- Llegó al box. Apenas pudo alzar las extremidades para recibir abrazos. Le ayudaron a quitarse el casco. Se dejó caer en la silla. Agachó la cabeza y rompió a llorar. Derrumbado. Ríos de presión y temor se evacuaron corriendo por las mejillas. Un rostro que era un diccionario de emociones, porque se dudó sobre su futuro, de su capacidad para volver a rodar al máximo nivel, el que ha llevado hasta las fronteras del motociclismo. Incluso más allá, con momentos épicos que jamás serán olvidados. 273 días después de fracturarse el húmero derecho, de pasar tres veces por el quirófano, Marc Márquez volvió a correr. Regresó del infierno. Fue séptimo, a 13 segundos del excelso Fabio Quartararo. Un resultado discreto en su hoja de servicios. Pero fue uno de los grandes días de su vida, porque jamás pasó tanto tiempo sin subirse a una moto. Vuelve a competir. Y además es rápido. Un alivio. Durante el fin de semana disputó tandas de un máximo de seis vueltas. Ayer rodó 25 seguidas. En los primeros metros asomó en la tercera plaza, pero la inactividad y la prudencia pasan factura. "En la salida han abusado de mí como en el patio del colegio", bromeó. En cualquier caso, el octacampeón ha vuelto. Viendo el nivel mostrado, se intuyen tiempos de remontada.
2020 debió ser un manual sobre cómo gestionar una temporada para construir un campeón. Joan Mir se coronó con solo una victoria. Pero a estas alturas del año la ambición, la incapacidad de reprimir las ansias de gloria, juega malas pasadas. Pocas calculadoras están encendidas. Zarco, hasta ayer líder, se fue al suelo; Rins, que lamentará toda su vida no haber sido más regular el año pasado, también cayó. Igualmente acabaron deslizándose Oliveira, ganador de la pasada edición del Gran Premio de Portugal, Miller y Rossi. Víctimas del pecado.
En Portimao quizá era un día para aprender a claudicar. Para sobrevivir. Para sumar puntos en el campeonato. Porque por encima de todos destacó un piloto en la vuelta de los infiernos de Márquez: El Diablo, Quartararo. Inabordable. Celebró con rabia, histriónico, emulando a Cristiano Ronaldo, porque el joven que mañana cumple 22 años es aficionado de la Juventus y también líder de MotoGP.
Desde la pole, Quartararo descendió hasta la sexta plaza en una nueva prueba de que Yamaha tiene problemas serios en las arrancadas. Viñales bajó de la 12ª hasta la penúltima. No obstante, también es una máquina apta para ganar, con pleno de victorias en las tres primeras carreras, lo que no sucedía desde 2010, con Lorenzo y Rossi. "Yamaha ha dado un gran paso adelante y me siento más fuerte mentalmente", celebró risueño Quartararo.
Primero mandó Zarco y luego Rins. Quartararo, un tirano, cazó el liderato en nueve vueltas. Movió la muñeca como quien pasa la escoba. Sobre el ecuador, solo Rins sostenía el ritmo del intrépido francés. El barcelonés iba con un gancho atravesado en el gaznate. Ambos se intercambiaron récords de la pista. El de Suzuki rodaba apurado. Regó la pista de pundonor. El de Yamaha era fuego. Y el que juega con fuego se quema. La insistencia de Rins le mandó a la grava. Quartararo le incitó al exceso. El Diablo invita al pecado. El catalán, hijo de la avaricia, no asumió una segunda posición.
A Zarco le sucedió lo mismo en su pugna por el podio con Mir y Bagnaia. No renunció y se dio un revolcón. Cedió la condición que ostenta su compatriota, Quartararo, que rubricó su segunda victoria consecutiva. En contraste, Viñales fue undécimo, a 23 segundos de su compañero, a 10 de Márquez, que en su regreso ya fue la primera Honda. En Ducati el jerarca es Bagnaia, segundo. Mir sigue como las hormigas, poco a poco pero sumando, la política que le coronó campeón.
Gran Premio de Portugal
Campeonato del Mundo
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