Ocho meses después de una gravísima caída mientras reconocía el prólogo del Dauphiné, el británico Chris Froome (Nairobi, 34 años) volverá mañana a cabalgar de nuevo en bicicleta en el Tour de los Emiratos. Un reto nuevo para el cuádruple ganador del Tour, sobre todo para los que le vieron estamparse contra un muro a 54 kilómetros por hora. Para muchos, un regreso milagro.

Fue el 12 de junio y rodaba junto a su excompañero Wout Poels para saber por dónde hincarle el diente a la crono inicial del Dauphiné. Un descuido lo estrelló contra una pared, rompiéndose la cadera, el codo, el fémur, el esternón, varias vértebras y algunas costillas. Algunos testigos hubieran firmado tras ver la escena el simple hecho de que Froome siguiera vivo. Otros, que el accidente solo le costara la retirada del deporte. Pero Froome nació en África y allí aprendió a no rendirse nunca ante nada.

En el Hospital de Saint Etienne, tras 8 horas de operación, la primera de unas cuantas, enseguida lanzó una señal de optimismo y coraje, una respuesta encaminada a recuperarse y prepararse para lograr su sueño: alcanzar el quinto Tour y poner su nombre junto a los legendarios Eddy Merckx, Bernard Hinault, Jacques Antquetil y Miguel Indurain.

Después de 8 meses de duro trabajo para poner a punto su esqueleto, tras salvar los días en cuidados intensivos y de innumerables sesiones de rehabilitación, Froome vuelve a ponerse “entusiasmado” un dorsal.

“Nadie debería subestimar a Chris Froome”, dijo desde el principio su director en el Ineos, Dave Brailsford. Froome vuelve con un objetivo descomunal: luchar por el Tour con 35 años y por el oro en los Juegos Olímpicos una semana después del podio de París. Nadie se atreve a llevarle la contraria, solo la carretera dictará sentencia. David Kinjah, primer entrenador de Froome en África se reía de él porque “era flaco y rodaba en bici con los codos abiertos, como si quisiera volar”. Pero el chico rubio y esquelético, criado en Kenia, enseguida se habituó a un estilo de vida activo y aventurero al aire libre.

Las resurrecciones de Froome han escrito páginas inolvidables en el ciclismo actual. El 25 de mayo de 2018, en la 19ª etapa del Giro entre Venaria Reale y Bardonecchia, Froome salió a más de 3 minutos del líder británico Simon Yates y del holandés Tom Dumoulin. En una jornada de 184 kilómetros y 4 puertos, sucedió algo para la historia: subiendo el Colle della Finestre, atacó a 80 kilómetros para meta. Entre aplausos y algunos silbidos por el positivo, luego exculpado, en la Vuelta 2017, Froome voló hasta meta y se enfundó la maglia rosa, que ya mantuvo hasta Roma.

Dos años después de aquella hazaña, las dudas llegan por la vertiente puramente física. ¿Será capaz de volver a su mejor versión? Su excompañero y ganador del Tour Bradley Wiggins no tiene duda: “Froome es el mejor ciclista de nuestra generación. El accidente lo rejuvenecerá y volverá con una nueva motivación y será aún más fuerte. Tiene en las piernas otra victoria del Tour”.

Alberto Contador, único español ganador de las tres grandes, también confía en volver a ver al mejor Froome. “Es un campeón y su motivación será volver al nivel de antes. No hay que descartarle para nada”. Para Froome el objetivo Tour-Tokio es “realista”, y la historia le avala, ya que ganó el oro en la crono y el bronce en la prueba de fondo. Además, el recorrido de los Juegos será para escaladores. Su única preocupación es el jet lag. “La parte difícil será el viaje a Japón y el desfase horario. Va a ser un desafío difícil, pero que es posible”.

Pero, antes de nada, el regreso a la competición, mañana en los Emiratos Árabes Unidos, en la única prueba del World Tour en Oriente Medio. Primer examen tras su calvario.