ntre el maestro y el profesor le pusieron el título. Mi idea era llamarle a esto “la cabeza de Mati” pero no les pareció bien del todo, supongo, y me dejé convencer para llamarlo de otra forma. El maestro es uno de los grandes del pádel mundial de los últimos años y el profesor Martínez, una referencia en lo suyo, un especialista; el hombre que susurra a los campeones. Uno y otro titular hablan de ambos. La “cabeza de Mati” o “la cabeza en la sombra”, que hablan de Matías, de su cabeza, y de la cabeza número dos, la que está en la sombra y medio que te arregla la otra, la primera. Me estoy provocando un monólogo a la argentina yo.

A ver. Esto va, hoy me refiero, a Ricardo Martínez Sampedro. Jugador, profesor, psicólogo, un hombre tranquilo que trata de que, entre otras, la cabeza de Matías Díaz funcione en la cancha para ganar partidos. Al ciento por ciento. Richar, nuestro Richar me dice: “Mati es un guerrero, un luchador nato que lleva una década instalado en el Top 5”. Palabras mayores. En realidad él me lo subió un peldaño más arriba. Dijo el cuarto.

“Tú dime”, le dije, “¿qué haces para que Mati rinda?, que es un campeón el tío”. Y Richar lanza sus ideas, a cámara lenta, para que entienda. “La cabeza marca la diferencia”, responde. Ahí podríamos habernos quedado, pero sigue. “Cuando se está en la cancha el jugador debe focalizar la atención, sólo, en lo que en la cancha sucede”. Ahora y aquí, están -cuando estás jugando, entiendo yo-, la bola y los contrarios. Y uno mismo. Y el compañero; “esa es otra -dato, éste, que incorpora con inmediatez-, hay que sacar lo mejor del compañero, no sólo de uno mismo”. O sea, que no es que no debamos echarle la culpa de nuestros males, algo habitual por cierto en este deporte, sino que tenemos la obligación de empujarle para que rinda al máximo. Entendido.

Dicho está. Ricardo es la cabeza en la sombra de Mati. Y de los hermanos Rico, Josete y Javi. De José Manuel “Guga” Vázquez y de Arancha Soriano. Del universo World Pádel Tour.

Martínez es psicólogo clínico, aunque cuando estudió la carrera no existía esa especialidad. La convalidó trabajando. Su experiencia laboral la ha repartido entre Nanclares y Basauri, con presos de tercer grado y en programas de violencia de género y agresión sexual. Tiene un master en drogodependencia y sida. Aunque no tiene título es el psicólogo que prepara la mente de nuestros jóvenes y futuros jugadores que integra el grupo de tecnificación de la FAP. “A los críos”, dice, “trato de dotarles de las herramientas necesarias para afrontar un partido en condiciones”. Esas herramientas son: la concentración, la relajación, la localización y el rendimiento.

Además de “susurrador”, Richar también es técnico, profesor y estratega. En lo mental, “tienes que salir de la pista con la sensación de haberlo dado todo”. Ha entrenado a nuestros referentes de los últimos años. A “Lopa”, a Íñigo Alegría, a las hermanas Barrena, las Arbulo, Eneko Arija, Garayo, Crespo... “Alguno me dejo seguro”, dice mientras hace memoria. Fundamentos técnicos, estrategia y táctica. Esas eran su aportación. La jugada meditada, la disposición táctica y el talento “más que la explosividad”. Lo que era como jugador. Lo que es aún y lo que enseña. Hoy apenas juega. Tiene la espalda de un estibador retirado, un acordeón descartada. Unos dorsales renqueantes y sordos. Ya no compite, “no puedo permitírmelo”. Pero ha ganado pruebas del circuito con los mejores. Con Monreal, García-Ariño e Íñigo López de Aberasturi, entre otros.

Le conocí cuando no levantaba unos pocos palmos del suelo. Miraba en silencio cómo dos adolescentes jugaban al tenis de mesa en el Estadio. Mirada fija, ojos grandes y la antena en todo lo alto. Uno de esos adolescentes era yo. Desde entonces nos reconocemos el uno al otro. Y yo le admiro. Empezó a jugar al fútbol en el colegio pero se decidió por el tenis muy pronto. Comenzó a jugar en una casa de Berrosteguieta, “con Romi”. Aprendió de Barañanos, de Elizagarate yde José Luis Moro “sobre todo”. Quizá fue el primer alavés en proclamarse campeón de Euskadi, “quizá no sea un dato exacto”, avisa. Tenía buena derecha, buena técnica, era un jugador táctico pero con poco físico. A los 24 empezó a jugar al pádel. Todavía más lento y tranquilo. Muy pausado, técnico y agarrado a la táctica para equilibrar fuerzas.

Tiene 47 años, nació en agosto de 1973. Está maduro. Es un hombre sonriente que mira a la gente regalando sonrisas, calma y buen rollo. En casa tiene a Unax, un calco. Técnico y cerebral. Y a Gala, que parece que va empezando, impulsiva, diferente. Con ellos andará también en la sombra. Tejiendo el hilo por el que se conducirán los dos.

Como hace con Mati. En la sombra. Poniendo de lo suyo. Mucha cabeza.