- El baile de fechas en torno a la disputa de la histórica final de Copa que deben disputar el Athletic y la Real, prevista originariamente para el pasado sábado, no cesa. Las hipótesis y propuestas están al orden del día, una incertidumbre generada por la pandemia del coronavirus, que tantos reajustes está generando. La Junta de Andalucía, en boca de su consejero de Deporte Javier Imbroda, mandó un recado el lunes, al reclamar a la Federación Española de Fútbol (RFEF), que se celebre con público en el estadio de La Cartuja, con lo que el político se mostró partidario de que el organismo que preside Luis Rubiales no tuviera prisa en acordar una fecha para la celebración del encuentro en Sevilla, donde sus instituciones manejan un impacto económico para la ciudad de unos 43 millones de euros, conscientes del desplazamiento de unos 60.000 aficionados desde Euskal Herria. Así las cosas, la RFEF solo contempla, como así lo ha decidido su Junta Directiva, la disputa de la final a puerta abierta, por lo que contaría con el respaldo de LaLiga y del Consejo Superior de Deportes (CSD).
El escenario que se contempla apunta a partir del próximo otoño o invierno, cuando en principio dispondría de la autorización del Gobierno central para que se pueda jugar con público siempre y cuando la evolución de la pandemia del covid-19 lo permitiera, aunque si no fuera así, el momento se alargaría hasta el año 2021, con el riesgo también de que solapara con el desarrollo de la próxima edición del torneo del K.O. Al parecer, la RFEF estaría incluso dispuesta a programar la final hasta una semana antes de la próxima final, lo que se entiende como una solución extrema. Para ello, se deduce, tanto el Athletic como la Real tendrían que haber sido apeados en las eliminatorias anteriores, al mismo tiempo que Sevilla se vería premiada con dos acontecimientos de masivos desplazamientos y compleja organización de manera consecutiva.
Lo cierto es que el pacto entre la RFEF, LaLiga y el CSD podría colisionar con la UEFA, que espera en breve acordar un calendario con vistas al retorno de las diferentes competiciones domésticas y a la espera de poner un plazo para que sus 55 federaciones asociadas comuniquen los respectivos repartos de sus plazas europeas para la próxima temporada, que no arrancaría supuestamente hasta el mes de octubre. Todo depende de la evolución de la pandemia y del efecto de las medidas de restricción en el Estado español, una vez que se da por descontado que es inviable la disputa de partidos con público, hasta el punto de que la misma UEFA determina que las eliminatorias restantes de la Europa League y la Champions, así como la dos finales, tendrán que jugarse a puerta cerrada.
El gran dilema es el equipo que jugará en Europa en caso de que no haya final cuando haya que decidir las plazas. Si los dos equipos acaban la Liga, a la que le restan once jornadas, 33 puntos, por delante, entre los seis primeros, iría el séptimo clasificado. En caso de que uno esté en Europa y el otro no (como ocurre ahora, con la Real Sociedad en cuarta posición y el Athletic décimo) jugaría el otro finalista y en caso de que ninguno se clasifique entre los seis primeros, sería el mejor posicionado el que finalmente jugaría por el Viejo Continente la próxima temporada,
La RFEF ya propuso días atrás el billete a Europa del Athletic en caso de que la liga no llegue a reanudarse y el Valencia, séptimo clasificado, no tardó en manifestar su malestar porque esta decisión le deja fuera. En este caso, el Athletic accedería a las eliminatorias previas de la Europa League.