parís - Decir que Rafa Nadal hace historia es quedarse corto después de que ayer conquistara su duodécimo Roland Garros para ratificar un dominio que no tiene comparación posible ni en el tenis ni en ningún otro deporte. El tenista balear ganó su primera Copa de los Mosqueteros en 2005 y ayer llegó a la docena con pleno en las finales y un dato que abruma: en la tierra batida de París ha jugado 95 partidos y solo ha perdido dos. Siempre está porque siempre vuelve. Por situar el alcance de lo conseguido por el jugador de Manacor, en los años en que ganó sus títulos de Roland Garros (2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017, 2018 y 2019) nueve jugadoras diferentes lo lograron en el torneo femenino; seis equipos, que pueden ser siete en breve, ganaron la NBA; ocho clubes se llevaron la Champions League de fútbol; nueve ciclistas se impusieron en el Tour; otros tantos golfistas se vistieron la chaqueta verde del Masters de Augusta; y seis pelotaris, contando al ganador ayer Iker Irribarria, se calzaron la txapela del Manomanista. Dominic Thiem se resistió a ser la víctima de nuevo, como el año pasado, y lo consiguió durante dos sets en los que el juego alcanzó una intensidad enorme. Los dos tenistas habían arrancado con el acelerador a fondo, conscientes de la importancia que tenía tomar la delantera en una cita de este calibre en la que cuentan el físico y la mente. Nadal, porque sabía que el desgaste podía pesar al austriaco. Thiem, porque necesitaba armarse de confianza ya que su rival no suele perder un partido a cinco sets cuando toma ventaja. Los primeros intercambios fueron durísimos, cada uno con sus armas, y solo se habían consumido seis juegos cuando había pasado media hora de juego.
Después de sufrir algunos juegos con el saque, Nadal puso la primera piedra de su victoria al romper el servicio de Thiem en el octavo juego y confirmarlo en el siguiente. Con el primer set a su favor, el balear recogió tranquilidad para aguantar los pelotazos de su rival, que lejos de hundirse reaccionó con brío en el segundo parcial en el que cada jugador imponía su saque. Pero ocurrió un accidente y es que Nadal cedió el set en el duodécimo juego cuando hasta entonces solo había cedido un punto con su saque. Acabó con cinco, cuatro de ellos en ese juego que igualó la final y podía abrir un nuevo escenario.
dos velocidades Cuando se esperaba un impulso anímico para Dominic Thiem, sucedió lo contrario. Como si el austriaco hubiera cumplido el objetivo de ganar un set a Nadal en la final de Roland Garros, como si hubiera quedado saciado, su mente desconectó unos minutos y el campeón eterno le pasó por encima. La historia de siempre: Rafa Nadal acepta todo lo que ocurre, impertérrito, y mantiene su plan, que ayer fue buscar con insistencia el revés de su oponente. En el primer juego del tercer set rompió en blanco el saque de su rival y puso una marcha más en cuanto descubrió las debilidades al otro lado de la red. El balear siguió firme con su saque, no cedió ni un punto en todo el parcial, y conectó diez golpes ganadores, muchos de ellos cerca de la red, que tumbaron al centroeuropeo.
Porque el 6-1 fue mucho más que un set perdido, fue la sentencia para un jugador que quizás empezó a pensar en la paliza física que llevaba en los últimos días y en que ganar dos parciales más a un Nadal desencadenado era una misión imposible. El austriaco se resistió como el ganador de Roland Garros que será más pronto que tarde, seguramente cuando el ya doce veces campeón abandone la escena parisina, y tuvo varias bolas de break en este set que no convirtió. Rafa Nadal se adelantó por 3-0 y no perdonó, en cambio, para poner la directa hacia algo que parece inalcanzable. Nadal se rebozó en la arena de la Philippe Chatrier, como cuando era un adolescente, y derramó algunas lágrimas porque, ya con 33 años, hace un par de meses, cuando comenzó la temporada de tierra perdiendo claramente ante Fabio Fognini en semifinales de Montecarlo, las dudas eran muchas. Las suyas propias y las de los demás, que veía un Nadal a medio gas. Pero entonces el de Manacor solo pidió salud y tiempo para volver a su mejor nivel. Thiem le ganó después en las semifinales del Barcelona Open, de hecho el austriaco ha derrotado a Nadal en tierra una vez en los cada uno de los últimos cuatro años, aunque todavía no lo ha conseguido ahí, en Roland Garros, en la pista Philippe Chatrier que el año próximo ya tendrá una cubierta. Ese es el territorio que ha fabricado la leyenda de un jugador que ya suma 18 Grand Slams, a dos de Roger Federer, del que nunca ha estado tan cerca. Rafa Nadal sobrepasa sus propios límites y camina hacia un reconocimiento eterno. Roland Garros no tiene ni tendrá otro dueño que él.