- Del triunfo agónico y milimétrico de Arnaud Démare se supo porque minutos después del golpe de riñón, el último argumento de los esprinters, se puso una mascarilla y se lo llevaron al podio a celebrar su logro. El francés no pudo gesticular en la carretera su victoria, tan ajustado fue el esprint entre el campeón de Francia, Peter Sagan y Davide Ballerini, que compartieron el plano final abrazados. Los tres velocistas entraron en la misma fracción, riñón contra riñón, lanzando las bicicletas como recurso definitivo para un debate que se resolvió por alguna pulgada, aunque la televisión no lo aclaró del todo a pesar de mostrar tomas distintas. Ninguna repetición era capaz de descifrar el final de la cuarta jornada del Giro de Italia. Ante semejante igualdad, se recurrió a la foto-finish, el fotomatón del ciclismo, con los tres velocistas posando su esfuerzo en una rueda de reconocimiento. Se miraban entre sí pero nadie señalaba a nadie. No había mímica ni gestos. Solo miradas y jadeos. Ni vencedores ni vencidos. Los más veloces se frenaron, atrapados por las dudas. ¿Quién había ganado?

Finalmente la sonrisa se posó bajo la mascarilla de Démare. A Sagan el rictus le mudó a frustración en ese instante. Otra vez segundo. En Agrigento le derrotó Ulissi y ayer, Démare. Antes, en el duelo salvaje de la velocidad nadie hizo ningún aspaviento. Todos a la espera. El recuerdo del festejo absurdo de Julian Alaphilippe en La Lieja-Bastón-Lieja, cuando Roglic dejó al campeón del Mundo pasmado para la posteridad, estaba impreso en el paseo marítimo de Villafranca Tirrena. Ninguno de ellos reconocía la derrota ni tampoco la victoria. Todos emparejados en la misma cuadrícula de la cautela. Allí no estuvo Fernando Gaviria, al que se le esperaba. Tampoco logró encolarse al pleito Álvaro Hodeg. Ambos palidecieron. Gaviria pinchó y perdió la estela de una pelotón que volaba, apresurado, deseoso de finiquitar cuanto antes el día. En una llegada de asfalto parcheado, barnizado por la fina lluvia y alguna que otra curva descarada, un clásico final del Giro, se dispuso un esprint en una baldosa. El veredicto tardó en llegar. Fue una semana en un día, un juicio casi más extenso que la etapa, que fue rápida y fugaz.

La bella, caótica e inigualable ínsula será una postal maldita para Geraint Thomas. El galés abandonó el Giro con una pequeña fractura de pelvis causada por la caída en la etapa con final en el Etna. “Es muy frustrante. Hice todo lo que pude y sentí que estaba tan bien, si no mejor, que cuando gané el Tour. Me estaba sintiendo realmente bien”, apuntó el galés antes de desentenderse del Giro de Italia. No fue Thomas el único dorsal arrancado a la carrera italiana. En las calles de Palermo, el sábado, se estrellaron en la crono las esperanzas de Miguel Ángel López, también accidentado, y cuando Vlasov partió hacia la bella Agrigento se bajó del Giro por problemas gástricos. Al encuentro con la bota, con la península, llegará en el liderato Joao Almeida, que atravesó la etapa con comodidad, y Pello Bilbao, enroscado en la tercera plaza de la general. La idea del gernikarra es prolongar su estado de forma y no obsesionarse con la general. En Sicilia se quedaron las posibilidades de Thomas, López, Vlasov y Yates, retratados en la orla de la desgracia. En la foto-finish sonrió Démare.

3ª ETAPA

1. Arnaud Démare (FRA/GFC) 3h.22:13

No salió: Geraint Thomas (GBR/Ineos)

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“No estaba seguro de haber ganado cuando crucé la línea de meta. Estaba todo muy apretado”

Corredor del Groupama FDJ