- Luto en el paddock. Se fue un compañero: el suizo Jason Dupasquier, de 19 años. Los corazones se encogen. Las mentes se trasladan fuera del circuito de Mugello, convertido en mar de lágrimas. Viajan a casa, donde aguarda la familia, consternada, porque la noticia es la realidad que afrontan los pilotos. La mirada se nubla y enrojece. Fabio Quartararo, que presenta trazas de campeón después de seis carreras en las que ha logrado tres victorias, las mismas que en todo el 2020, confesó que es “un día extraño”. Extraño, por decir algo. Las cabezas no están lúcidas y las palabras se anudan en las gargantas. “Me embriagaban las emociones antes de la carrera. Después del minuto de silencio, se hizo arduo correr”. La celebración pasa a un segundo plano. Como admitió el ganador, en cada paso por la Arrabbiata 2, la fatídica curva 9, el rostro de Dupasquier ciega a los pilotos, que coinciden en dar rienda a las carreras, porque al fin y el cabo, la vida sigue. Y así lo hubiera querido el malogrado Dupasquier. Es un trabajo de riesgo. Y se asume. “Ojalá este deporte no fuera tan cruel, pero es el deporte que amamos”, expresó Miguel Oliveira, desde un podio en el que no hay sonrisas, en el que el sol pega latigazos pero no aclara la oscurantez de esas jornadas que pasan a la negra memoria del motociclismo, páginas que jamás se olvidarán.

En un día así, la virtud de abstraerse es un secreto que solo conocen quienes ejercen la profesión. Porque a pesar del contexto, el Gran Premio de Italia de MotoGP se corrió 15 segundos más rápido que el anterior, en 2019. Honor a la profesión. Bagnaia aceleró el ritmo en cabeza, dispuesto a honrar la memoria del difunto, cerrando el cajón de las emociones, espoleado por ser anfitrión. Al bueno de Pecco le venció el ímpetu, las ansias por ganar una prueba en un puñado de vueltas. Impaciencia, que dicen. En el segundo giro, se fue al suelo. Abrió paso a Zarco, que se enzarzó con el poleman Quartararo en el debate por el liderato.

En esa misma segunda vuelta, Marc Márquez también rodó por la grava después de colisionar con Binder. “Fue un lance de carrera, pero si alguien tiene la culpa, la tengo yo”, admitió. El catalán, que ha barajado incluso bajarse de la moto para optimizar su hombro, vive en las catacumbas del desánimo, en el país de la frustración. Su reto, antes que ir rápido, es recuperar el estado físico y reforzar la quebrada moral. Su cara ya no refleja ni resignación. Los médicos le aconsejan que la recuperación pasa por hacer kilómetros sobre la máquina. Trató de levantarla, empolvada, pero no pudo regresar a la pista.

El que está pletórico es Quartararo, que ha solucionado los problemas de sobrecargas en uno de sus brazos a golpe de victoria. Llegó a Italia con un punto de ventaja sobre Zarco y se marcha con 24 de margen sobre su compatriota. ¡Vive la France!, que atraviesa su época dorada. El margen de Quartararo es importante a estas alturas de campeonato, pero lo es más su actuación. No fue una zanahoria para la ambición de sus rivales. Cazó el liderato en la vuelta 4, haciendo de las chicanes sus campos de batalla, porque en la recta de meta la Ducati ofrecía 10 km/h más de velocidad punta, y se desmarcó de la competencia para honrar la memoria de “uno de nuestros amigos”. El Diablo ha logrado detener la alternancia de pilotos en la cabeza del Mundial; tras seis carreras, es la primera vez que el líder del campeonato se mantiene en el puesto.

El aciago día para Ducati quizá se vio venir con Bastianini, que en la formación de la parrilla de salida se estampó contra Zarco. Alucinante. Ducati contra Ducati. Inexplicable. Zarco pareció no sentir la embestida, a pesar del visible daño en su colín. Se mantuvo en la pugna por el cajón durante dos tercios de la carrera. Pero Oliveira y su KTM recuperaron la mejor versión, la de 2020, para rebasar al francés y sellar el primer podio del año para la marca austríaca.

Más tarde relegarían a Zarco las Suzuki de Joan Mir y Álex Rins, siempre de menos a más. El campeón, tercero, logró su segundo podio del curso. Es un primor ver su agresividad en los adelantamientos. No especula. Su determinación es digna de los mejores. Rins, que tuvo múltiples lances con su compañero, acabó en el suelo tratando de seguir la estela del irreverente Mir. Rins tiene un verdadero problema de medición. Está cogiendo la mala costumbre de rebasar los límites de la verticalidad. Suma cuatro ceros consecutivos. Es rápido, mucho. De los mejores en las jornadas dominicales. Pero no ha aprendido de su joven compañero, de cómo ganar un campeonato afiliándose a la regularidad.

Fuera del podio, en este orden, llegaron Zarco, Binder, Miller, Aleix Espargaró, Viñales, Petrucci y Rossi, décimo con su mejor resultado del curso. La primera Honda fue la de Pol Espargaró, decimosegundo. La marca alada encadena 20 carreras sin ganar. Los éxitos tampoco se atisban a corto plazo. Miller, que procedía de dos triunfo seguidos, estuvo discreto a pesar de las expectativas que podía haber depositadas en él y en su Ducati. Viñales sigue decepcionando teniendo en cuenta la comparativa con Quartararo, que con la Yamaha ha impuesto su jerarquía en el día de honrar la memoria del amigo Jason Dupasquier.

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