la inclusión. El atleta Ryota Yamagata y la tenismesista Kasumi Ishikawa, capitanes del equipo japonés, juraron en el acto inaugural, en nombre de todos los deportistas, “acatar las normas, con un espíritu de juego limpio, inclusión e igualdad”.
La elegida. Naomi Osaka avanzó con la antorcha olímpica en la mano y con firmeza prendió el pebetero de los Juegos Olímpicos de Tokio. La tenista japonesa, número dos del mundo, tuvo el honor de protagonizar el momento más inesperado de la ceremonia inaugural después de haber sido carne de titular por motivos más oscuros. Ganadora de cuatro Grand Slam, Osaka se plantó en Roland Garros y anunció que no daría ruedas de prensa por razones de salud mental. Le llovieron palos, el torneo la multó y ella optó por retirarse. Deportistas de categoría que sufrieron depresión o la inestabilidad emocional, como Michael Phelps, o Michelle Obama, se solidarizaron con ella.