vitoria - La morada de algunos deportistas gasteiztarras se convierten durante estos días en un improvisado gimnasio. El estado de alarma decretado por el Gobierno de Pedro Sánchez impide hoy en día a casi todos los terrestres hacer una vida normal y aquellos que obligatoriamente necesitan mantenerse en forma para cuando esta fatídica tormenta amaine no pueden descuidarse lo más mínimo con tal de retomar en algún momento la práctica deportiva en las mejores condiciones posibles.

Es el caso de Jon Ander Cuadra, uno de los contados baloncestistas del territorio alavés que presume de haber completado los cuatro años de formación universitaria en la NCAA estadounidense -el gran trampolín que encuentran las jóvenes estrellas hacia la cúspide de la NBA- y que recientemente abandonó el Aloe Plus Lanzarote Conejero de la Liga EBA cuando se desató la infernal crisis sanitaria derivada del coronavirus.

El ala-pívot, de 2,03 metros y 23 años, alcanzó recientemente un acuerdo amistoso con el presidente del modesto club insular para dejar la isla y regresar cuanto antes a Vitoria para reencontrarse, entre otros, con su conocido padre Mikel Cuadra, también exjugador del Baskonia en la década de los 80 y el hombre que está tutelando su carrera. Dicen que al mal tiempo hay que ponerle buena cara y, una vez finalice esta pesadilla, el cielo se abrirá nuevamente para este joven vitoriano que no desfallece pese a las numerosas trabas existentes.

“Me volví hace días porque el presidente nos dejó a nuestro criterio el hecho de volver a casa teniendo en cuenta que la situación estaba poniéndose muy mal. Y menos mal que lo hice porque el aeropuerto de Lanzarote está ahora mismo colapsado. He visto fotos y hay gente de otros países que se quiere volver a sus casas y no puede porque los vuelos se han reducido drásticamente”, respira aliviado Jon Ander, que ha militado en la cantera de los mejores equipos españoles y viene de jugar las cuatro últimas campañas en los Camels de la Universidad de Campbell (Carolina del Norte) gracias a una valiosa beca.

Ni en sus peores sueños habría imaginado que en su vuelta a España una desgracia de este calibre iba a acontecer. Confinado en su céntrica casa de Vitoria como la mayoría de mortales, la imposibilidad de salir a la calle para seguir su rutina habitual como deportista le deja un escaso margen de maniobra. De ahí que en muy pocos metros cuadrados intente no perder los numerosos kilos de músculo que adquirió durante su experiencia estadounidense tras invertir horas y horas en el gimnasio.

Lo de correr y perder calorías es imposible porque, como bromea, “mi casa no es como la de un futbolista millonario con no sé cuantos metros cuadrados y un jardín”. No son desde luego las circunstancias ideales, pero Jon Ander sabe que dentro de poco volverá a salir el sol. “En casa te centras en lo básico, pero no es lo mismo. Hago lo que puedo: cosas fáciles y sencillas. No puedo correr, entonces trabajo con mangas elásticas y mancuernas de pocos kilos. Nunca sabes que puede pasar esto y no estás preparado para algo así. Si lo hubiera sabido, habría tenido mancuernas más pesadas. Hago sentadillas con mi peso, flexiones, cosas así...”, describe Jon Ander, al que otro gasteiztarra como Iñaki Merino -antiguo técnico del Araberri que todavía permanece en la isla al haber suscrito un contrato de dos años- convenció el pasado verano para probar fortuna en Lanzarote.

El humilde conjunto donde jugaba, con un presupuesto que ronda los 40.000 euros, le ha dado la baja temporal desde que la Liga EBA se vio detenida por la pandemia del coronavirus. Si la competición se reanuda, algo que parece cada vez más improbable ante el ritmo cada vez más alto de contagios, retornará nuevamente a tierras insulares para conseguir que el Aloe Plus conserve la categoría. Jon Ander estaba siendo uno de los mejores jugadores de la categoría con 14,2 puntos y 6,5 rebotes de media en los 21 partidos disputados hasta la fecha.

Ante la pandemia, el vitoriano prefiere no correr riesgos con la salud. Su cabeza intuye, además, que hasta la próxima campaña no podrá seguir dando rienda suelta a su pasión por el baloncesto. “Todo el mundo piensa que lo mejor es no competir más. Aunque baje la curva de contagiados en abril, para lo que queda, que en nuestro caso son apenas siete encuentros, no merece la pena correr riesgos. Nos jugamos mucho a nivel deportivo, pero también está nuestra salud. Igual juegas un partido y alguno que queda por allí con el virus te lo contagia. Entonces volvemos a lo mismo”, se sincera.

Cuadra, que al otro lado del charco compatibilizó el baloncesto con los estudios de International Business y Gestión Deportiva, también ha aprovechado su estancia en Lanzarote para obtener el título de inglés expedido por Cambridge. Es consciente de que su futuro se presenta incierto, al igual que el de otros jóvenes deseosos de labrarse un nombre en esto del baloncesto, pero evita caer en el desánimo.

“Ahora estoy en ascuas, no se puede hacer nada. Esto te corta bastante para el futuro. A los deportistas nos está fastidiando muchísimo. Lo que hay que hacer es concienciarse de quedarnos todos en casa para que se acabe cuanto antes. Como dure mucho, será una faena muy gorda para todos. He tenido al menos la suerte de que ha pasado ahora y no cuando estaba en Estados Unidos porque, si no, la carrera se habría pospuesto”, concluye un cuatro que ha compartido vestuario en este incompleto ejercicio con, entre otros, el exACB Richard Nguema.

“Todo el mundo piensa que lo más sensato es no jugar más pese al enorme daño de la crisis al baloncesto”

Baloncestista vitoriano

“En casa haces lo básico y, sobre todo, lo que puedes, pero no es lo mismo obviamente”

“Menos mal que decidí volver hace días porque el aeropuerto de Lanzarote está ahora mismo colapsado”