Más brillante, valioso y sólido que el oro, la cotización de Primoz Roglic, un ciclista de platino, continúa al alza en el parqué bursátil del ciclismo. El esloveno, el mejor corredor de la actualidad si se atiende a su hoja de servicios, ha conquistado el Vélo D’Or, trofeo que distingue al corredor más destacado de la campaña. “Este premio es una gran recompensa", señaló el ciclista esloveno. "Era un jurado de periodistas de todo el mundo, por eso me conmueve mucho este premio”, subrayó Roglic. Aunque el extraño y punzante 2020 se concentró en apenas cuatro meses de competición, Roglic, el ciclista voraz, siempre hambriento, demostró todo su potencial en una campaña extraordinaria de punta a punta.
El esloveno se impuso en la Vuelta y fue segundo en el Tour de Francia además de cincelar su nombre en el palmarés de la Lieja-Bastoña-Lieja tras un remonte fantástico sobre Julian Alaphilippe, campeón del Mundo y otro de los corredores que optaba al galardón. El esloveno también coleccionó otras grandes actuaciones. Roglic venció el campeonato de Eslovenia de Ruta, fue segundo en el de crono, ganó del Tour d L’Ain y logró las sexta plaza en el Mundial. Además lideraba el Dauphiné cuando una caída le impidió seguir en carrera.
En el sobresaliente curso de Roglic solo se interpuso Pogacar. En una actuación sideral en la crono de cierre de la Grande Boucle, el joven Pogacar pudo batir a Roglic y arrebatarle un Tour que era suyo. Su exhibición aún resuena La Planche des Belles Filles, un icono para siempre. Pogacar fue un meteorito que atravesó la historia y se instaló inmediatamente en la memoria colectiva de los aficionados y en los estantes de los episodios alucinantes del ciclismo. La crono del esloveno será un incunable.
A pesar de la profunda herida que provocó en Roglic tamaña e inesperada derrota, el esloveno, refractario a las coartadas y al victimismo, redimió su espíritu con la victoria en la Lieja-Bastoña-Lieja. En la clásica, uno de los Monumentos del ciclismo, Roglic superó a Alaphilippe cuando este había levantado los brazos en señal de victoria y superioridad. La suficiencia dejó sin premio al francés porque Roglic, siempre competitivo, pedaleó sin levantar la vista para ganar. El esloveno lo disputa todo hasta el final. Nunca se rinde. Esas son sus credenciales.
Ese capacidad de competir siempre y su manera de enfrentarse a las carreras, le llevaron hasta la Vuelta. Cualquier otro hubiera renunciado a defender el título, pero el esloveno no entra en ese patrón. Huye de la comodidad. Roglic estaba dispuesto a honrar su legado. Por eso se alistó a la Vuelta, que arrancó en Irun. En el nido de Arrate, la primera meta, Roglic vio la luz en el santuario. Líder. A partir de entonces, mostró lo mejor de su catálogo (acumuló cuatro victorias de etapa) para tocar el cielo en Madrid por segundo año consecutivo. Roglic, el ciclista de platino, despide el año subido en una bici de oro.