Big Three
De hecho, ahora mismo ya casi nadie duda de que superará a sus dos grandes rivales porque su estado físico es mucho mejor, su versatilidad no está a prueba y de las dificultades de la pandemia ha salido reforzado mentalmente, sobre todo de su expulsión en el US Open del año pasado en el que no estuvieron ni Federer ni Nadal. Djokovic domina todas las superficies y, por eso, no necesita desplegar su mejor versión para sumar grandes.
Ayer tuvo que jugar de nuevo con el público en contra porque los aficionados están deseosos de ver alternativas, no porque estén en su contra, sino por la novedad. Pero el serbio se lo toma entonces como algo personal y aparece un jugador casi infalible en los momentos decisivos de los partidos. Berrettini trató de volcar el pronóstico y animó a la grada de la Pista Central del All England Club con una brillante remontada en el primer set cuando pasó de un 5-2 en contra a llevárselo en el tie-break después de facturar 17 golpes ganadores.
Pero el serbio sabía que las finales de Grand Slams pueden ser muy largas y devolvió el golpe a Berrettini para adelantarse 4-0 en el segundo set. El italiano volvió a resistirse, pero Djokovic ya no estaba dispuesto a hacer concesiones. Igualó la final y con tempranas roturas en los siguientes parciales, marcó los tiempos en el partido. Su eficacia al resto fue subiendo y a Matteo Berrettini le costó proteger su servicio, aunque no dejó de buscar sus opciones que el de Belgrado salvó con todo el aplomo y determinación de las que viene haciendo gala este año. En el cuarto set, lo logró hasta el 3-3, pero ya remaba contra la corriente y contra un Djokovic que olía la sangre y la oportunidad de pasar a la historia, una vez más, la vigésima. En Australia se impuso a Medvedev; en París, a Tsitsipas; y en Londres, a Berrettini. Tres aspirantes sometidos por el peso de la historia.