n 2006 Pep Guardiola apuraba sus últimos días como futbolista. Tras jugar con el Barcelona, en los italianos Brescia y Roma y fajarse en el Al-Ahli de Catar, el catalán buscaba en el Dorados de Sinaloa mexicano un impulso para su futuro como entrenador. Como jugador la experiencia no resultó fructífera: disputó 10 partidos, anotó un gol y el equipo azteca, hoy a manos de Diego Armando Maradona, descendió de categoría. Sin embargo, el tránsito por el Dorados fue para Guardiola un curso exprés de pizarra, como recuerda Sebastian El Loco Abreu, excompañero de Pep en el conjunto mexicano.

"Terminaba de entrenar y salía a buscar la libreta para hacer anotaciones", rememora el delantero argentino, voz autorizada como jugador que más escudos ha defendido a lo largo de la historia. Ha estado en 29 clubes. Guardiola, como recuerda el que fuera designado como su cicerone, Eliseo Chevo Martínez, tenía dos pasiones, conocer la cocina autóctona y desarrollar sus conocimientos. "Él era muy estudioso, le gustaba mucho leer. Pasaba (el tiempo) con Lillo y se la pasaba viendo fútbol, leían revistas, periódicos y platicaban del mundo del fútbol. Todos los días le tenía que comprar revistas de fútbol, las que salían aquí. Incluso, cuando ellos se van, yo les mandé como tres cajas a España. Estudian mucho", evoca el asistente para ESPN. Y es que la razón de la estancia de Guardiola en Sinaloa fue Lillo, Juanma Lillo, con quien ahora vuelve a unirse en el Manchester City, cuando el aprendiz ha superado al mentor. Lillo será el segundo entrenador del club inglés. Ocupará el hueco dejado por Mikel Arteta.

Por aquel entonces, el tolosarra convenció al de Santpedor, que encontró en el apenas medio año que permaneció en el Dorados una formación junto al que consideraría como un gran inspirador, porque otros son Johan Cruyff y Marcelo Bielsa. "En realidad el mentor de Pep fue Juan Manuel Lillo y a él le faltaba poder tener seis meses del día a día, porque lo teórico ya lo tenía. Guardiola le preguntaba qué se buscaba en cada entrenamiento, para qué se hacía. Quería saber todo", dice Abreu.

Si bien, la relación venía de atrás. Según el técnico guipuzcoano, una noche de 1996, después de medirse el Oviedo de Lillo y el Barça del timonel Guardiola, alguien tocó la puerta del vestuario local del Carlos Tartiere. "Era Pep Guardiola, que venía sin haberse cambiado, para preguntarme si me importaba charlar un minuto. ¡Cómo me iba a importar hablar con el mejor mediocentro en la historia! Él me dijo que le gustaba cómo jugaba mi equipo. Quería mantenerse en contacto", rememora Lillo.

Con el transcurso de los años, Guardiola incluso pudo haber colocado a Lillo en el banquillo del Barça. Cuando Lluis Bassat presentó su candidatura a la presidencia del club blaugrana, Pep figuraba como director deportivo, y la elección de este para el banquillo era el propio Lillo. Aunque las elecciones las ganó Joan Laporta. El devenir separó sus caminos. Guardiola se elevó a los altares, mientras, Lillo obtuvo resultados más discretos. El tolosarra, de 54 años, fue el entrenador más joven en debutar en Primera División, a los 29 años. Entre sus mayores logros está el ascenso con el Salamanca desde Segunda B hasta la máxima categoría en solo dos temporadas. Quizás, su mayor legado esté en la mente de Guardiola y lo que este ha dado al deporte. Dirigió a Oviedo, Tenerife, Zaragoza, Real Sociedad o Almería, entre otros. Más reciente es su paso por los colombianos Millonarios y Atlético Nacional. Sus últimas experiencias han sido en el Vissel Kobe japonés, con Iniesta y Villa, y en el Qingdao Huanghai chino, donde ha rescindido su contrato para volver a reunirse con el que un día calificó "como mi hijo". Las vueltas que da la vida.