...que estás en las nubes. Dignificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu feudo, aunque tu voluntad no sea aquello en lo que te estás convirtiendo. La final de la Copa ha dejado palpable las grandes diferencias existentes entre los dos finalistas. El Real Madrid vapuleó de principio a fin (95 a 68) a un Unicaja que se vestía de esperanza para contrarrestar la supremacía blanca de los últimos años (cinco de las siete últimas ediciones han tenido este color). Una vez más, el poder de los clubes de fútbol ha dejado patente la desigualdad presupuestaria entre los equipos más poderosos y el resto. Y eso, a pesar del descalabro del Barcelona, que dejó a los culés fuera de juego a las primeras de cambio, demostrando que, en el deporte profesional, el dinero no lo es todo, aunque lo sea casi siempre. Siguiendo el ejemplo, el Grupo Alavés-Baskonia ha formado un dueto en el que el maná procedente del deporte rey alimenta el agujero sin fondo en el que se está convirtiendo el club de baloncesto.

Huérfanos Que los partidos de la Copa del Rey no se hayan podido seguir en abierto deja a las claras que esta competición no es digna de su nombre. Encuentros como las semifinales y la final deberían estar considerados de bien general y poder seguirse a través de la televisión pública. Sigue sin ser entendible cómo las competiciones más poderosas del planeta básquet prefieren vender su alma al diablo y retransmitir sus encuentros en televisiones privadas a costa de perder audiencia y atención sobre el deporte de la canasta. El planteamiento hace ya tiempo que ha cambiado. De eso no hay duda.

A buen seguro que en la Copa se ha echado en falta al Baskonia, auténtico animador oficial de esta competición en los últimos lustros, pero la nefasta campaña vitoriana, al menos hasta el momento, sigue dejando secuelas.

La que sí volvió a estar a la altura fue la afición azulgrana, que brilló con luz propia en la kalejira de la Copa y en el Martín Carpena, aún estando huérfana de equipo. A destacar el papel de Pablo Laso en su sexto título, otro desheredado, que fue profeta en su tierra como jugador, pero que ha hecho del exilio un lugar para quedarse a vivir como entrenador histórico, precisamente en la ciudad que vio nacer a su padre.

Tiempos modernos El baloncesto profesional languidece, o al menos lo parece. Tanta abundancia de partidos le restan deseo. Los viajes y el exceso de competiciones simultáneas han convertido las evoluciones de los equipos en una carrera de fondo. La Euroliga ha tomado forma de maratón (34 partidos de liga regular en seis meses). No hay cuerpo que lo resista, y menos todavía simultaneándolo con la competición doméstica de cada cual (en el caso de la ACB otras 34 jornadas en ocho meses escasos). Más Copa del Rey, Supercopa? Sin plantillas largas no llegas ni a por agua a la fuente. Si a eso se le añaden las ventanas FIBA (procesos previos de clasificación de selecciones nacionales a torneos mundiales y europeos), mientras la ‘liga europea’ y la NBA están en marcha, el sobrepeso es un hecho. Hay seleccionadores que las pasan canutas a la hora de hacer una convocatoria. Ni siquiera España anda muy sobrada. Algo lógico, por otra parte. Sólo alrededor del 28% de los jugadores que juegan en la ACB son nacidos en sus autonomías. La final de la Copa elevó este porcentaje hasta el 33%. 8 de los 24 hombres -3 por parte madridista y 5 en la malagueña- que la disputaron eran oriundos de la península, sin contar Portugal. Por parte azulgrana, de los 10 jugadores que han formado parte de su plantilla esta temporada sólo dos -Miguel González y Sergi García- proceden de la tierra cervantina.

El logro en forma de oro de Pekín de España contrasta con el peor momento del jugador nacional en la Liga Endesa, la competición con menos jugadores locales de su historia. Todo ello sin contar con los pasaportes legales, pero poco éticos. ¿Realmente sirven para algo los cupos de jugadores de formación -4 comunitarios y/o asimilados en plantillas de 11 y 5 en rosters de 12, formados entre la edad de 14 y los 20 años en cualquier equipo federado español y por un periodo mínimo de 3 temporadas- firmados por la Federación, la ACB y la Asociación de jugadores?

Otros parámetros Atrás queda la sentada que los jugadores de la selección española, con Pablo Laso al frente, protagonizaron hace tres décadas para denunciar la presencia del tercer extranjero en las plantillas, si mal no recuerdo. Hoy en día, ser catalán, andaluz, vasco o gallego en la ACB es noticia y muchos de los seleccionables proceden ya de otros baloncestos. ¡Qué decir del origen de muchos de los jugadores en formación! En este entramado transnacional, los románticos también tenemos derecho a pronunciarnos. Siempre nos quedará la última hornada del Zuzenak, un auténtico lujo.

Pero no todos los males radican en el DNI. Otros avatares se añaden. El campo se queda pequeño para el baloncesto actual que se practica. Lo físico prevalece en detrimento, muchas veces, de la calidad técnica y táctica. Parece que el básquet moderno, sin velocidad extrema, no concibe el espectáculo.

Faltan competiciones de calidad para jugadores jóvenes, especialmente cuando rebasan los 18 años. El salto es un trampolín al vacío. Una solución sería crear ligas de equipos B, tanto en la Euroliga como en la ACB. Que hubiese límite salarial, o que? No cabe duda que proponer es fácil, pero más difícil es dar trigo. Lo cierto es que el deporte de la canasta se desvanece en finales como la de la ya pasada Copa del Rey, sin equidad ni equilibrio. Para seguir vendiendo el producto se necesitan otros condimentos.

Querido baloncesto... Y no nos dejes caer en la tentación de refugiarnos con fruición en brazos de otros deportes. Mas líbranos del mal (que no viene siendo fácil)... Así sea.